Jonás

Después de la agitación nacional que provocó la reforma al Poder Judicial, en esa historia truculenta que se desarrolló en las cámaras de Diputados y Senadores, incluyendo las protestas de trabajadores, jueces, magistrados y ministros, junto con la firma y publicación que, triunfante, compartió el presidente Andrés Manuel López Obrador en sus redes sociales, lo que ha sucedido después ya se preveía: críticas, protestas y resistencias por la vía legal. En este escenario, sorprendió la reaparición de Ernesto Zedillo Ponce de León, ex presidente del país en el sexenio 1994-2000, para asegurar que la reforma judicial sienta las bases para acabar con la democracia e instalar una tiranía en México. 
La reacción del presidente López Obrador fue congruente con su estilo y lenguaje: señala a Zedillo de hacer el ridículo y se burló de él en la mañanera, como lo hizo con los muchos críticos que en el camino, cuestionaron la reforma.
En el presidente López Obrador es normal. Pero en cambio, provocó estupor la reacción de la presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo. También ella, ante los medios de comunicación, se lanzó contra el ex mandatario Zedillo y lo acusó de pertenecer al “viejo régimen”. Olvidó, al defender la reforma judicial que no es suya, sino obra e iniciativa de López Obrador, que colaboradores de ese viejo régimen de la época zedillista, hoy son funcionarios en el gabinete obradorista, como el director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) Manuel Bartlett, o el ex director de Segalmex, Ignacio Ovalle.
Se impone hacer un par de apuntes sobre esto.
El primero es cuestionar: ¿Ernesto Zedillo carece de derecho y razón para apuntar los riesgos que implica la reforma judicial y que ya han sido denunciados? Evidentemente no.
Si bien el ex presidente Zedillo puede ser cuestionado como ex mandatario del país y los simpatizantes de Morena le negarán toda autoridad moral para opinar sobre ésta o cualquiera de las reformas obradoristas, no es posible cerrar los ojos a los argumentos que indican el debilitamiento del Poder Judicial que se derivará de las reformas.
Hay que reiterarlo: la reforma y sus modificaciones, incluida la elección de jueces, magistrados y ministros, está sujeta a una serie de supuestos ingenuos. Porque sólo siendo ingenuo se puede aceptar que sólo porque sean electos en votación popular, los integrantes del Poder Judicial erradicarán corrupción, privilegios, nepotismo y sobre todo, retraso en la impartición de justicia. El tiempo ya lo revelará.
El otro punto, y más importante en este espacio: ¿La presidenta electa Claudia Sheinbaum tiene que subirse a la ola de discusión y defensa de las iniciativas obradoristas? Es un error.
La primera presidenta electa en la historia del país no tiene necesidad de unirse a los incondicionales del presidente López Obrador. Ellos forman parte, como lo ofreció en campaña, del “primer piso de la 4T”; forman parte de los “otros datos” y de las imposiciones unilaterales del mandatario saliente.
Claudia Sheinbaum, y así lo ofreció ella, representa el “segundo piso de la 4T”. Sus miras, sus discursos, sus objetivos, deben ser más altos.
Es verdad que Sheinbaum se unirá al culto desbordado a López Obrador. Ya tendrá ocasión de impulsar iniciativas para generarle nichos de veneración. Pero con todo y eso, ella sabe de los numerosos problemas que le heredará su patrocinador político.
Aunque López Obrador lo abarque todo y no permita ni un pequeño espacio en el ocaso de su sexenio, lo mejor que puede hacer la futura presidenta es desprenderse de las viejas polémicas. De ella se espera que ese “segundo piso” no insista en los errores obradoristas.
&nbsp;
*Las opiniones y contenidos en este texto son responsabilidad total del autor y no de este medio de comunicación.

