Vivimos en Jalisco ese extraño momento en el que la entidad tiene dos gobernadores: uno en funciones, y otro electo.
El fenómeno se vivirá este mes de noviembre y los primeros cinco días de diciembre. Haciendo las analogías morenistas, uno mantiene el bastón de mando (Enrique Alfaro), y el otro (Pablo Lemus) aguarda el momento para comenzar de hecho, que no de facto, la toma de decisiones.
Una ventaja de este momento es que ambos gobernadores están en el mismo carril por venir del mismo partido y del mismo equipo de trabajo. Continuidad con cambio, si uso otra vez las frases morenistas que, por lo visto, se me quedaron bien grabadas tras seis años de escucharlas.
¿Quién tiene más peso en este momento? Me atrevo a pensar que Pablo Lemus, de quien todos siguen muy de cerca cada acción y palabra. Lo que el ex alcalde de Guadalajara diga y haga tendrá consecuencias futuras. Hay anuncios suyos y de su equipo, con el sello de que es solo cosa de tiempo para que se hagan realidad.
Lemus y su casi totalmente nombrado gabinete ya dejan ver lo que viene, comenzando por el presupuesto 2025, además de muchas decisiones ya anunciadas como cambios en la estructura de gobierno, o creación de programas, como el relacionado con los centros de apoyo a los niños autistas de la entidad.
En el caso de Alfaro, decía, todo suena a despedida. Está el gobernador en un momento de balance de su administración, y seguramente en sesiones de charla con grupos políticos, sociales y empresariales con los que estuvo cercano por mucho tiempo. Momento de revisar logros, y otros no tanto.
Lo cierto es que el alfarismo como tal se despide también. Fueron quince años de lucha política y proyectos consumados. Viene junto con el noviembre de los dos gobernadores el momento de la transición política de Jalisco.