La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo está invitada a participar en la Cumbre del G-20 que se realiza en Brasil. Los jefes de Estado están convocados para los días 18 y 19 de noviembre. El anfitrión, Inacio Lula da Silva, la invitó abiertamente para que participe y se una a la iniciativa brasileña para combatir el hambre de los desafortunados del mundo.
¿Qué hará la presidenta mexicana? Está considerando la invitación, pero estar presente en Brasil, le dificultaría unirse a los festejos y conmemoraciones de la conmemoración de la Revolución Mexicana.
La nueva presidenta es la Jefa de Estado en el país que ocupa la duodécima posición entre las economías del planeta. Debe estar presente en el encuentro del G-20 por múltiples razones, además de la justificada iniciativa del presidente brasileño.
Siempre se criticó en el sexenio anterior que Andrés Manuel López Obrador evadiera presentarse en las cumbres de mandatarios. “La mejor política exterior es la política interior”, respondió cuando su gestión comenzaba y parecía inexplicable que rechazara esos encuentros. Obligado por las circunstancias, viajó a los Estados Unidos para encontrarse con el presidente Donald Trump, pero siempre delegó en Marcelo Ebrard la representación nacional ante otros jefes de Estado.
Claudia Sheinbaum debe estar en el encuentro de mandatarios en Brasil, no sólo porque tenga que “codearse” con los poderosos del mundo. Existen razones más importantes y trascendentales.
La presidenta mexicana es, junto con la presidenta de Italia, Giorgia Meloni, la segunda y única mujer en el selecto club del G-20. De entrada, el hecho histórico de que una mujer encabece el gobierno mexicano, ya es razón suficiente para compartir ante los representantes del mundo los proyectos y visión de nuestro país. Y también es necesario que la presidenta cultive los lazos que le permitan ampliar la misión de nuestro país ante el concierto internacional.
Durante el sexenio obradorista se registró una especie de cerrazón que constriñó la influencia mexicana en América Latina y nos obligó, por voluntad exclusiva de Andrés Manuel López Obrador, a aceptar una convivencia internacional con personajes como el cubano Miguel Díaz-Canel y una corriente de simpatía con individuos como Nicolás Maduro o Evo Morales, que han demostrado su escasa valía –dentro de sus naciones– con el paso de los años.
El nuestro es un país que como se insiste en los discursos oficiales, representa riqueza económica, territorial y ambiental. Pero también es una potencia cultural y social. Muchas veces no nos apercibimos, concentrados como estamos en nuestros conflictos, de la atención que nos prestan las naciones vecinas. Los valores que ha promulgado y defendido la república mexicana podrían extenderse a otros países y sociedades, afectadas por problemas en los que se podría aportar.
La presencia de Claudia Sheinbaum en el G-20 es necesaria también por lo que la presidenta puede llevar en representación de los mexicanos. El beneficio es circular: se da y se recibe.
No es una fórmula efectiva el ostracismo. Esa visión del sexenio pasado debe quedar superada.