Nadie sabe lo que tiene, hasta que se retira de las canchas… qué lejos estamos de tener verdaderos futbolistas de calidad en los pies y materia gris en la cabeza, jugadores que sepan en dónde están parados y hacia donde van. Dejar de creer que las cuentas bancarias representan su calidad y profesionalismo en el terreno de juego. Hoy en día, el futbolista mexicano ha dejado de soñar, de jugar al futbol, de inspirar a niños y jóvenes, de volverse ídolo, de trascender más allá de un campo de futbol, conquistar nuevos mundos y alcanzar la gloria.
Tristemente, la mayoría de los jugadores mexicanos al retirarse se dan cuenta de lo mucho que pudieron alcanzar, de que la prensa no es enemiga, por el contrario, está para acercarlos a su gente, para darlos a conocer donde no saben de ellos. Bueno, muchos hasta terminan de colegas en un micrófono o plasmando sus experiencias en las diversas plataformas que hoy nos regala la tecnología.
Hoy el futbolista está mimado, chiqueado, consentido, solapado; hay incluso quien me ha dicho que tienen sometido al directivo, al técnico, muestra clara de un rol demasiado protagónico que en nada le ayuda para seguir creciendo y desarrollándose en bien de él y del balompié mexicano.
Cada vez tenemos menos representantes en el extranjero y de los pocos que todavía quedan en el primer mundo, Europa, militan en equipos de menos envergadura y en ligas menos atractivas, es decir, la actividad de los mexicanos en el extranjero va en retroceso. Lejos estamos de los Chicharito, Guardado, Lozano, Márquez, Salcido, Pardo, Rodríguez, Osorio… en fin.
Y no solo de los grandes afuera, sino de los grandes acá en nuestra liga, jugadores con personalidad y liderazgo, los Blanco, Aspe, Sánchez, Suárez, Coyote, Ramírez, Borgetti, Bravo, Morales… hoy en día los jóvenes están metidos en las naguas de los directivos y la comodidad de sus lujos, sin ni siquiera haber logrado en muchos casos levantar un pinche título.