¿Sheinbaum contra Zedillo? Ese no es el “segundo piso”

En un Zócalo pletórico, festivo y ruidoso, Andrés Manuel López Obrador encabezó su última celebración del Grito de Independencia. Emocionado, el presidente del país lanzó su perorata y los vivas a favor de los héroes y heroínas de la Independencia. Fiel a su estilo, mencionó el amor, la fraternidad universal, la cultura mexicana, los pueblos indígenas… y la Cuarta Transformación.
¡Viva la Cuarta Transformación!, gritó el mandatario cuando ya terminaba su mensaje antes de ondear la Bandera y repicar la campana que, nos dice la tradición, repicó Miguel Hidalgo y Costilla para llamar al pueblo a levantarse en armas contra los opresores españoles.
Apenas dos semanas antes, en el mismo lugar, López Obrador había asegurado en la larga lectura de su último informe de gobierno, que el pueblo mexicano había decidido llamar “Cuarta Transformación” a su ejercicio de gobierno. Una más de las muchas y constantes contradicciones en su discurso. Nunca hubo una colectividad que espontáneamente bautizara a la administración obradorista como el origen de una cuarta transformación histórica del país. El término es resultado de la retórica política y la publicidad oficial que durante seis años, se cultivó e implantó desde Palacio Nacional.
Las mañaneras del presidente (que han sido cualquier cosa, menos un espacio de divulgación pública y transparente del ejercicio de gobierno), sus discursos, sus actos públicos y el intenso culto a su personalidad difundido y reiterado por aliados políticos, sus seguidores y simpatizantes, establecieron el concepto de la Cuarta Transformación.
¿Existe una cuarta transformación del país?
A esa pregunta se puede responder con una contundente negativa.
¿Qué ha sido la 4T? En esencia, la eliminación de un orden institucional imperfecto que sistemáticamente ha sido eliminado, no corregido. 
El gobierno federal adoptó un principio de comportamiento que se identifica con facilidad: revisó el presupuesto asignado a diferentes entes públicos; decidió unilateralmente dónde era incorrecto y denunció despilfarro o corrupción, siempre desde el juicio presidencial. Se aplicaron recortes hasta el punto de desaparecer el presupuesto (y un caso evidente es la delegación en Jalisco de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, donde no hay recursos para realizar su trabajo) y esa parte del erario se aplicó donde la presidencia –otra vez– lo consideró correcto. Pruebas sobran: refinería de Dos Bocas, aeropuerto Felipe Ángeles, Tren Maya y muchos más. 
¿Por qué hay una transformación? Quizá se refieran a las reformas constitucionales que establecieron programas sociales para adultos mayores, discapacitados y estudiantes.
Sin embargo, si el análisis se aplica a los resultados y no al discurso oficial, el sistema de salud no es, como afirma López Obrador, el mejor del mundo; ni el sistema de educación pública puede presumir otra cosa que un sueldo base de 17 mil pesos; ni hay solución a la violencia y la pérdida del poder del Estado ante los grupos criminales, a los mismos a quienes el presidente pidió “más prudencia”, para que no perjudiquen más a la población civil debido a sus disputas por mantener el control de territorios, mercados ilegales y su “estado paralelo”.
Pero veamos el otro lado de la moneda. ¿Existe una transformación similar a la que se vivió durante la Independencia, la etapa de la Reforma y la Revolución Mexicana? ¿Está creándose un nuevo México? Preguntado así, llana y simplemente, como lo presume el presidente, sólo está en su discurso, y en el discurso de quienes están decididos a mantener el control en este grupo que se posicionó desde 2018 en la mayoría de los espacios de poder.
Con respeto: se requiere una carga enorme de ingenuidad para creer sinceramente que “el pueblo” está decidiéndolo todo. 
Que vivan los héroes y las heroínas de la Independencia. Nada más. El resto es un añadido sin justificación.

¿Cuál es la Cuarta Transformación que AMLO festeja?

