Su mejor lanzamiento no lo dio en aquella Serie Mundial del 1981 ante los Yanquis de Nueva York, donde enloqueció a toda la fanaticada de los Dodgers, anonadó a los especialistas del rey de los deportes, cautivó a toda una nación, cuando puso a México en lo más alto del beisbol de las grandes ligas… Su mejor lanzamiento ha sido su propia vida, su ejemplo y ahora su leyenda, tras dar su último respiro en este mundo.
Fernando Valenzuela se fue a lanzar al cielo, allá con la más grandez donde están los verdaderos inmortales, fuera de un recinto, en la inmensidad, y es que el Toro lo logró todo, se convirtió en el ídolo de ídolos, nos gustara o no el beisbol. El 34 de la novena angelina conquistó la atención de todo mundo y eso solo lo consiguen los verdaderos inmortales. Las leyendas del deporte y en México, él representó el tridente de los más grandes del deporte de nuestro país.
Sin lugar a dudas, Fernando Valenzuela junto a Hugo Sánchez y Julio Cesar Chávez, quienes además fueron contemporáneos, marcaron un antes y un después en el deporte mexicano y por supuesto, en cada una de sus disciplinas. ¿Quién no corría a buscar las señales exclusivas y privadas para ver un partido de beisbol de Valenzuela, o un partido de Hugo con el Real Madrid, o una pelea del gran campeón sinaloense?
Hoy el Toro se nos adelantó en el camino y nos dejó un enorme hueco que nadie va a poder llenar; el gran pitcher, pelotero, beisbolista, pero sobre todo, lo que consiguió esa gran persona con su ejemplo de vida. Y sus logros dentro del diamante lo convirtieron en la gran leyenda que ahora es. Sí Fernando, te fuiste a lanzar con los más grandes, pero te quedarás por siempre en cada lanzamiento que se realice en cada parque de pelota del mundo, porque siempre, siempre serás recordado en el rey de los deportes.
Para los que tuvimos la oportunidad de conocerte como deportista, incluso te entrevistamos cuando nos regalaste tardes y noches mágicas con nuestros Charros de Jalisco, gracias, gracias. Hoy aquilatamos más tus palabras llenas de felicidad, de alegría, de profesionalismo. De verdad, gracias y que se cante el plaaaaaaayyy ballllll en el centro del diamante de la eternidad.