La clave más importante para que un país tenga gobernabilidad es el respeto irrestricto al Estado de Derecho que tiene entre sus principales vectores, la división de poderes, el respeto de los derechos y las libertades fundamentales, así como la tarea de dar legalidad a los procesos administrativos.
En una palabra, todas las personas, instituciones y entidades públicas y privadas están obligadas a acatar las leyes y tienen por otra parte, derecho a igual protección de la ley sin discriminación alguna.
Para que un Estado funcione se requiere que los ciudadanos respeten y cumplan las leyes y que los gobiernos respeten lo escrito en sus cartas magnas… -sin embargo, cuando se presenten desacuerdos- siempre existe la práctica del diálogo propositivo, las herramientas del análisis político y la determinación para trabajar buscando soluciones para beneficio de todos.
El contexto anterior nos permite poner en común el momento por el que pasamos como nación en donde el Poder Ejecutivo mexicano ha propuesto una serie de reformas, entre ellas la del Poder Judicial, que ha motivado encendidos debates sobre las formas y el propósito de la misma abriendo una voluminosa red temática en donde los principales voceros de todos los sectores productivos y públicos han colocado sus argumentos con el propósito de ser escuchados teniendo en mente proponer mejores ajustes a la reforma en cuestión.
De esta forma, empresarios, académicos, partidos políticos y sobre todo los jóvenes estudiantes de varias universidades en el país, percibirían que sus dudas sobre el real beneficio del ajuste al Poder Judicial que ha inquietado ya a nuestros dos principales socios comerciales, Canadá y los Estados Unidos, están siendo tomados en cuenta fortaleciendo con ello, el Estado de Derecho del país. Es decir, respeto al principio de orden establecido.
Para poder alejarnos de la polarización, que tanto nos ha dividido y no caer en la cascada de la posverdad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública, la sugerencia es que como país democrático que aún somos, mantengamos un diálogo sano, pleno de argumentos sólidos que nos ayuden a mejorar como sociedad y nación en todos los ámbitos … ¿estamos pidiendo demasiado?