En el aniversario 214 de la conmemoración de la gesta de Independencia (me niego a llamarle la “primera transformación” por razones de moda política verbal), el presidente Andrés Manuel López Obrador encabezó su último festejo desde Palacio Nacional en un ambiente de fiesta que, si fuera generalizado, merecería el aplauso general.
Pero no es así. Mientras nuevamente las fuerzas políticas de Morena llenaron el Zócalo de Ciudad de México para celebrar entre fuegos de artificio y artificios políticos, la Independencia nacional, en varios estados del país se suspendieron las fiestas públicas septembrinas porque no había garantías de seguridad para quienes estuvieran las plazas públicas.
Las suspensiones se registraron en municipios de Nuevo León, Nayarit, Oaxaca, Michoacán, Durango, Chiapas y Guanajuato. En todos, por amenazas de violencia. Mención aparte merece el Estado de Sinaloa, donde el gobernador Rubén Rocha Moya (de Morena), decidió la suspensión general de las fiestas en todo el territorio estatal, aunque varios municipios se saltaron sus instrucciones y llevaron a cabo los festejos por su cuenta.
Este preocupante panorama de inseguridad marca el fin del sexenio del presidente López Obrador, a pesar de que en su último informe, también en un evento masivo en el Zócalo capitalino, aseguró que todos los índices delictivos habían disminuido en porcentajes considerables. Las estadísticas, ha sucedido con necia regularidad, contradijeron el discurso político de Palacio Nacional.
Lo más ridículo ocurrió al cerrar la semana, cuando evidenciado (otra vez) por los hechos de violencia en Sinaloa –presumiblemente derivados de la detención de Ismael “Mayo” Zambada y su traslado de una cárcel a otra en territorio de los Estados Unidos–, el presidente les envió un mensaje a los integrantes de los cárteles y les pidió actuar “con prudencia” y no generar perjuicios a la población. Literal, el mundo enrevesado de la 4T.
Indispensable añadir al panorama antifestivo de septiembre, las advertencias públicas del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que advirtió a los ciudadanos del país vecino evitar viajes y traslados en territorio sinaloense, además de dar un largo listado de destinos en México en los que no recomiendan viajar de noche, o hacerlo solos, o utilizar medios de transporte comunitarios, sino solamente los que facilitan empresas privadas y contratadas con todas las medidas de seguridad. La advertencia fue diferente de las que regularmente publican; en esta ocasión advirtieron que ante el nivel de riesgo, no pueden garantizarle a los ciudadanos estadounidenses en territorio mexicano, la protección debida de sus oficinas diplomáticas.
Obviamente, estos mensajes se leen en el contexto de la reciente aprobación de la reforma judicial, evaluada con recelo en el gobierno norteamericano y que tantos desencuentros provocó con el gobierno mexicano.
Así se despide López Obrador, gritando ¡Viva México! Pero heredando uno de los escenarios de inseguridad pública más problemáticos de los últimos años. También ahí se notó la transformación.
<div class="adL"></div>

La suspensión de Fiestas Patrias en la 4T

El dirigente nacional de Morena, Mario Delgado Carrillo, fue malinformado o sorprendido. O bien, se unió voluntariamente a la promoción de la historia del fraude electoral en Jalisco.
No hubo “anuncio crucial”, como habían prometido él y Claudia Delgadillo, la excandidata a gobernadora, y aunque convocaron a una conferencia de prensa que más bien parecía un mitin, quedaron fuera de lugar porque el período electoral ya quedó muy lejos. 
Anunciaron, con días de anticipación, que convocaban a un encuentro para presentar públicamente una información que sería no sólo novedosa, sino que incluso cambiaría el escenario político del Estado. No pasó nada.
Como se anticipó en este mismo espacio apenas ayer, las autoridades judiciales electorales no tenían en agenda ningún asunto que estuviera relacionado con la impugnación de las elecciones de Guadalajara y de la gubernatura, a pesar de que intencionalmente, y en grupos de redes sociales y chats, se hizo circular la versión de que este 12 de septiembre se anularían ambos procesos.
Personajes como la próxima regidora tonalteca, Juncal Solano, difundieron abiertamente en redes sociales que la elección se anula. Tratándose ya no solo de una youtuber, sino de una funcionaria electa y con responsabilidad pública, debería obligarse a medir sus mensajes que generan la confusión y la incertidumbre que ya fue rechazada por numerosos organismos académicos, sindicales, empresariales y universitarios, que exigieron respetar los resultados de las elecciones y reconocer a los ganadores al margen de los partidos políticos que los postularon.
Mario Delgado, como dirigente de Morena, carga con el lado más negativo de este tema. No puede permitirse, como futuro secretario de Educación del gobierno de Claudia Sheinbaum, alimentar conflictos de campaña. 
Fue su triste despedida de Jalisco.
Quizá cuando regrese en el futuro, lo haga como responsable de la educación nacional. Se va dejando un lamentable antecedente. 
En la exigencia de justicia electoral, porque aseguran que fue violentada en las elecciones por el gobierno del Estado y la presidencia de Guadalajara, debieran comunicar a la ciudadanía algo más que frases emocionales, consignas contra el partido Movimiento Ciudadano y contra personajes de éste; debieran presentar las pruebas, los documentos que en teoría, le entregaron a los magistrados electorales para demostrar lo que han sostenido desde el 3 de junio pasado.
Ahora sí que en el lenguaje popular que sostiene cómo nos estamos convirtiendo en Venezuela, la causa de varios personajes de Morena, al menos en Jalisco, se parece tremendamente a la de Nicolás Maduro: éste afirma que ganó una elección aunque no presenta las pruebas… y los otros, también.

