Si nos ponemos exquisitos, resulta que pacto federal es en realidad un pleonasmo. Con base en la etimología, el término “federal” procede del latín foedus que significa alianza, unión, pacto, asociación; sin embargo, desde tiempo inmemorial y no exclusivamente en las federaciones como la nuestra, se ha usado el término así. Una investigación sencilla en el buscador de su preferencia revelará que pacto federal se escribe y refiere así en estudios, discursos, investigaciones históricas y, por ejemplo, para ir incorporando novedades, la inteligencia artificial no detecta error alguno en la conjunción de ambos elementos de la expresión.
El tema lo traigo a cuento, así, desde el origen y para que no haya confusiones, porque en los últimos días, ahora con pinta de drama, salta el Ejecutivo del Gobierno del Estado a garantizar la defensa de Jalisco (me sigo preguntando ¿defensa de qué o quién? ¿Quién o quiénes lo están atacando? ¿Alguien le declaró la guerra y no me enteré? ¿Dónde están las amenazas?) con la presentación de una iniciativa que, según sus propias palabras, contiene en esencia la posibilidad de que Jalisco deje el Pacto Fiscal de la Federación. Aquí sí hay una amenaza implícita.
Esto plantea por lo menos dos reflexiones profundas que dejan en evidencia lo que se puede identificar –y no en términos metafóricos– como la última función teatral-pugilística-absurda de Enrique Alfaro Ramírez.
La primera de ellas es que la salida de Jalisco del Pacto Fiscal es un planteamiento de lo más complicado que podamos imaginar. Convertir esa idea en realidad implicaría una modificación constitucional que tendría que pasar por el Poder Legislativo federal donde el partido del titular del Ejecutivo estatal apenas tiene representación; se necesita también la aprobación de la mitad más uno de los congresos locales de los Estados Unidos Mexicanos y, en el caso de Cámara de Diputados y del Senado de la República, la mayoría que se requiere es calificada (tres cuartas partes). El montaje de hace unos días, cuando se entregó la iniciativa en el Congreso local, sólo era para dar cuenta y que fuera el Legislativo de Jalisco el que remitiera tal documento a Legislativo federal.
Desde que pronunció el mensaje de su último informe en un palenque (no podía haber escogido mejor lugar), antes de que se presentara el Paquete Económico de la Federación para el ejercicio 2025, ya había amenazado con entregar tal iniciativa porque acusó un “maltrato presupuestal” del Gobierno federal durante todo el sexenio y además aseguró que el gobernador electo, Pablo Lemus, lo secundaría.
¿Maltrato? Jalisco recibió recursos federales para pagar los compromisos de gasto corriente, por lo menos, en materia educativa y sanitaria. También se destinaron recursos federales para terminar la Línea 3 del Tren Ligero; para iniciar la número cuatro; para terminar la presa de El Zapotillo con otras obras sociales incluidas (además de la resolución del conflicto); así como presupuesto para concluir tramos carreteros.
El Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, en la Legislatura pasada, publicó en febrero de este año el estudio “Recursos identificados en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2024. Jalisco” donde se detalla el presupuesto para Jalisco, el de este ejercicio que está por terminar: 142 mil 393.8 millones de pesos, es decir, seis mil 572 millones de pesos más en términos absolutos en comparación con el presupuesto de 2023.
Los grandes rubros son el ramo 28, de las participaciones federales (el más abultado); el ramo 33 de aportaciones federales; y el de los convenios de descentralización. Se aclara que en el rubro de “gasto federalizado identificado en el ramo 23, provisiones salariales y económicas” no aparece ninguna cantidad asignada porque son recursos “no distribuidos geográficamente”, lo mismo que los destinados a las obras carreteras y a salud pública; pero no quiere decir que no se aporte.
Por supuesto, cuando se concentran los ingresos en la Federación, la distribución se define con base en fórmulas que otorgan más presupuesto a los estados de la República con menor generación de riqueza, una acción para combatir pobreza y desigualdad, esencia y razón de ser, en gran medida, de un pacto federal: “El régimen federalista es una forma de Estado, quizá la más avanzada, basada en el principio de descentralización de la vida política, administrativa, económica, social y/o cultural. Si bien la descentralización debe operar en todos los estados libres entre sí, con la que conservando cada uno su soberanía respectiva, se hacen libres e independientes unos de otros; y al mismo tiempo unidos entre sí, que no forman sino una nación soberana, obligándose todos por el pacto federal, a concurrir en cuanto puedan a la libertad y felicidad general de la patria y a la particular de cada uno de ellos”. (Enrique Aguilar Saldívar. Los retos del derecho público en materia de federalismo. UNAM, 1997).
Y, a propósito de esta definición que no requiere explicación alguna, abordo la segunda reflexión: Jalisco es reconocido por su participación histórica a favor de una República federal cuando México nacía como país. Sabemos que fue el primero en constituirse en estado libre y soberano y peleó, a través de personajes fundamentales como Prisciliano Sánchez, autor del Pacto federal del Anáhuac y primer gobernador constitucional; y de Francisco Severo Maldonado, autor del Contrato de Asociación de los Estados Unidos del Anáhuac (¿así o más claro?) porque el nuevo país se definiera, reitero, como una República federal.
En aquellos años se publicó un periódico que se llamaba Federación o muerte, del jalisciense la suerte y por la apuesta a favor de ese régimen, se generó una crisis política grave antes de la Constitución de 1824.
En este orden de ideas, plantear una salida del Pacto Fiscal, sacar a Jalisco de tal acuerdo, en realidad es una postura separatista que contradice la tradición federalista. Lejos, muy lejos de una presunta e innecesaria defensa, es una acción perjudicial para el Estado, para todos los jaliscienses y, por supuesto, para Pablo Lemus, el gobernador electo, a quien lleva al baile sin preguntarle y para enviar el mensaje forzado (que ojalá se esfume el próximo 6 de diciembre) de que el Gobierno de Jalisco mantendrá el mismo camino separatista, rijoso, bravucón y peleonero.
Espero que esto termine en dos semanas, que sea la última función de una obra de teatro mala, marrullera, peor que carpa, estridente, engañosa, manipuladora, a la que fuimos obligados a asistir.
Jalisco, su tradición federalista, sus aportaciones al pacto federal, sus contribuciones al desarrollo nacional, además de su historia y su cultura, están más allá de posturas radicales e irreductibles, irracionales y viscerales de un gobernante. Es lamentable, pero ahora sí, ojalá, ojalá, en la administración que está por comenzar se privilegie el diálogo y la propuesta, la coordinación, las ideas, como buenas prácticas políticas de un gobierno democrático que pone por encima a la sociedad que representa.