El consumo de las familias es el principal determinante de la actividad económica, porque representa los gastos realizados en bienes y servicios tanto nacionales como importados. Es un indicador clave de la salud económica de un país, ya que todo lo que se produce es para ser consumido.
Al segundo trimestre del 2024 dicho consumo representó el 71.6% de la producción total de bienes y servicios (PIB), mientras que durante la pandemia fue del 66 por ciento.
Así, el consumo de las familias es un indicador de bienestar social, al reflejar la capacidad de los hogares para satisfacer sus necesidades, y un elemento clave para el crecimiento económico. El consumo depende de la confianza sobre ingresos futuros, la situación económica actual y futura de las familias y las perspectivas sobre el crecimiento económico.
Un aumento en la confianza del consumidor puede impulsar el crecimiento económico, mientras que la incertidumbre tiende a reducirlo. Por ello, los economistas utilizamos el índice de confianza del consumidor como un indicador clave para medir el grado de optimismo o pesimismo de las familias respecto a la situación económica actual y futura.
El Índice de Confianza del Consumidor (ICC) se encarga de medir dicha confianza. Un aumento en dicho índice indica mayor confianza y por ende, un mayor consumo. Una disminución indica una pérdida de confianza y una alta probabilidad de que las familias pospongan o disminuyan sus decisiones de consumo en el corto plazo.
Así el ICC puede ayudar a inferir sobre los cambios en el ciclo económico: expansiones o recesiones, y prever los cambios en la actividad económica.
Empresas, gobierno y mercados financieros analizan el comportamiento de este índice para determinar el futuro dinamismo económico.
Si el valor del índice es mayor a 50 puntos indica que hay confianza y los consumidores tenderán a gastar más.
Un valor por debajo de 50 puntos indica que los consumidores son cautelosos, lo que puede llevar a posponer sus gastos e incluso reducirlos afectando negativamente a la economía. En México dicho índice se comenzó a medir desde 2001, y en ningún momento ha logrado sobrepasar los 50 puntos.
Durante la pandemia, este índice cayó hasta un valor de 31.2 y su recuperación fue lenta, sin llegar a alcanzar actualmente los niveles prepandemia.
Actualmente su valor es de 47.1 y se ha mostrado estancado en esos niveles desde octubre del 2023, lo que nos dice que el crecimiento económico en el corto plazo será menos dinámico.
Entre los componentes del índice está el referido a la confianza de los consumidores sobre sus posibilidades de comprar ropa, zapatos, alimentos etc.
La buena noticia es que ésta se encuentra en un nivel históricamente elevado, aunque no para entrar en el terreno del optimismo, lo que indica una percepción en la mejora de los ingresos y la situación económica de los hogares.
Sin embargo, en otro indicador, la confianza para adquirir un automóvil nuevo o usado es muy baja, y menor desde que se mide este indicador.
Finalmente, la confianza para comprar, construir o incluso remodelar una casa se encuentra en niveles muy bajos, por debajo de aquellos cuando se comenzó a medir este indicador, lo que indica que si bien los subsidios instrumentados por el gobierno permiten mejorar las perspectivas económicas sobre el consumo de bienes básicos, no es igual para el consumo de bienes que requieren de un mayor poder adquisitivo.