La despedida de Mario Delgado sin anuncio crucial

Todavía no acabamos de sorprendernos con la aprobación de la “reforma judicial” en el Senado de la república, donde ha quedado al descubierto la gansteril operación de poder del senador Adán Augusto López y la manera como se prestaron a hacerle segunda gobernadores morenistas y otros funcionarios, presionando a diferentes senadores y políticos relacionados con ellos, y ya está en operación otra maquinaria de comunicación, para sembrar el miedo y la desestabilización en Jalisco.
¿Cómo está el asunto?
Sencillo: el aparato político que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador y que ya arrojó su sombra sobre el sexenio que encabezará Claudia Sheinbaum Pardo, obtuvo todo lo que quería en el nivel federal. Controlará la presidencia, las cámaras de Diputados y Senadores y el Poder Judicial. Pronto, consumarán lo que falta: desaparecer organismos autónomos.
¿Qué sigue ahora? El control total en el país e imponerse en los pocos espacios que quedan, en estados con gobiernos de oposición política como Jalisco, Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato y Querétaro (en esta Entidad, por cierto, el Congreso estatal rechazó de inmediato la reforma al Poder Judicial en un acto de auténtica valentía, tal como están las cosas).
El día de hoy, Mario Delgado Carrillo, todavía dirigente nacional de Morena, estará en un evento público con la excandidata al gobierno estatal, Claudia Delgadillo González, y convocaron para presentar “un anuncio crucial”. ¿De qué se trata? Lo dejaron en suspenso, pero coincidentemente unas horas después de la aprobación de la reforma judicial, en grupos de redes sociales han hecho circular mensajes y un video, en el que se da por hecho que hoy mismo, se anularán las elecciones por la presidencia de Guadalajara y la gubernatura de Jalisco. 
El objetivo, naturalmente, es generar la expectativa y la confusión. 
Pero no es información completa.
Basta con revisar el sitio web del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y se constata que este 12 de septiembre no hay sesión de la Sala Superior del Tribunal federal, que es la instancia donde está radicada la impugnación de la elección por la gubernatura. 
En el mismo sitio web (www.te.gob.mx) se despliega el contenido de la sesión que sí tuvieron los magistrados, pero ayer 11 de septiembre, y en los numerosos casos que abordaron no figuró la elección en Jalisco.
Ahí mismo aparece la agenda de trabajo de la Sala Regional del mismo tribunal, con sede en Guadalajara por ser asiento de la Primera Circunscripción Plurinominal (hay cinco en todo el país). Ésta sesiona hoy 12 de septiembre a partir de las 12:00 horas y tiene programados el análisis y votación de 24 expedientes: nueve corresponden a asuntos de Sinaloa, cuatro de Sonora; dos de Baja California y dos de Nayarit. Finalmente, quedan otros siete que son recursos interpuestos por el partido Morena, por actos del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE).
Nada sobre impugnaciones de elecciones municipales, como la de Guadalajara.
El rumor sobre las anulaciones es sólo un amago y quizá Mario Delgado y Claudia Delgadillo no tendrán nada “crucial” para dar a conocer. 
¿Pronto habrá presión (o seguramente ya) sobre los magistrados electorales, tanto de la Sala Regional como de la Sala Superior? Por lo que vimos en el Senado, seguramente sí. Conviene estar preparados.

