Se aproxima este festejo tan típico de nuestra cultura, tan lleno de color, de nostalgia pero también una tradición en donde podemos recordar entre lágrimas y risa a quienes ya se han marchado, que han dejado este plano pero que seguimos honrando desde aquí.
Siempre me había parecido una de las tradiciones más lindas de nuestro México, el 2 de noviembre, el Día de Muertos, entre un pan delicioso y lleno de simbolismos, altares, papel picado, calaveritas de azúcar de colores y ofrendas… algo increíble que presumir al mundo.
Pero no fue hasta hace dos años y medio que la vida me hizo darle un sentido real a todo esto.
Hace dos años y medio perdí a quien fuera uno de mis más grandes amores, mi Padre. En medio del dolor de su ausencia y la alegría de su recuerdo decidimos entrar a la aventura de honrarlo haciendo un altar en mi familia.
Participaron todos en casa: los niños hicieron cartas a su abuelito. Mis hermanos, mi Mamá y yo compramos todas las cosas que a mi Papá le gustaban, desde los tamales, el tequila, algunas cosas personales, canciones que él solía escuchar y al final, también elevamos oraciones en su nombre.
Fue un momento único que hasta hoy seguimos recordando con sentimientos encontrados.
Es difícil despedirse. Es duro decir adiós. Es triste lidiar con la idea de la ausencia pero cuando entendemos que la vida es más que un solo cuerpo que se nos da como vehículo para conducir lo que hacemos en este plano, nos llena el corazón pensar que el amor de quienes amamos permanece por y para siempre.
Lo extraño mucho. Diría mentiras si dijera que ha sido fácil, pero también ha sido enriquecedor poder llenar de recuerdos hermosos con él nuestras vidas. Sé que nos reencontraremos un día y estoy ansiosa por recibir su abrazo que hoy tanta falta me hace. Pero mientras, desde aquí siempre elevo mi oración en su nombre, encomendándome con todas mis acciones y sabiendo que desde donde está, él seguro estará orgulloso de la familia que formó, de la hija que hoy es una mujer que todos los días dedica cada cosa en su nombre.
Te amo Papi. ¡Te mando besos al cielo!
Siempre me harás falta mi general, pero estoy haciendo mi mayor esfuerzo para que estés muy orgulloso de mí.