La enseñanza cartesiana de mente y cuerpo separados domina la educación práctica de la medicina. El discurso es: “El ser humano es una máquina biológica que funciona bajo las leyes de la física mecánica; los síntomas son causados por una patología objetiva; y cuando descartamos esa patología entonces la máquina tiene una enfermedad mental, algo está desarreglado en su encéfalo (cerebro, cerebelo y tallo cerebral). Si dentro de su encéfalo no hay patología demostrable, entonces la máquina tiene una enfermedad de la mente (el misterio llamado psique, conciencia) y eso corresponde ser atendido por la psiquiatría y la psicología)”. Esta crítica podría verse exagerada, así que invoco a George Engel, médico internista y también psiquiatra, quien afirmó que la medicina había establecido una fuerte división entre mente y cuerpo adoptando la metáfora del “cuerpo como una máquina” y a la enfermedad como descompostura de la máquina (1).
Esta metáfora ha sido la base educativa en la escuela médica y en la organización de los hospitales. La consecuencia inmediata es que se deja de lado a la persona y se ignoran las emociones y sentimientos bilaterales implicados en la relación médico-paciente (2). Muchos médicos maduros pregonan el desapego emocional: “jamás muestren emociones y sentimientos con las personas que atienden”. En otras palabras, los médicos maduros les indican a los novatos que separen sus emociones y sentimientos de su práctica profesional. Algunos médicos sospechan que es posible ser compasivos y al mismo tiempo objetivos, pero no tienen formación teórica al respecto y sucumben ante la subcultura del desapego médico.
¿Quién tiene tiempo para educar las emociones y sentimientos? Así las cosas, los mecánicos de cuerpos se protegen de las emociones-sentimientos propios y ajenos; pero al costo de la atrofia emocional, muchos desarrollan alexitimia: no perciben emociones de los otros ni las propias. Sin duda la alexitimia afecta a sus relaciones más estrechas, sus familias. La profesión médica está plagada de suicidios, conductas descontroladas, alcoholismo, insatisfacción con el ejercicio profesional, adicción a sedantes, opioides, el trabajo, el juego y más. (3).
¿Hay alternativa a la metáfora de la máquina biológica?
Sí la hay: la teoría organísmica, que sostiene que somos seres vivos complejos y autogenerativos. Las máquinas no tienen dolor, no sufren, no anhelan, no tienen conciencia de la vida y la muerte, no sostienen valores éticos, aspiraciones, relaciones íntimas, no dan consuelo ni lo piden. Los organismos vivos autogenerativos, por lo contrario, tienen una fuerza adaptativa enorme y claras relaciones con su entorno (4), son capaces de sanar emocionalmente las heridas físicas o morales. En esta visión del mundo de organismos autopoiéticos (autogenerativos) (5), el médico no repara máquinas descompuestas, sino que ayuda al organismo complejo a sanar por sus propios recursos. Así, atendemos personas con heridas profundas que anestesiamos, limpiamos y suturamos metódicamente. Si el organismo es suficientemente fuerte, sanará. Lo mismo hacemos con la prescripción correcta de antimicrobianos, antivirales, antineoplásicos, etcétera. De igual manera ocurre si logramos comprender los significados del sufrimiento emocional y ayudamos a la persona a autodescubrirse y a generar nuevos significados de su pasado y presente que le fortalezcan. Estamos hablando de centrarnos en la persona sin descuidar la enfermedad del tipo que ésta sea, y si la persona la tiene.
Instituciones aferradas al paradigma médico del siglo 19
Aquí viene el gran tema: La Escuela de Medicina debe mudar el viejo paradigma del siglo 19. Puede lograr soluciones biológicas a todo problema de salud. Los logros de la biomedicina son enormes; ya no existe la viruela que devastó a la humanidad por milenios; la esperanza de vida de la humanidad ha ido de 35 años en 1850 a más de 75 años actualmente. La mortalidad infantil y materna se ha reducido enormemente; los implantes de articulaciones, las cirugías cardiológicas y mucho más, está al alcance de quienes tengan buenos servicios de salud.
No obstante, la enfermedad crónica crece y ya es enorme, el sufrimiento de orden mental alcanza niveles epidémicos. La metáfora de la máquina biológica se sostiene por la sola inercia de resistir nuevas formas de ver la realidad compleja. En estos días se anuncia la “curación” de la primera mujer con diabetes tipo 1 (6), aunque nadie sabe si las células beta originadas en células troncales vivirán muchos años con ella a pesar de los anticuerpos que destruyeron su páncreas. Seguramente tendrá que seguir usando supresores de su sistema inmune. No es posible estimar qué ocurrirá con este emprendimiento. Por lo pronto, se ha abierto un nuevo mercado en la biología molecular
Mientras, el origen de las enfermedades crónicas sigue sin ser atendido; la pobreza, la discriminación social, la crisis ecológica no son temas de la biomedicina.
¿Hay alternativas?
Lo bueno y lo nuevo es que ya hay mucho investigado acerca de cómo educar las emociones y sentimientos del médico en formación. Pero la cerrazón de las escuelas de medicina e instituciones de salud en México es abrumadora. Están totalmente centrados en la enfermedad, en la metáfora de la máquina biológica. Cuestión interesante porque el actual gobierno federal se asume como continuador del “Humanismo mexicano”.
¿Qué significa eso para la educación médica y los sistemas de salud centrados en la atención y educación de patologías según las ve la epidemiología clásica? ¿Los responsables de la salud y educación médica en México sospecharán que existe una filosofía y método clínico centrado en la persona publicado desde 1993? ¿Sabrán que hay numerosos estudios de que este enfoque reduce costos, eleva la satisfacción y genera mejores resultados clínicos para los pacientes? ¿Sabrán que centrarse en la persona eleva la satisfacción profesional de los médicos?
Referencias.
(1) Engel, G. L. (2012). The need for a new medical model: A challenge for biomedicine. Psychodynamic Psyquiatry, 40(3), 377-396.
(2) McWhinney. (1996). The importance of being different. British Journal of General Practice., 46, 433-436.
(3) Ramírez-Villaseñor, I. (2018). La infelicidad de los médicos: Un fenómeno complejo y un intento por comprenderla. Revista Mexicana de Medicina Familiar.(1), 37-44.
(4) Sturmberg, J. P., & Miles, A. (2013). The complex nature of knowledge. En J. Sturmberg, & C. M.
(5) (5) Martin, Handbook of systems and complexity in health. (pp. 39-62). New York: Springer.
(6) Stewart, J. (2001). Radical constructivism in biology and cognitive science. Foundations of Science., 6, 99-124.
https://www.nature.com/articles/d41586-024-03129-3?s=08