Los rumores: anular elecciones en Jalisco

Era cuestión de esperar hasta que apareciera el voto, o los votos, que en el Senado permitieran la aprobación de la reforma judicial. Y fueron los Yunes. Miguel Ángel padre e hijo. Tras una jornada de enfrentamientos y denuncias de presiones y detenciones, Miguel Ángel Yunes Márquez subió a tribuna y aseguró que no es “ni cobarde ni traidor”, pero a pesar de haber llegado a la Cámara Alta postulado por el Partido Acción Nacional (PAN), entregó su voto a favor de la reforma impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, primero, y por las fuerzas políticas encabezadas por Morena, finalmente.
No fueron útiles, en términos de modificar la reforma, ni las marchas y plantones; ni las protestas de trabajadores del Poder Judicial ni las manifestaciones de preocupación de las organizaciones académicas y empresariales. No funcionó la contrapropuesta de la ministra Norma Piña, ni tampoco el riesgo económico manifestado por los socios comerciales (Estados Unidos y Canadá). Quedaron en anécdotas de fin de sexenio las advertencias del embajador estadounidense Ken Salazar y el encontronazo con su amigo, el presidente.
Al final, un único personaje de oscuros antecedentes y además, perseguido por la ley en su natal Veracruz, provocó el desmoronamiento de la estrategia de oposición, que llegó incluso a resguardar a sus integrantes para conservar los 43 votos que hubieran impedido el paso de la reforma judicial.
Yunes pasará a la inmediata historia política del país como un traidor, cuando menos a sus principios y a sus compañeros de causa política. ¿Qué obtuvo a cambio? Quizás impunidad y tal vez, una candidatura en años próximos, pero eso no es seguro.
En la simbólica liturgia del poder, en la noche del grito de Independencia, el presidente López Obrador gritará: ¡Viva la reforma judicial! 
Los mexicanos, con mayor o menor interés según sea el caso, atestiguaremos pronto la remoción de los ministros de la Suprema Corte y la elección de quienes los sustituirán, y seremos convocados a votar para elegir magistrados y jueces.
El quebranto económico, con toda seguridad, será percibido de inmediato y en los meses próximos, y será la próxima presidenta Claudia Sheinbaum, quien deberá sobrellevar las presiones como cabeza del gobierno.
Lo de Yunes, al final, no es tan importante. Si no hubiera sido él, habría sido otro. 
Siempre ha sucedido que algunos personajes en el ejercicio político terminan por intercambiar sus convicciones por algún beneficio coyuntural.
Lo que viene ahora será la inconformidad permanente de los trabajadores del Poder Judicial y el manejo político de la causa. Seguramente, se extenderán por mucho tiempo las estrategias judiciales para detener lo que la reforma modificará. 
Pero al final, debe reconocerse, el triunfo en la arena política es de López Obrador y sus beneficiarios en los círculos del poder que han implantado.
El costo de todo ello, lo estaremos pagando todos juntos.

