Hoy quisiera hablar de la culpa, este sentimiento que en los últimos meses siento que ha sido más constante en mi vida.
La culpa es uno de los sentimientos más difíciles de trascender y también creo que uno de los que más presentes están en nuestro día a día.
Quisiera encontrar la fórmula secreta para lograr el equilibrio entre ser mamá y mujer; la culpa llega muchas noches cuando ya los niños están dormidos y tengo oportunidad de acostarme a descansar y vienen a mi mente momentos del día en los que tuve que ser esa mamá-ogro. Entre regaños, gritos y correctivos me siento una mala mamá; pienso que son solo niños inquietos pero después estimo que los límites siempre ayudan en la educación de los pequeños.
Por otro lado, la culpa llega cuando me decido a salir a despejarme con mis amigas, tomar algo, hablar de otras cosas que no sean hijos, esposos y tareas del hogar. Siento que el desvelo cobrará factura o bien, al día siguiente que hay que despertar temprano a atenderlos, siento culpa al tener que salir a trabajar y sacrificar el tiempo de estar con mis hijos; siento culpa al pasar mi tiempo en medio del tráfico para llevarlos a sus múltiples ocupaciones y no poder tener un rato para ir al gym o hacer yoga o a pintarme el pelo. Siento culpa cuando gasto dinero comprando cosas para mí, sabiendo que ellos necesitan otras cosas… total que la culpa no desaparece.
Y me pregunto porqué no solo podemos hacer lo que nos haga felices en el momento y dejar de pensar tanto, en cosas que muchas veces no nos corresponden, no podemos controlar o en muchos de los casos ni siquiera suceden.
Escuchaba esto:
No pudiste hacer otra cosa porque no la hiciste.
Todo lo que hiciste en el pasado ocurrió de acuerdo con el nivel de conciencia que tenías entonces.
Si ahora lo puedes ver diferente, celebra tu conciencia y no alimentes al ego con su arma letal: la culpa.