Culiacán, Elota, San Ignacio y Concordia; cuatro municipios de Sinaloa donde grupos delictivos se disputan el control territorial. La cifra de muertos –según a quien le preguntes o la fuente que leas– oscila entre los 40 y 50 en los últimos 10 días.
Ayer, 18 de septiembre de 2024, el presidente López Obrador dijo que la cobertura periodística que se le ha ido dando a la situación de Sinaloa es mera propaganda para desprestigiar a su gobierno, pero que como “el pueblo es mucha pieza”, no les funciona esta estrategia a sus adversarios.
No extraña el manejo y habilidad retórica del presidente para abordar este tema. No es novedad. Lo que sí me preocupa –y lo digo así nomás, en tono suavecito– es lo que respondió Jesús Leana (JL), comandante de la Tercera Región Militar con sede en Mazatlán a un reportero (R) que le entrevistaba. Se lo transcribo:
• R: La gente pregunta, ¿cuándo regresaremos nuevamente a la normalidad (en Sinaloa)?
• JL: Queremos que sea lo más rápidamente posible, pero no depende de nosotros, depende de los grupos antagónicos que dejen de hacer su confrontación entre ellos y que estén dejando a la población en paz para que vivan con tranquilidad.
Y así, ¿cuánto porcentaje más del territorio mexicano hay a la espera de que los delincuentes decidan quién se lo queda?, ¿cuántos desplazados más?, ¿cuántos muertos más?, ¿cuál estado de derecho?
Le digo… lo que exprese el presidente por enésima ocasión contra los periodistas o a quien configure como sus adversarios personales o de su gobierno, o de la 4T; eso es lo de menos. La realidad.
De vez en vez me da por recordar algunas frases que en lo cotidiano he leído. Así de pronto salta a mi memoria lo que igual pudo llegar en forma de cartel publicitario, barda de fondo blanco, algún diario o semanario y –claro está– un libro.
Esto me vino a la mente:
Qué costumbre tan salvaje esta de contar a los muertos… ¿sí iba así?, ¡no, ahora recuerdo!: “Que costumbre tan salvaje esta de enterrar a los muertos”, Jaime Sabines. Costumbre salvaje y muerte, la constante que une la idea.
121, 613; 157, 158; 196, 505. Son las cifras globales de homicidios de los últimos sexenios, los dos primeros ya concluidos y el tercero a escasos 11 días de que lo haga. Más salvajes resultan los simples números que la costumbrita ésta de enterrarlos o contarlos. ¿Salvaje?, ¿escalofriante?, ¿indignante?, ¿pavoroso? Real.
Sé bien que lo que no se mide (o pone en cifras) no es mejorable, así que la crítica no va por ese lado. Tampoco vengo a exponer lo ya muchas veces visto, leído y escuchado respecto a la fallida estrategia de este gobierno (y del anterior, y del previo) para contrarrestar la violencia en México. Suficiente evidencia hay respecto de que los abrazos no sirvieron para inmovilizar a las miles de manos que empuñaban un arma.
Lo que sí creo es que por lo menos debe existir un atisbo de mera empatía con las víctimas, si no con el muerto, sí con aquel o aquella que quizá alguna vez le amó; y si tampoco se puede con él o ella, por lo menos con alguna de las muchas personas que ven mermado su día a día por el nivel de violencia que hay en su ciudad.