Fueron los Yunes

Este 10 de septiembre se realizará en la ciudad de Filadelfia el primero, y posiblemente único, debate entre los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos: Kamala Harris y Donald Trump. El evento iniciará a las 7:00 de la tarde, horario del Centro en la república mexicana, y como resultado del choque electoral, seguramente quedará sentenciada la elección presidencial estadounidense.
En un país donde la vida se valora y evalúa en números y estadísticas de comparación como lo es Estados Unidos, un dato hace del debate presidencial un gran show de masas: están empatados en las preferencias. Donald Trump tiene 48% de la intención de voto y Kamala Harris 47 por ciento, de acuerdo con una encuesta publicada apenas el fin de semana por The New York Times.
Los procesos electorales norteamericanos están llenos de tradiciones, períodos fatales, leyendas urbanas y pronosticadores. Sin embargo, varios elementos adicionales hacen más impredecible y peligroso el resultado del proceso. Comparto algunos:
&#8211; Trump, candidato republicano, prácticamente se ha “robado” al partido. A pesar de su edad avanzada y sus posturas radicales, no tiene competencia. Su enorme fama ha provocado que ni siquiera los juicios que enfrenta, su comprobada misoginia, su racismo evidente o sus ataques permanentes a las instituciones estadounidenses, lo detengan en su carrera por la presidencia. En Estados Unidos, donde una falta moral o ética destruyó carreras de políticos connotados, la historia personal de Trump está cambiando la historia del país y refleja la transformación de una sociedad norteamericana sacudida en lo más profundo de sus valores y tradiciones.
&#8211; Kamala Harris es mujer. Sí, aunque parezca una obviedad, es una mujer en un país que nunca ha tenido una presidenta y que a pesar de sus baños de pureza, vive un profundo machismo en sus instituciones y sociedad. Aparte, es de piel oscura. Otro obstáculo político para llegar a la Casa Blanca que cuando menos, ya había superado Barack Obama. Goza de prestigio y reconocimiento personal, pero no de la popularidad de su adversario. Si uno de sus principales méritos sociales es ser hija de migrantes en una nación construida por la migración, también es una gran desventaja si una leve declaración, un gesto o una actitud, detonan el rechazo de quienes, aunque sospechan de Trump, lo preferirían en lugar de una apuesta demasiado arriesgada como lo podría ser Harris.
Pero finalmente, la pregunta para nosotros en México, es simple e inmediata: ¿Quién nos conviene más, Trump o Harris? 
Quizá todos tenemos una o varias respuestas. Advierto algunos puntos:
Donald Trump nos ve como un mal necesario. Usa a México y a los mexicanos, como herramienta electoral. Cuando nos tilda de subdesarrollados, asesinos, violadores y drogadictos, posiblemente lo cree. Pero en su naturaleza todo tiene precio. Si puede ganar en cualquier sentido, negociará con los mexicanos o con quien los gobierne. Lo demás es secundario. 
Kamala Harris es una fiel norteamericana. Donde Trump no tiene valores ni los respeta, ella es una celosa guardiana de la institucionalidad. No odia a México ni a los mexicanos, pero seguramente nos observa con cierta compasión y a la distancia, como una realidad que da más problemas que soluciones. Como senadora, se opuso al tratado comercial de América del Norte que nos incluye. Nada será gratuito para los mexicanos si llega a la presidencia, y tampoco será una dulce protectora de los migrantes.
¿Qué es preferible, la rígida legalidad o la condescendencia comprada? 
Por lo pronto, revisemos el debate.

México: entre Trump y Kamala

Las movilizaciones contra la reforma judicial que tuvieron lugar este domingo en urbes como Ciudad de México y Guadalajara (además de muchas otras), demuestran con toda claridad un punto que no debe ser ignorado por el presidente Andrés Manuel López Obrador: no hay aval del pueblo “bueno y sabio” a favor de la reforma que entre otras cosas, pretende la elección popular de los jueces, magistrados y ministros, y que instaurará la figura de los “jueces sin rostro”, descartada por la legislación internacional que protege los derechos de las personas juzgadas para que sepan quién los está absolviendo o condenando.
El presidente López Obrador, la presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo, los coordinadores de Morena en el Congreso (Ricardo Monreal y Adán Augusto López) y todos los integrantes de la autodenominada Cuarta Transformación, están en la obligación de admitir que no hay unanimidad para que se apruebe una reforma contra la que están luchando la mayoría de los ministros de la Suprema Corte, magistrados, jueces y personal del Poder Judicial Federal, y que tampoco avalan los integrantes de poderes judiciales en los estados de la república.
La posición varias veces manifestada por el presidente López Obrador en sus conferencias mañaneras y en todos los eventos públicos donde ha abordado el tema, es que con la reforma se erradicará la corrupción en el Poder Judicial. Sistemáticamente, ha acusado a los integrantes del aparato judicial de ser corruptos, elitistas, nepotistas, neoliberales y particularmente, de estar entregados a la oligarquía. Se ha burlado de ellos; ha ironizado diciendo que con el paro de trabajadores, al menos se evita que sigan dejando libres a los delincuentes en el “sabadazo”.
Pero si López Obrador tiene razón en tanto que es conocido que el Poder Judicial tiene mucho qué cambiar para mejorar, también es totalmente cierto que “su verdad” no es universal ni hegemónica. También es cierto que en la reforma que salió de su oficina, la poderosa oficina presidencial, hay un contenido totalmente revanchista y hasta podría decirse, vengativo.
También es cierto, y lo pueden anticipar los que conocen del quehacer judicial, que si se aplican las reformas a 16 artículos constitucionales tal como están propuestas, provocarán un efecto que “arrodillará” al Poder Judicial ante la Presidencia de la república y no corregirán los vicios sino que, muy probablemente, los harán más hondos y radicales.
Por eso, por la falta de consenso, por los errores que son visibles aunque no merezcan el aplauso que exige la 4T, la reforma judicial debe detenerse.
P.D.:
<blockquote>Inauguramos en quiero tv esta sección de columnas de opinión. Es un privilegio, una gran oportunidad, poder compartir con nuestros lectores actuales y los que vendrán, los temas, las ideas y los hechos que nos alcanzan a todos.</blockquote>
Plumas de enorme calidad, opiniones que deben ser conocidas, se estarán compartiendo en nuestro sitio web. Al buen entendedor, con la certeza de ser una opinión más entre las muchas y muy valiosas junto a las que aparecerá, agradece a quierotv y a sus televidentes y lectores, la oportunidad de aparecer. 
Que sea por mucho tiempo. Abrazo y los mejores deseos a todos.

