En semanas pasadas, he compartido con ustedes la visión actual sobre la discapacidad: el Modelo Social. Después de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad (ONU, 2006) existe este enfoque social, con el que reconocemos a las personas que viven esta condición como sujetos de derecho en igualdad de condiciones y equidad de oportunidades de salud, de educación, sociales, políticas, es decir en todo su entorno.
“Este es el deber ser”, la realidad no alcanza todavía a todos los que vivimos y quienes compartimos la discapacidad, es por este motivo que insisto tanto en que cada uno de nosotros generemos empatía para poner un granito de arena en la eliminación de barreras y facilitar en cierta medida la existencia de quienes tenemos esta condición.
Por supuesto, no todo depende de la sociedad o de las personas que viven con discapacidad y sus familias; los gobiernos juegan un papel primordial en la calidad de vida de este grupo vulnerado; el gobierno debe establecer más políticas públicas, mejorar la infraestructura y los espacios, también tiene injerencia en los servicios que provee a la ciudadanía que deben ser cada vez más inclusivos.
Las nuevas edificaciones deben construirse acorde a los reglamentos de accesibilidad con diseño universal (Reglamento de accesibilidad de los ayuntamientos de Zapopan y de Guadalajara); pensemos que una sociedad amigable con las personas con discapacidad es para todas y todos.
Una rampa sirve lo mismo para una mamá que lleva a su hijo en una carriola, que para una persona en silla de ruedas o para un adulto mayor que requiere el uso de un bastón por su reducida movilidad.
El Gobierno de Jalisco, en los últimos años ha realizado importantes esfuerzos para la atención de este grupo, creando programas específicos, centros que proporcionan servicios de rehabilitación, educativos y recreativos, sin embargo, estos apoyos son superados por la excesiva demanda.
Si sumamos las actividades del gobierno, los actos de las personas con discapacidad y las acciones que como sociedad podemos tener, los esfuerzos se multiplicarán y en definitiva traerán grandes cambios logrando la transformación sistémica necesaria.
Planteada la importancia que como sociedad jugamos, es vital seguir conociendo a que se enfrenta en su día a día alguien con discapacidad. Pretendo presentarles algunos escenarios para tratar de ponernos en sus zapatos y que esto nos lleve a reflexionar en las alternativas de apoyo que mejoren su subsistencia.
Pensemos en algunos episodios cotidianos, por ejemplo: Has caído en la cuenta sobre la altura del asiento de las sillas o sillones, (70 cms. aproximadamente), ¿cuánto mide una cama, el escalón de un autobús; a qué altura están los botones del elevador, el timbre de una casa? Para las personas que tienen Acondroplasia o como se les conoce, “personas de talla baja o gente pequeña” cuya estatura no llega a más de 1.30 metros, cualquiera de estas acciones tan sencillas como sentarse, querer subir a un elevador, o al autobús, o anunciarse tocando un timbre al llegar a una casa, se convierten en toda una odisea, ¿Sabes que ellos no alcanzan los controles del elevador y no pueden subirse a este, hasta que se acerca alguien y le pica al botón que no alcanzan?
¿Cómo hace una persona sorda para realizar un trámite cualquiera que se te ocurra, si quien lo atiende no conoce la lengua de señas? Se enfrenta entonces al difícil momento de eliminar esta barrera de comunicación.
Una de las tareas más comunes para un pequeño o pequeña es iniciar su educación en el preescolar entre los 3 y los 4 años; la educación debe ser incluyente y es obligatoria en nuestro país. Entonces, ¿cuántos compañeros con discapacidad tuvimos nosotros?, o ¿cuántos compañeros con esta condición tiene tu hijo o hija en su salón de clases, ya sea en educación básica, preparatoria o universidad?
En tu vida laboral, ¿Con cuántos compañeros o colaboradores que viven con discapacidad has compartido estos espacios? ¿Te fijarías en sus limitaciones? O, por el contrario, ¿valorarías sus capacidades para el puesto?
¿Has analizado cómo una persona ciega que se traslada sin acompañante en el trasporte público sabe qué autobús se aproxima?
¿Te has estacionado en un espacio azul sin necesitarlo? Esos espacios están hechos para personas con discapacidad motriz o movilidad reducida y que con su respectivo “gancho de permiso” están debidamente acreditado por el municipio para usarlo. Es necesario estar lo más cerca posible de la entrada al lugar a donde se dirigen.
Si el elevador no funciona, ¿cómo puede acceder a una estación de tren ligero una persona que usa silla de ruedas o muletas? Si el elevador está saturado por personas que pueden usar la escalera, ¿cuánto te toca esperar para este servicio sin el cual tu no puedes seguir tu camino?
Quienes vivimos con discapacidad, con mucha creatividad intentamos superar estas y otras barreras, por eso hasta nos dicen “GUERREROS”. Créanme, hay muchos días que no nos gusta ser guerreros y menos si “nos mandan a la guerra sin fusil”, dicho de otra forma, la sociedad en muchos casos es hostil ante las limitaciones que enfrentamos y las barreras que ha impuesto.
No exagero al decir, en sentido figurado, que debemos TATUARNOS en el cerebro ser incluyentes. Sólo con empatía y las acciones concretas que cada uno emprendamos todos los días, lograremos tener una sociedad inclusiva que responda a las necesidades de todos; sólo cambiando nuestra perspectiva hacia las personas con discapacidad estaremos atentos a hacer las modificaciones o los ajustes necesarios en cada uno de nuestros entornos para que se dé la verdadera inclusión.