Ueno y Hachiko se hicieron inseparables. El animal acompañaba al profesor por la mañana a la estación de tren de Shibuya, donde se lo podía ver al final de la jornada mientras esperaba su vuelta. Aquellos con los que se encontraban en su trayecto diario, transeúntes o dueños de comercios, observaban con simpatía la devoción del perro por su amo.
Pero el profesor murió el 21 de mayo de 1925, víctima de una hemorragia cerebral, pero Hachiko continuó esperándolo a diario durante casi diez años ante la estación, antes de volver solo a su casa donde los vecinos lo alimentaban.