La reforma judicial debe detenerse

Laura Haro Ramirez

El último contrapeso

Mario Muñoz

“Año de Hidalgo…”

Federico Torres López

El Estado de Derecho

Laura Castro Golarte

Justicia para todos

Es sorprendente sí, pero también real: ya está en marcha un proyecto político para las elecciones presidenciales del año 2030 y tiene nombres y un apellido muy conocidos: Andrés Manuel López Beltrán. Es uno de los hijos del primer matrimonio del presidente López Obrador y popularmente conocido como “Andy”, aparecerá en la vida pública de manera evidente, como secretario general de Morena.
“Andy”, en palabras del mismo presidente López Obrador, ya le avisó de su interés de participar en el partido político fundado por su padre. Y recibió la aprobación del presidente. Según lo explicó en varias de sus mañaneras, la única condición para sus familiares directos fue no ocupar ningún cargo público mientras él fuera presidente. Y esa condición vence el próximo 30 de septiembre.
Aunque “Andy” no figura con mucha notoriedad, al menos mediáticamente, no ha sido tan ajeno a la política como lo presume su padre, el presidente. Es totalmente conocida su influencia en Palacio Nacional, su cercanía tanto con el presidente como con otros miembros del gabinete, incluidas las Fuerzas Armadas y la Marina. Si bien no hizo campaña, no daba discursos ni arengaba en mítines, sí le permitieron hacer numerosas recomendaciones para amigos cercanos que se beneficiaron de su amista para concursar en proyectos públicos tanto federales como de estados donde los gobernadores y gobernadoras son de Morena.
Literalmente, nadie se atrevió a rechazar las atentas recomendaciones del hijo del presidente.
Ahora, “Andy” dará el salto a la vida pública y aspirará, sin contendientes serios, a ser el secretario general del partido, haciendo fórmula con Luisa María Alcalde Luján (otra persona incondicional del presidente López Obrador), quien será la presidenta.
La interpretación política de este hecho es clara: se quedan en Morena para hacerle contrapeso a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, a menos que ella decida no oponer resistencia y entregarles lo que pidan. 
La presidenta pierde así, todavía más, su margen de maniobra.
En la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal Ávila le responderá políticamente a López Obrador; en la Cámara de Senadores, Adán Augusto López Hernández hará lo mismo. No por algo el presidente se refiere a él como “mi hermano”.
En el partido, que decidirá candidaturas y cargos en las siguientes elecciones y también, en la elección de jueces, magistrados y ministros, naturalmente “Andy” y Luisa María Alcalde seguirán la línea marcada por López Obrador desde su supuesto retiro en Palenque.
Si como dice el presidente, ya no dará entrevistas, ni aparecerá en eventos públicos y más todavía, ni siquiera publicará en redes sociales, sí será un auténtico tótem político al que acudirán los gobernadores y morenistas para seguir línea.
Por todo lo anterior y por lo que se descubrirá en los años venideros, queda claro que Andrés Manuel López Beltrán lleva mano para las elecciones del 2030.

Andrés Manuel López Beltrán: proyecto 2030