La Selección Mexicana se metió a San Pedro Sula y fue intimidada por el ambiente. Los futbolistas hoy no saben lo que es un ambiente hostil y adverso, porque la gente de pantalón largo se ha encargado de protegerlos, de mimarlos, de cuidarlos y no dejarles aceptar su responsabilidad en el terreno de juego. Encima de todo, los cuidan y los protegen para no dar declaraciones; salen los directivos para hablar y justificar, pero en sus trabajos no hacen nada.
Hoy el Tricolor no es ni sombra del que una vez fue el llamado “gigante” de la CONCACAF. Los futbolistas mexicanos son acomplejados, no les corre sangre por las venas, están más preocupados por comerciales, por el cabello, por objetivos personales y no de conjunto.
Sí, la mano de Javier Aguirre ya se nota, ya se ve como que se quieren morir de algo, pero de momento con amígdalas solamente no es suficiente. Por el bien del futbol, Honduras debería de darnos otra exhibida, de dejarnos fuera, de que el futbol sea justo y el que juegue mejor tenga su boleto; ojalá no se den las ayudas, ojalá no le pese al cuerpo arbitral el jugar en el infierno de Toluca y que los catrachos demuestren que son mejores de una vez por todas.
Que no se sientan “obligados” a ayudar a México por lo ocurrido con Aguirre en el Morazán, que no haya dudas, que no haya justificaciones innecesarias y que sí, este sea un parteaguas para el futbol mexicano, que sirva para que los directivos abran los ojos y una vez más prioricen los objetivos deportivos sobre los económicos.