Estimados lectores, en esta oportunidad quise aprovechar este gran espacio de opinión para la conmemoración de 200 años de la fundación del Supremo Tribunal de Justicia y el Poder Judicial del Estado de Jalisco.
La historia nos enseña que el origen define el destino, el esfuerzo y la visión de quienes nos precedieron es una clara señal de que la voluntad, la fortaleza y el ingenio que habitaban en ellos, persisten hoy en nosotros.
Dos siglos de servicio han forjado el carácter de nuestro Poder Judicial, y en ese tiempo, esta institución ha enfrentado innumerables desafíos con el firme compromiso de construir justicia en nuestro Estado.
Recordemos aquel 19 de noviembre de 1824, en una sesión secreta y solemne, salieron del Palacio del Congreso el Vicegobernador y los diputados acompañados por los Magistrados del Supremo Tribunal de Justicia; marcharon hacia la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes. Allí, juraron nuestra primera Constitución, un acto que simbolizó mucho más que un compromiso: Fue la promesa de construir una sociedad libre, de defender los derechos de libertad, igualdad y justicia. Este acto histórico, que rompía con la imposición y la tiranía del pasado, sigue siendo el pilar sobre el que descansa nuestro ideal de justicia y nuestra independencia.
La historia del Poder Judicial se remonta al propio nacimiento de Jalisco como Estado libre y soberano y con ella nació también el “Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Jalisco”.
Desde aquel primer presidente interino, José Domingo Rus, hasta Ignacio Olloqui, el primer presidente legalmente nombrado, nuestra institución se ha mantenido como un ejemplo de superación y de reafirmación diaria de que la justicia debe estar cerca de la sociedad, guiada siempre por la legalidad.
Nombres como los de los ilustres juristas, políticos e intelectuales jaliscienses Mariano Otero Mestas e Ignacio Luis Vallarta Ogazón, resuenan en estas paredes como emblemas de una incansable lucha por la justicia. Figuras visionarias que antepusieron el anhelo de un mundo más justo, libre y digno.
Este Palacio de Justicia se erige sobre un terreno sagrado y simbólico. Aquí estuvo la primera parroquia de la ciudad, dedicada a San Miguel Arcángel; la primera catedral provisional en 1548. Más tarde, el primer hospital y el primer monasterio femenino de la ciudad; dos ocasiones liceo de niñas Benemérita y Centenaria Normal; y el claustro de Santa María de Gracia.
Este suelo alberga los vestigios de nuestros fundadores, de nuestras primeras comunidades, y de la consolidación de nuestra identidad.
La evolución de este espacio en un epicentro de cultura y de derecho, es una prueba de que el espíritu de Jalisco siempre ha sido el de buscar la justicia y el bienestar común.
En sus primeros años, el Tribunal ocupó el majestuoso Palacio de Gobierno, un símbolo de la unidad de los poderes, donde el Poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial, coexistían en perfecta armonía.
La llegada del Benemérito de las Américas, Benito Juárez, junto con sus ministros Santos Degollado, Melchor Ocampo, Guillermo Prieto, León Guzmán y Manuel Ruiz, transformó este palacio en sede del Poder Ejecutivo Federal, obligando al Poder Judicial a buscar nuevos horizontes como fue al hoy desparecido Convento de la Merced.
Una explosión trágica en 1859 sacudió sus cimientos, generando una gran tragedia y una devastadora cifra de pérdidas humanas. Ante esa adversidad es que el Supremo Tribunal de Justicia se reubica en el Colegio de San Juan; sin embargo, la intervención francesa lo empujó nuevamente al exilio, encontrando refugio en la Villa de Sayula.
Su peregrinaje continuó por el exconvento de Jesús María, hoy conocido como el Colegio Luis Silva, luego por la Penitenciaría de Escobedo, posteriormente al Colegio de Santo Tomás de Aquino, lo que hoy es la Biblioteca Iberoamericana.
En 1925 encontró un hogar temporal en un elegante edificio de estilo francés ubicado en la antigua calle Tolsá, en esquina con la calle del Carmen, lugar que hasta nuestros días es recordado como la desparecida Escuela de Música. No fue hasta 1952 cuando llegó a su actual sede: el Palacio de Justicia que anteriormente fungía como claustro del convento de Santa María de Gracia.
Este recorrido no es solo una historia de reubicaciones, sino un testimonio de adaptabilidad, resistencia y compromiso.
Han transcurrido 339 periodos de gobierno; 164 gobernadores han dirigido el Estado; 2,741 diputados han ejercido su representación y 42 presidentes del Supremo Tribunal de Justicia han guiado su destino.
La donación del Palacio de Justicia el 18 de noviembre de 2022 marca un punto de inflexión histórico: Por primera vez, después de 72 años, el Poder Judicial cuenta con un inmueble propio, simbolizando no sólo un logro arquitectónico, sino la consolidación de su autonomía e independencia.
Hoy, nuestro objetivo es construir una impartición de justicia que sea el verdadero motor del desarrollo, una justicia eficaz, eficiente, con decisiones contundentes y oportunas, que propicie la colaboración participativa de todos los sectores de la sociedad. Porque en última instancia, los edificios son temporales, pero las instituciones perduran gracias al compromiso, la integridad y la labor incansable de quienes sirven a la justicia, escribiendo cada día una nueva página en la historia de Jalisco.
Han pasado 200 años desde aquel primer juramento. Este Poder Judicial ha crecido y se ha transformado, adaptándose a las necesidades de cada época. Gracias a la visión de jaliscienses, hoy contamos con autonomía plena, independencia presupuestaria y herramientas tecnológicas de vanguardia como la “Justicia Digital”. Estos pilares son la promesa de un sistema de justicia capaz de responder a las demandas de nuestra sociedad.
Pero la justicia no es una labor que pueda lograrse en soledad. Invito a la sociedad a participar activamente, a colaborar en esta gran misión. La justicia no es solo un derecho, sino también un deber, y es nuestra responsabilidad colectiva asegurar que cada hombre, mujer y la niñez en Jalisco, encuentren en nosotros el respaldo y la protección que merecen.
Honremos juntos estos 200 años de historia. Este aniversario no es solo un recordatorio de lo que hemos logrado, sino una promesa de lo que aún está por hacerse. Trabajemos unidos en el ideal de justicia que nuestros antepasados nos legaron y que hoy nos toca preservar y continuar fortaleciendo, unidas y unidos.