Frida Kahlo y su obra han obtenido un espacio consolidado como referentes del arte mexicano en todo el mundo. Si bien La Escuela del Muralismo Mexicano (en la que su esposo Diego Rivera figura como columna central) coloca a nuestro país en un apartado especial en la historia del arte, la popularidad de Frida se alza por cuenta propia y basta su solo rostro para relacionar en el imaginario nacional y extranjero las palabras “México” “pintura” y “arte”.
A diferencia del gigante Diego, cuyos murales y los edificios en los que se encuentran, evidencían la centralidad y el nivel del pintor guanajuatense, Frida trabajaba sus cuadros en un espacio profesional más pequeño pero arriesgado, los ilustraba con mitologías de adentro para afuera (su vida íntima) sin ocuparse de las grandes hazañas de la Revolución Mexicana. Y aún así rebasó a su esposo en el carril de la historia.
De la misma forma, estos contrastes quedaron fijados en la posteridad, pues al día de hoy, el estudio solemne del arte mexicano primero hace lectura del Muralismo o el movimiento de La Ruptura (la respuesta no figurativa al hegemónico mural) y luego de Frida, ella obtuvo la ubicuidad y una mayor popularidad de otra forma:
A Frida la hemos visto en el cine, con el rostro de Ofelia Medina o Salma Hayeck; en camisetas, bolsos y cajitas ornamentadas; en las biografías escritas que relatan su convulsa vida; así como en puestos de tianguis y rompiendola a billetazos en subastas de Sothebys.
Guste o no, Kahlo posee los mismos elementos que han llevado al miserable Vincent Van Gogh a la eternidad: una vida trágica, marcada por el expresionismo, la emoción, la enfermedad y episodios violentos, toda, documentada por ellos mismos, sus allegados y sobre todo su obra, en donde quedaron impresos los momentos y sentimientos extraordinarios que les tocó vivir, padecer. Y por supuesto, los autorretratos como acto pigmaliónico, que recogieron los elementos de sí que ellos quisieron presentar al mundo y que después el mundo les respondió transformando en íconos.
La Fridomania que inició en los ochentas y resurgió al iniciar el nuevo milenio, es una palabra que describe, quizás populachera pero correctamente el efecto, usada para quienes la aman pero también adaptable para quines no, y de esos también hay muchos: “No pintaba bien”; “Diego le terminaba los cuadros; “De feminista no tuvo nada”, la popularidad también atrae haters, algunos con argumentos más sólidos que otros pero existen porque es famosa. Porque es mexicana y es famosa, como María Félix (ambas sujetas desde sus cejas) o la Virgen de Guadalupe (ambas eternizadas en uno y varios cuadros).