Esta columna se dedica a preguntarse sobre la práctica, la educación, la filosofía, las cuestiones sociales y los desarrollos científicos de la medicina que atañen directamente a las personas comunes.
Aquí parto de que la medicina –de acuerdo con la afirmación de Jacobo Needleman– (1) fue el primer esfuerzo que el humano hizo para aliviar el dolor, el sufrimiento del otro aun sin tener la mínima idea de cómo poder hacerlo. Para cumplir con esta esencial tarea humana, ese protomédico inventó la ciencia; es decir, una forma de lograr alguna forma de conocimiento que le permitiera ayudar al sufriente, al herido, a sanar sus heridas.
Vista así, la medicina sería desde su nacimiento en la prehistoria, la profesión que une necesariamente el conocimiento científico a la convicción humanitaria de servir al otro. ¿Qué pasó entonces que hoy es cada vez más notorio que la medicina ha dejado de lado su sentido humanitario y se enfoca casi totalmente en su lado técnico?
La biomedicina, o medicina occidental conquistó el globo
Iremos por partes, poco a poco y diversas entregas, para explicar la separación del lado científico-técnico del lado humanitario, sus enormes costos económicos y morales; su enquistamiento en la educación en las escuelas de medicina, y su absoluto dominio en los sistemas de salud (de México y el mundo). Veremos que la deshumanización es mucho más que las carencias crónicas de personal y recursos como en el caso mexicano. Cuestión muy grave que no se resolverá con la sola dotación de los recursos faltantes. Las carencias formativas en el desarrollo para modular las intensas emociones intrínsecas a la relación médico-paciente serán más visibles cuando no existan (la esperanza muere al último) razones estructurales para el agotamiento profesional, hoy con los nombres de moda burnout, fatiga compasiva o empática.
La deshumanización abarca dramáticamente al ejercicio privado de la medicina, desde la mercantilización a que se ven obligados los médicos –que sin derechos laborales– recetan, dan orientación, en las farmacias, hasta la cínica atención centrada en la ganancia máxima de hospitales privados y no pocos médicos en ejercicio liberal.
También tendrá su momento de cuestionamiento el papel depredador de la industria médica que literalmente fabrica enfermedades, proceso conocido como disease mongering (2).
En medio de tan gran espacio temático, veremos que la población es mantenida al margen del poder en los servicios públicos de salud (no puede ni escoger a su médico general para establecer una relación de beneficio mutuo a largo plazo), mucho menos tiene voz en las formas como se organiza su atención clínica (se evita a toda costa hablar de cuidados clínicos). Y jamás ha tenido la oportunidad de opinar sobre la forma y contenidos de los programas universitarios que forman a los médicos que le cuidarán.
Se desperdicia la experiencia de toda persona que ha sido paciente y podría sistemáticamente compartir su experiencia con los médicos en formación para mostrarles –muy oportunamente– la visión de la relación médico-paciente desde la otra orilla del abismo que separa hoy en día al médico y el paciente (3).
Nos seguiremos leyendo mutuamente cada semana en este espacio para cuestionar a la medicina; yo la cuestiono porque la amo y porque deseo que reencuentre su pasión original, tener conocimiento sólido para servir a sus semejantes. Y creo que tengo algunas aportaciones sustentadas para formar un nuevo tipo de médico mexicano.
Anexo tres fuentes que podrían ser parte de la malla curricular de un nuevo médico general mexicano. Nos leemos el sábado próximo.
(1) Needleman, J. (2014). The Way of the Physician. Recovering the Heart of Medicine. Napa CA: Fearless Books.
(2) Shankar, P. R., & Subish, P. (2007). Diseases mongering. Singapore Medical Journal., 48(4), 275-280.
(3) Ramírez-Villaseñor, I., & García-Serrano, V. G. (2019). Pacientes como profesores en la escuela de medicina. Archivos en Medicina Familiar. An International Journal., 21(2), 35-43.