Desde su concepción como un acrónimo en 2001, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) han evolucionado de una etiqueta de economías emergentes a un bloque geopolítico que reta las estructuras de poder centradas en el poder estadounidense. Con el tiempo, los BRICS han consolidado su influencia económica y política, avanzando hacia la creación de instituciones propias para reducir su dependencia de Occidente. La última cumbre en Kazán, Rusia, la semana pasada, mostró cómo los BRICS buscan dar un paso más allá en esa dirección con la creación de un sistema de pagos alternativo que han llamado “BRICS Pay” y un posicionamiento que refuerza su crítica a la hegemonía occidental, no solo en finanzas, sino también en política internacional.
Multipolaridad, soberanía financiera y BRICS Pay
La visión de los BRICS ha estado marcada desde el inicio por la necesidad de una estructura global multipolar que refleje mejor el peso de las economías emergentes. En esta cumbre, la iniciativa estrella fue “BRICS Pay”, un sistema de pagos diseñado para reducir la dependencia del dólar en las transacciones de comercio global, permitiendo transacciones en monedas nacionales. Este movimiento busca fortalecer el poder de negociación de sus miembros al eliminar la intermediación del dólar y hace eco de una de sus principales reivindicaciones: la cuestión de la soberanía financiera como una cuestión de seguridad nacional.
BRICS Pay opera mediante blockchain y códigos QR, facilitando transferencias intercontinentales de forma rápida y económica, mientras evita la volatilidad y, sobre todo, mientras elude las sanciones del dólar o el uso del sistema SWIFT. Su anuncio en la cumbre de Kazán refuerza el debate sobre la necesidad de la desdolarización pues, a través de este sistema, los BRICS proponen una nueva ruta que disminuya la influencia de Estados Unidos y de organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), basado en Washington, instancias que a menudo imponen políticas financieras ajustadas a sus propios intereses. Esto representa un desafío directo a la autoridad económica de Occidente y abre la puerta a que otras economías emergentes opten por sistemas alternativos, como se ha visto con el reciente interés de decenas de países del Sur Global en unirse al bloque.
Además de reducir la dependencia del dólar, BRICS Pay enfrenta una cuestión crucial: las sanciones impuestas unilateralmente por Occidente. Rusia, por ejemplo, ha enfrentado severas sanciones desde su anexión de Crimea en 2014, que se intensificaron tras su invasión de Ucrania. Estas sanciones bloquearon su acceso a los mercados financieros occidentales, paralizaron parte de su economía y le cerraron el acceso al dólar para sus transacciones comerciales.
Irán ha sufrido de manera similar desde hace años, con sanciones que le impiden acceder a sus reservas internacionales y participar en el sistema de pagos global. Sin embargo, países como Israel siguen sin enfrentar restricciones similares, aunque sus políticas en Gaza son constitutivas a todas luces de gravísimos crímenes de guerra. Para Rusia e Irán, este doble estándar evidencia el uso político de las sanciones, aplicadas según los intereses estratégicos de Estados Unidos. En este sentido, BRICS Pay representa una herramienta de resistencia frente a esta dinámica de sanciones, brindando a sus miembros una alternativa concreta para una autonomía financiera real.
Crisis de autoridad en Occidente: Gaza y Ucrania
Además del tema económico-financiero, los BRICS han criticado explícitamente el doble estándar de Occidente en el manejo de dos crisis actuales: la represalia israelí en Gaza y la invasión rusa a Ucrania.
Durante la cumbre de Kazán, los líderes hicieron un llamado a cesar las hostilidades en Gaza, subrayando el coste humanitario y la necesidad de soluciones pacíficas. Lo mismo ocurrió con Ucrania, donde los BRICS abogan por una salida negociada y no militar, criticando las intervenciones de la OTAN y la postura de Estados Unidos que, para ellos, no sólo exacerban el conflicto, sino que lo generaron luego de incitar el golpe de estado en Ucrania en 2014.
Este enfoque contrasta con la visión dominante en Occidente, donde Estados Unidos y la Unión Europea se presentan como guardianes de la paz y la democracia. Sin embargo, el posicionamiento de los BRICS apunta a evidenciar la crisis de autoridad moral occidental. Se señaló con claridad, que mientras se predica la paz y estabilidad, la política tangible es en realidad un doble estándar en conflictos prolongados como los de Medio Oriente y Europa del Este. Esta falta de congruencia política, ha generado críticas globales que se hicieron oír en la reunión en Kazán, sobre todo por el altísimo coste humano y la destrucción de los avances del derecho internacional que habían tomado 75 años en concretarse. Para los BRICS, esta contradicción evidencia que las prioridades de Occidente en la política global no son coherentes y mucho menos neutrales.
¿Hacia un Nuevo Orden Mundial?
La Cumbre de Kazán ha dejado claro que los BRICS están dispuestos a avanzar como un bloque cohesivo y alternativo, alineando su política económica con un discurso político que desafía la supremacía de Occidente. Además de “BRICS Pay”, el bloque discute otras iniciativas de infraestructura económica, como un banco de desarrollo que pueda competir con el Banco Mundial –también basado en Washington– diseñado para financiar proyectos en el Sur Global sin las ataduras y el injerencismo tradicionales.
El contexto actual de crisis económica, las presiones inflacionarias y los conflictos prolongados exponen la limitación de Occidente como líder mundial. En contraposición, los BRICS han mostrado un enfoque que podría resultar atractivo para otras economías que buscan independencia de las normas impuestas por Washington y Bruselas.
Un desafío al status quo
El futuro de los BRICS y sus iniciativas, plantea un nuevo orden multipolar que probablemente alterará las reglas del comercio global. A medida que más países observen las ventajas de este sistema, el dólar y las instituciones financieras occidentales enfrentarán una competencia real que cuestione en los hechos y no solo en la retórica su autoridad. La cumbre de Kazán refuerza un momento en el que la hegemonía de Estados Unidos y Europa está siendo abiertamente cuestionada por su apoyo a las acciones israelíes en los territorios palestinos ocupados y en Líbano, y en la que el Sur Global se atreve más a hablar de la necesidad de generar sus propias normas de cooperación y conducción económica, a la par que define sus propios valores y principios.