Un libro abierto es un cerebro que habla;
cerrado, un amigo que espera;
olvidado, un alma que perdona;
destruido, un corazón que llora.
Proverbio hindú
El pasado sábado dio inicio la trigésima octava edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), un evento que ha trascendido las fronteras de México para consolidarse como el encuentro literario más importante del mundo hispanohablante y, según muchos expertos, el segundo más relevante a nivel global, solo detrás de la Feria del Libro de Francfort. Sin embargo, la FIL no es solo una feria del libro; es un festín de ideas, un crisol donde convergen autores, lectores, académicos, editoriales e incluso políticos y gobernantes. Todos, sin importar su ideología o procedencia, encuentran aquí un espacio para dialogar y debatir.
Desde su creación en 1987, la FIL ha sido un espejo de la pluralidad. Por sus pasillos han desfilado figuras emblemáticas como Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska y Mario Vargas Llosa, así como laureados con el Premio Nobel como Jean-Marie Gustave Le Clézio, Mario Molina y Orhan Pamuk. Este año, destacan las participaciones de Abdulrazak Gurnah, Premio Nobel de Literatura 2021, y Morten Peter Meldal, Premio Nobel de Química 2022, quienes pondrán sobre la mesa temas que trascienden las disciplinas para conectar la ciencia, la literatura y la vida cotidiana.
Lo que hace única a la FIL es su capacidad para reunir bajo un mismo techo a voces de todas las corrientes ideológicas. Desde la derecha más conservadora hasta la izquierda más progresista, todos tienen cabida aquí. La feria se convierte en un territorio neutral donde las diferencias no se anulan, sino que se transforman en riqueza cultural. Es una celebración de la diversidad en un mundo donde, paradójicamente, el pensamiento uniforme parece ganar terreno.
Este año, España ocupa el lugar de honor, trayendo consigo una oferta cultural que va desde literatura y arte, hasta gastronomía. Pero más allá del intercambio cultural, la FIL sigue siendo un recordatorio de la profunda conexión entre México y España, una relación forjada a través del exilio, la historia compartida y, por supuesto, el idioma. La reflexión sobre el exilio español en México, tan relevante hoy como hace décadas, ocupa un espacio central en esta edición, destacando el papel de los libros y las ideas como refugio y resistencia.
Sin embargo, la FIL también tiene una faceta política que no puede ignorarse. Año con año, la feria se convierte en el punto de encuentro de académicos y gobernantes, quienes encuentran en este espacio una plataforma para presentar proyectos, debatir reformas y, a veces, medir fuerzas. La FIL no solo refleja el estado del mundo literario, sino también del político, convirtiéndose en una caja de resonancia para los grandes temas de nuestro tiempo.
Más allá de las luminarias y los grandes nombres, la FIL es también un lugar donde los lectores comunes encuentran su voz. Aquí, las páginas se convierten en puentes, y los libros, en ventanas hacia realidades que de otro modo, nos serían ajenas. Es un recordatorio de que la literatura, en su esencia, es un acto de conexión y empatía. Cada conversación, cada firma de libros, cada charla en un pasillo es una prueba viviente de que la palabra escrita sigue siendo una herramienta poderosa para entender y transformar el mundo.
Así, la FIL Guadalajara se reafirma como algo más que un evento literario. Es un espacio que celebra la palabra en todas sus formas y colores, una fiesta del pensamiento y la creatividad. En sus pasillos, el mundo encuentra un respiro, y sus visitantes, una chispa de inspiración. Porque al final, no importa si vienes por un autor consagrado o por un libro que nunca pensaste encontrar: la FIL siempre tiene algo para todos, y todos tienen algo que aportar a la FIL.