Por sentido común, debemos negarnos a entrar en una suerte de competencia sobre en qué estado de la república se presentan más hechos de violencia. Es una tentación de quienes están en el poder y pretenden utilizar las estadísticas como herramienta discursiva. ¿Cuántas veces en el anterior sexenio se mencionó a Guanajuato como la entidad más violenta y se subrayó que era gobernada por neoliberales? Es importante hacer hincapié en esto porque al iniciar la semana, Guerrero y particularmente, su capital Chilpancingo, están en el foco de atención nacional por el brutal asesinato de su presidente municipal, Alejandro Arcos.
Apenas el jueves pasado había sido una sorpresa nacional el asesinato de quien fungía como secretario general del mismo ayuntamiento, Francisco Gonzalo Tapia. Ambos, alcalde y secretario, no cumplieron siquiera una semana en el cargo y ahora están muertos. Y claramente, fue obra del crimen organizado.
En Guerrero gobierna Evelyn Salgado, hija del senador Félix Salgado Macedonio y ambos son dos conocidos militantes y activistas de Morena.
El Estado de Guerrero, como pocos en el país, conjuga una serie de situaciones negativas que obliga a mantener con sus habitantes una corriente permanente de solidaridad: sufren violencia permanente en la conocida zona de Tierra Caliente; muchos de sus municipios, sobre todo en la zona serrana, aparecen entre los más pobres del país; su puerto turístico por excelencia y durante décadas, el más conocido del país, Acapulco, parece ahora una víctima predilecta de la naturaleza; primero fue “Otis” y después recientemente, “John”. Dos huracanes que han provocado desgracias tremendas en esta y otras zonas de la región.
Además, en Guerrero ocurrió una de las tragedias que más han significado a México en el conocimiento internacional, y esto nos devuelve a Chilpancingo: la desaparición de los 43 de Ayotzinapa, hace 10 años.
Comienzo este texto llamando a negar que se acepte una etiquetación de los estados de nuestra república por los hechos violentos, y lo reitero.
Guerrero no debe ser tachado. Como tampoco debe hacerse nada similar con otras entidades como Guanajuato, Colima, Michoacán, Tamaulipas, Chihuahua, Baja California o el mismo Jalisco, porque se hayan presentado sucesos escandalosamente violentos, o sean alarmantes las cifras de homicidios o feminicidios o cualquier otro fenómeno de naturaleza similar.
Y queda claro y ampliamente demostrado, que el origen partidista o político de gobiernos estatales o municipales no define mayor o menor registro de hechos violentos. En todo caso, se pueden atribuir situaciones específicas y aumento de condiciones violentas, a comportamientos de personajes particulares.
Pero al margen del estudio de cada caso, sí me detengo en la triste coincidencia de que siendo la violencia, después de muchos años, la primera preocupación de los mexicanos según lo reflejan las encuestas, otra vez Guerrero aparezca como uno de los focos de atención, y justo después de que la presidenta Claudia Sheinbaum, en su primera visita oficial de gobierno, haya estado en Acapulco para acompañar a los afectados del huracán “John”. Es insólito que en ese contexto, ocurran las muertes brutales del alcalde y el secretario de la capital del Estado.
El reto es para la presidenta Claudia Sheinbaum (la gobernadora Evelyn Salgado y su padre senador, están totalmente rebasados, son casi anecdóticos, y eso lo saben todos en Guerrero).
Está por cumplir una semana al frente del gobierno federal, en lo que ella anuncia como “el segundo piso de la transformación”. Y queda claro que el gran reto no es la reforma judicial, ni la aplicación de los programas sociales, ni la inflación, ni la relación con Estados Unidos, ni la urgencia de preparar el Presupuesto 2025; el gran reto es la violencia y el crimen organizado.
Después que las Fuerzas Armadas le juraron lealtad y ya pasó la reforma para que éstas operen y administren la Guardia Nacional, ¿seguirán los abrazos? ¿Sobre todo después de lo que pasó en Chilpancingo?
El bono de la legitimidad y la luna de miel política se pueden terminar pronto.