Esta festividad reconoce y honra a aquellos cuya santidad es reconocida sólo por Dios. No obstante, las prácticas católicas suelen enfocarse en los santos reconocidos por la Iglesia Católica.
Esta fiesta, que es considerada por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, el 1 de noviembre corresponde al Día de Todos los Santos, en el cual vienen las almas de los menores de edad.
Se relaciona este día con los fallecidos más pequeños dado a la pureza de su alma y a que están libres de culpa al igual que los santos, quienes son proclamados de esta manera por la Iglesia.
El origen de esta festividad radica en la tradición religiosa de la Iglesia Católica. Hace casi 1300 años, el Papa Gregorio III desempeñó un papel fundamental al consagrar una capilla en la Basílica de San Pedro en honor de todos los Santos. Su objetivo era garantizar que todos los santos fueran venerados, al menos, una vez al año.
Las iglesias y conventos exhibían las reliquias y tesoros para que los creyentes les realizarán oraciones y evitar su entrada al infierno. Además, en algunos hogares se colocaba “la mesa del santo”, la cual se adornaba con flores y dulces. Esto con el objetivo de santificar las casas y purificar el ambiente del lugar.