Durante mucho tiempo, entre un gobierno y otro, ya fueran del mismo partido o producto de la alternancia, un deseo persistente y permanente entre los mexicanos fue el de la continuidad. ¿Y por qué persistente y permanente? Porque por lo general, el nuevo gobernante anulaba, ignoraba y desaparecía los logros del anterior, aunque fuera correligionario, con mayor razón si no lo era.
A lo largo y ancho del país fuimos acumulando obras inconclusas, proyectos y programas omitidos, desdeñados, minimizados, desaparecidos… porque el nuevo gobernante empezaba todo otra vez, cada tres o cada seis años, en los municipios, en los estados y en la Presidencia. Elefantes blancos poblaban calles, avenidas, pueblos y ciudades de toda la República mexicana.
Si tan sólo hubiera continuidad, pensábamos, deseábamos, decíamos, esperábamos… Y nada. Recuerdo por ejemplo, el programa de Regionalización que emprendió el primer gobernador panista de Jalisco, Alberto Cárdenas Jiménez. Me tocó cubrirlo como la primera reportera mujer (aprovecho y apunto) que en la historia de El Informador era titular de la fuente de Gobierno del Estado (cuando las redacciones se organizaban de esa manera). Todas las semanas había giras a los municipios del Estado para conocer las demandas de la población, el vocacionamiento de cada región, de cada pueblo; las obras más urgentes, las necesarias, las deseables; los problemas sociales y económicos, las necesidades del campo, de los productores agrícolas y ganaderos, de los agroindustriales; las urgencias en materia educativa, de salud, de transporte…
Las regiones se definieron justo con base en las coincidencias para que las políticas públicas se determinaran de una manera más precisa y rindieran mejores frutos. Se consideraron cuestiones geográficas, climáticas, productivas, de infraestructura, de conexiones… y se proyectaron acciones para resolver y para adelantar. Me pareció siempre una gran idea. Lamentablemente, a Cárdenas Jiménez no le alcanzó el tiempo para completar el proyecto y se quedó a medias para siempre, hasta que se empezó a empolvar y a caer en pedazos en los siguientes sexenios. El primero que lo desconoció fue Francisco Ramírez Acuña, panista también, su sucesor. Cárdenas era carismático y Ramírez no y pues no, no hubo poder humano ni argumentos sustentados y comprobados para que retomara ese proyecto, y se perdió.
¿Cuántos ejemplos así habrá en toda la República? En cada municipio, en cada estado y, claro, en las obras de sucesivos gobiernos federales. Cambios sexenales que tiraban a la basura buenas iniciativas pero que como ensalzaban al anterior, el que llegaba no les daba continuidad.
Hoy, que tenemos la oportunidad de que sí haya continuidad, se cuestiona. Hay cosas que de plano me cuesta trabajo entender, formas de razonar y de llegar a ciertas conclusiones que me parecen incomprensibles. Voy por partes.
Claro que quiero continuidad en las políticas económicas que dieron como resultado, con todo y pandemia y las guerras en el mundo, que el sexenio transcurriera sin devaluaciones (de hecho, en los primeros días de este nuevo gobierno ha recuperado terreno frente al dólar); que se alcanzaran niveles históricos de recuperación salarial (el mínimo aumentó más de 100% sin quejas del sector empresarial y sin repercusiones en la inflación); que se registraran también niveles históricos en la inversión extranjera directa con mejores salarios para los trabajadores mexicanos; que México ocupe el segundo lugar de todo el mundo, en la lista de países con menos desempleo (casi tenemos empleo pleno); que se haya reducido la informalidad laboral, tan combatida por los formales; el incremento real en los ingresos tributarios; los ahorros por la prohibición de las condonaciones fiscales; casi 42 millones de turistas; la ubicación de México como el socio comercial más importante de EE. UU. luego de haber desplazado a China y Canadá; que subiera dos lugares en la lista de las primeras 20 economías mundiales para colocarse en el lugar número 12 por encima de Austria, Corea del Sur, España y Suiza, por mencionar algunos; que se lograra contener la inflación (uno de los indicadores más complicados durante el sexenio, sin duda alguna); la recuperación del poder adquisitivo y el incremento en el dinamismo del mercado interno y, entre muchos otros, sin duda el más importante, sí quiero continuidad en la política pública, propósito y meta que tiene como objetivo que más gente salga de la pobreza. En esta administración, con base en datos del Banco Mundial, son 9.5 millones de mexicanos los que salieron de esa condición porque mejoraron sus ingresos.
No puedo dejar de lado en materia económica todavía, tres indicadores que seguro los empresarios, particularmente los más grandes y ricos, querrán que continúen: el comportamiento a la alza de la Bolsa Mexicana de Valores; el incremento impresionante, también de récord histórico, en las utilidades de la banca comercial así como, el tercero, el aumento sin precedente de las reservas internacionales. ¿Continuidad o no? Sí.
También quiero que haya continuidad en la inversión federal para la juventud que creció 20 veces en comparación con los cinco sexenios anteriores. Y que no sólo se mantengan, sino que crezcan los programas de bienestar que lo que hacen es reactivar el mercado interno, por supuesto, hay movimiento económico, ganamos, gastamos, ganamos; pero sobre todo, mejorar las condiciones de vida. Ahí va, que siga por supuesto.
¿Y qué decir de los porcentajes de reducción de la deserción escolar en primaria, secundaria, prepa y educación superior? ¿Habrá alguien que no esté de acuerdo en que esto continúe?
En términos menos tangibles, también crecieron los niveles de confianza en las autoridades y cayó el porcentaje de mexicanos mayores de 18 años que consideran que su estado es inseguro; ambos datos del INEGI.
Los delitos del fuero federal se redujeron en 29 por ciento; los homicidios, uno de los indicadores más difíciles de abatir, también se redujeron aunque no lo parezca, la cuestión es que empezó el sexenio con una cantidad muy alta de homicidios dolosos por mes y costó trabajo bajar la incidencia. Debe continuar este combate con las medidas y políticas precisas.
Robo general, de vehículos y secuestros, la incidencia, también disminuyó. Y, un dato fundamental, en el sexenio hubo 41.6 por ciento menos víctimas de feminicidio. Esta reducción debe continuar.
En algunos aspectos se avanzó más que en otros, sin duda alguna. Con mayor razón, hay programas y estrategias específicas para fortalecer, afinar, mejorar, es decir, continuidad y cambio. Seguridad y salud son los principales. Si hay algo encaminado, que continúe. Novedades no escuchadas o muy poco en el sexenio anterior, políticas para el adelanto de las mujeres, relocalización de empresas, coordinación con la fiscalía, están planteadas ya, igual que la crisis de personas desaparecidas entre otras que reclaman atención urgente. Hay que estar al alba, pero por fin, hasta que nos hacen caso a muchos, con el reclamo de la continuidad.