Cada seis años en México, con el cambio del gobierno federal, se cumple una regla no escrita denominada: FRENO Y ARRANQUE, en donde toda una estructura de trabajo de casi 1.98 millones de servidores públicos adscritos a este poder, esperan conocer el nuevo rumbo, los innovadores programas de trabajo y el estilo para gobernar del flamante mandatario y su gabinete. El país se pausa irremediablemente y esto impacta en cadena a los demás sectores productivos. Esto es la política del freno y arranque.
Como ejemplo de lo anterior, es bueno recordar que Tesla está esperando definiciones políticas para continuar la construcción de su megafábrica en Nuevo León y que muchos empresarios han pausado sus proyectos de inversión por las mismas razones.
Tengo presente un encuentro de trabajo que llevamos a cabo en Shanghai, ubicada en la costa central de China, en donde el gobernador regional nos preguntó con cierta curiosidad cuáles eran los diez proyectos que teníamos en la agenda de trabajo y que en independencia de continuar en el cargo o no, serían llevados a feliz término por nuestros sucesores.
En la pregunta anterior está el aprendizaje para cada gobernante que inicia un periodo de gobierno en México, en cualquiera de sus tres niveles: La conveniencia de aceptar que las políticas públicas establecidas y que funciona bien, que proporcionan armonía y progreso para sus ciudadanos, no deberían cambiarse entendiendo que cada modificación presupone altos costos, mismos que ya vimos operar en el sexenio que finaliza, como la cancelación del proyecto del aeropuerto de Texcoco que supuso una erogación de 252 mil millones de pesos y súmele Ud. a esto, el costo de la construcción del aeropuerto Felipe Ángeles que ascendió a los 75 mil millones de pesos.
Aunado a lo anterior, está el alto costo de no tener un buen sistema de salud al eliminarse el Seguro Popular, el invertir en refinerías cuando lo ideal es hacerlo en energías verdes y sustentables, y eliminar a los organismos autónomos que proporcionan gobernabilidad.
Las modificaciones en la forma de gobernar para que funcionen mejor deben llevarse a cabo bajo las cuatro disciplinas de la ejecución que ahora menciono: Se debe seleccionar la meta crucialmente importante, establecer los indicadores y las métricas para que la meta se cumpla, celebrar sesiones de trabajo con los equipos de alto desempeño para evitar las desviaciones de los objetivos y poner en funcionamiento el Balanced Scorecard (un sistema de gestión) para entonces sí, llevar a buen puerto al país.
Inicia mañana un nuevo sexenio, esperemos que éste acelere el progreso sin polarizar a la sociedad y evite ponerle el freno.
Seguimos en conexión.