Quienes decidimos dedicarnos al servicio público, sabemos que tenemos una responsabilidad con la sociedad y que debemos pregonar transparencia y honestidad para romper con la vieja figura política. Pero la reputación, buena o mala, que ganamos por nuestro desempeño, debe basarse en la congruencia.
El diccionario de la lengua española refiere que la palabra congruencia proviene del latín “congruens” y significa convenir.
En la Teoría de la Congruencia, del politólogo estadounidense Harry Eckstein, la relación entre la estabilidad del gobierno y de la democracia, radica el éxito de gobernar, considerando los patrones de autoridad y su relación social, a grandes rasgos.
En México, la congruencia que hoy exigimos a la autoridad se ha basado en cumplir que lo que se dice, se haga. De manera personal, lo que queremos es que las personas sean congruentes entre lo que dicen ser y lo que son.
Al renunciar la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, la cual, por cierto, cobraría vigencia hasta el 31 de agosto de 2025, concluye que esto no implica su conformidad sino “un acto de congruencia y respeto al texto constitucional que hoy nos une”.
Hay quienes han aplaudido esta renuncia como un acto histórico, por el hecho de ser la primera mujer presidenta de la Suprema Corte y por el contexto político en el que el Poder Ejecutivo pretende llevar a las urnas la elección de magistrados.
Por otro lado, hay quienes critican esta renuncia porque, aseguran, se trata de una maniobra para un retiro jugoso o que es más que un acto congruente, un acto cobarde porque si de exigir respeto a la Constitución se trata, deberían ser firmes con hechos inmediatos.
Lo cierto es que esta renuncia nos lleva a una nueva reflexión sobre el actuar de quienes prestamos servicios públicos en cualquier ámbito, desde la presidenta de la Suprema Corte de Justicia, hasta los oficiales del Registro Civil quienes, si cometen un error en las actas, pueden alterar la identidad de una persona, entre otras cosas.
Es cierto que nuestro desempeño debe basarse en la congruencia, en el día a día, pero porque a la primera persona que le debemos lealtad es a uno mismo, porque somos vecinos, somos padres de familia, somos ciudadanos y seguramente nos une a todos el deseo de bienestar, de que la estabilidad política también nos lleve a la estabilidad económica en nuestro país y por ende, poder llevar sustento a nuestros hogares.
Pero ese compromiso personal se multiplica de manera potencial porque de nosotros dependen miles o millones de personas y en nuestro actuar, habrá consecuencias que pueden impactar de manera positiva o negativa en nuestra comunidad.
Un ejemplo de congruencia ha sido sin duda Enrique Alfaro Ramírez, quien a pesar de todas las críticas que recibió al inicio de su gobierno, hoy se le reconoce como un mandatario que supo tomar decisiones por el bien de todas y todos los jaliscienses.
Mi reflexión entonces, es que analicemos a detalle lo que sucede en nuestro país para que el día de mañana y cada día, reconozcamos el verdadero valor de la congruencia y la apliquemos por el bien de nuestras familias, de nuestra colonia, de Guadalajara, de Jalisco y de todo México.