Después de estrenar la aplanadora la semana pasada, ahora Morena y aliados se alistan para avalar esta semana dos reformas constitucionales: en materia de pueblos indígenas (este 18 de septiembre) y los cambios para que la Guardia Nacional pase al mando del Ejército (19 de septiembre).
Los legisladores de la Cámara de Diputados ya fueron notificados sobre los dos dictámenes. Y de nueva cuenta es cuestión de trámite porque tienen la mayoría calificada garantizada en el Congreso de la Unión. Sin embargo, vale la pena detenerse en el tema de la Guardia Nacional.
La discusión de forma es que esa corporación pase al mando del Ejército, que será encabezado por el general de División, Ricardo Trevilla Trejo. ¿Cuál es la novedad? Prácticamente ninguna, porque todos sabemos que la Guardia Nacional está actualmente a disposición de la Secretaría de la Defensa Nacional y solamente en el papel depende de la Secretaría de Seguridad del Gobierno federal.
En todo caso, la novedad es que 24 mil policías federales que laboraban en la administración de Enrique Peña Nieto y que los sumaron a la creación de la Guardia Nacional, ya no formarán parte de ésta. Ahora será una corporación 100% militar (la reforma ordena que esos agentes pasen a la Secretaría de Seguridad Federal).
La siguiente pregunta es: ¿Con esa reforma constitucional se pacificará al país? La respuesta es simple: no.
Actualmente, la Guardia Nacional cuenta con 135 mil 471 agentes. Y opera en todo el territorio en 594 instalaciones estratégicas. Este despliegue es el que debe detonar la discusión de fondo sobre la agrupación élite federal.
Hoy, una conclusión es que la corporación todavía no desarticula a ningún cártel o grupo criminal (el único extinguido fueron Los Zetas, pero eso ocurrió entre los sexenios de Felipe Calderón y Peña Nieto), ni bajó los niveles de violencia: éste será el sexenio más violento, con cerca de 180 mil ejecutados (algo así como dos Estadios Azteca llenos).
¿Entonces por qué el actual despliegue de la Guardia Nacional no pacificó al país? Porque el crimen organizado sigue controlando los territorios, manda en los municipios o los Estados. Y los hechos recientes de Sinaloa confirman esa hipótesis.
Que el Ejército tenga el control absoluto de la Guardia Nacional no es sinónimo de paz para los mexicanos. Pero sí representa un triunfo más para el Ejército, que iniciará la siguiente administración más poderoso que nunca, con las amenazas que eso representa con el paso del tiempo.