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19 septiembre 2024
Tzinti Ramírez
Tzinti Ramírez
Internacionalista y maestra en Historia y Política Internacional por el Graduate Institute of International and Development Studies (IHEID) en Ginebra, Suiza. Investigadora invitada en el Gender and Feminist Theory Research Group y en el CEDAR Center for Elections, Democracy, Accountability and Representation de la Universidad de Birmingham, en Reino Unido. Miembro de la Red de Politólogas.

A 23 años del ataque a las Torres Gemelas: 11 Septiembre memoria, seguridad y transición hegemónica

11 septiembre 2024
|
05:00
Actualizada
15:00

El ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 no solo fue un punto de inflexión en la percepción de seguridad y la identidad colectiva de Estados Unidos, sino que también marcó un momento clave en la evolución de su ciclo hegemónico[1]. Estos ataques sacudieron la sensación de invulnerabilidad que había predominado en ese país desde el fin de la Guerra Fría y las costosas campañas bélicas que le siguieron en Afganistán e Irak debilitaron tanto su economía como su poderío militar, erosionando el liderazgo global que Estados Unidos había ostentado por décadas.

Aunque inicialmente el ataque unió al país bajo un sentimiento compartido de pérdida y resistencia, con el paso del tiempo, la memoria del evento se ha fragmentado. Según Pew Research Center (2021), solo el 26% de los estadounidenses piensa en el 9/11 de manera regular, una caída considerable en comparación con el 75% inmediatamente después de los ataques. Además, ha emergido una brecha generacional: mientras el 93% de quienes tenían 30 años o más en 2001 recuerdan exactamente dónde estaban cuando ocurrió, solo el 29% de quienes eran muy jóvenes guardan ese recuerdo.

Este distanciamiento emocional no elimina el impacto duradero que tuvo el 9/11 en la política interna y externa de Estados Unidos. Las secuelas de los ataques cambiaron drásticamente las prioridades del país, enfocando el presupuesto y los recursos militares en la llamada “Guerra contra el Terror” y  transformaron de manera controversial las políticas de seguridad nacional -recordemos el Patriot Act que otorgó amplios poderes al gobierno para la vigilancia de personas ciudadanas y extranjeras, ampliando el acceso a datos privados y limitando libertades civiles y violando derechos de minorías como la musulmana, en nombre de la seguridad nacional-.

Aunque los ataques unificaron brevemente al país, las preocupaciones sobre el terrorismo persisten. Hoy, el 50% de los estadounidenses cree que el país es menos seguro que antes. La caótica retirada de Afganistán en 2021 reavivó temores; el 89% de la población ve el regreso del Talibán como una amenaza y el 69% piensa que Estados Unidos falló en sus objetivos en Afganistán (Pew Research Center, 2021). Estas cifras revelan un descontento continuo y una percepción de vulnerabilidad latente entre la población estadounidense.

Este hecho, junto con los crecientes desafíos globales de potencias emergentes como China señala una transición hacia una era de competencia multipolar, donde la hegemonía estadunidense enfrenta cuestionamientos cada vez mayores. A más de 20 años de distancia de los ataques del 11 de septiembre, diversas decisiones de política exterior facilitaron la expansión de la influencia china y rusa, por lo que hoy presenciamos un periodo de transición hegemónica con una competencia interestatal intensificada que se manifiesta en la pérdida de influencia  y control directo de EE.UU. en regiones como Medio Oriente y Asia Central. El 11 de septiembre expuso no solo vulnerabilidades a nivel de seguridad e inteligencia, sino que expuso también la fragilidad de la posición global de EE.UU.

Hoy, la memoria del 9/11 persiste, pero está marcada por nuevas ansiedades: las amenazas actuales no solo se centran en el terrorismo, sino también en un reordenamiento del poder mundial y en una pérdida de terreno de un modelo económico que ha enfrentado crisis como la Gran Recesión de 2008 y otras de gravedad inconmesurable como la epidemia de adicción al fentanilo y la crisis de los sin techo estadunidenses. El legado del 9/11 convive con el de las invasiones a Irak y Afganistán y con la grave crisis social permeando la retórica político- electoral, impactando todavía hoy las decisiones que toman los votantes.

En este aniversario y con las elecciones presidenciales en puerta, es importante recordar que 9/11 no solo cambió la vida de quienes lo vivieron y atestiguaron en directo, sino que también constituye, desde el punto de vista de las relaciones internacionales, un catalizador de un nuevo ciclo geopolítico, uno donde el lugar de Estados Unidos está en transformación.

 

Referencia:

Pew Research Center (2021). “Two decades later, the enduring legacy of 9/11”. Recuperado de: https://www.pewresearch.org/politics/2021/09/02/two-decades-later-the-enduring-legacy-of-9-11/

[1] El ciclo hegemónico es un concepto utilizado en las relaciones internacionales para describir el ascenso y declive de grandes potencias en el sistema global. Una hegemonía ocurre cuando un estado tiene la capacidad de influir o dominar a nivel político, económico y militar. El ciclo incluye cuatro fases principales: el ascenso, la consolidación del poder hegemónico, la decadencia debido a la sobreextensión o problemas internos, y, finalmente, el colapso o sustitución por otra potencia emergente. Este concepto ha sido aplicado al declive de Estados Unidos tras eventos como el 9/11.

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