El presidente del Senado de la república, Gerardo Fernández Noroña, fiel a su consigna de plebeyo (título nobiliario que él mismo se otorgó), trivializó un asunto de la mayor importancia: la elección de magistrados y jueces federales, con pelotitas blancas incluidas en una sesión del pleno del Senado y anunció, “de aquí a la Lotería Nacional”.
El comentario y las imágenes lo explican todo.
En nuestro país, la reforma constitucional al Poder Judicial, en medio del paro de trabajadores judiciales y las discusiones que se dan entre políticos y estudiosos del Derecho Constitucional, se dirimió con una tómbola para definir que el año próximo se elegirán 464 magistrados y 386 jueces en un proceso que al día de hoy, no tiene reglas claras.
Y sí, como lo dijo con tono humorístico Fernández Noroña, “de aquí a la Lotería Nacional”. Porque tal cual, la determinación de quienes serán sujetos a impartir justicia quedó sujeta al azar, a la suerte. Es cierto que esos más de 800 cargos judiciales se someterán a una elección, pero el resultado se puede anticipar: habrá una baja votación y ganarán los que estén mejor relacionados.
¿Eso garantiza que habrá una mejor impartición de justicia? ¿Gracias a ese mecanismo de selección de magistrados y jueces se terminará la corrupción y los defectos evidentes que imperan en el Poder Judicial? La respuesta es evidente y es negativa.
Lo que estamos atestiguando en el país, aunque el tema genere escaso interés en la ciudadanía, es el desmantelamiento del Poder Judicial tal como lo hemos conocido.
Es verdad que los ciudadanos han sido consultados en repetidas ocasiones y cuando se les ha preguntado a quiénes consideran más corruptos, en los primeros lugares aparecen los jueces.
Pero esa medición, seamos realistas, obedece a una percepción que es resultado de muchos años de aislamiento del Poder Judicial, tanto el federal como el de los estados. Es también lo que resulta de un largo proceso de corrupción e impunidad en el que han intervenido no solo quienes son privilegiados en el ámbito judicial, sino también quienes desde el poder, han intercambiado favores durante años.
En el enlodamiento del Poder Judicial (por acción u omisión) han participado diputados, gobernadores, presidentes municipales, partidos políticos, empresarios y aunque no se admita, hasta quienes viven en la sombra de la delincuencia.
¿Eso justifica a jueces, magistrados y ministros? Claro que no.
La carga de su culpa no se reduce en lo más mínimo y deben afrontar las consecuencias del nepotismo, el favoritismo y el desprestigio.
Pero lo que estamos viendo: la rifa de cargos en el Senado, con la burla incluida del presidente de la Cámara Alta, no nos da ninguna garantía de cambio para mejorar.
El expresidente Andrés Manuel López Obrador dijo en su momento que “con la democracia”, se iban a limpiar todos los defectos del Poder Judicial. No es cierto. Mintió.
No habrá mejor impartición de justicia y si bien cambiarán los controles, también sobrevendrán nuevos problemas.