El 2024 ha sido un año de fracturas políticas, reconfiguraciones y crisis humanitarias que alterado el rumbo del sistema internacional dominado por occidente. Desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca hasta el genocidio en Gaza, pasando por las elecciones en Europa y América Latina, los acontecimientos de este año nos muestran un mundo en transición, con democracias desgastadas, el ascenso de radicalismos y una consolidación silenciosa de potencias como Rusia y China.
Trump regresa: un segundo mandato con implicaciones globales
La elección presidencial en Estados Unidos fue uno de los eventos relevantes del año. Donald Trump regresará a partir del 20 de enero próximo al poder con un discurso aún más radical que en su primer mandato, capitalizando la polarización interna y la desconfianza en las instituciones de marca demócrata. Su victoria significa, entre otras cosas, un giro hacia el aislacionismo: Trump ha prometido una política exterior que anticipa una drástica reducción del apoyo a aliados tradicionales, como Ucrania, y tensiones con organismos multilaterales como la OTAN. Al tiempo que redirige sus recursos a escenarios de mayor interés como Medio Oriente. Para Europa, esto representa una amenaza: con menos respaldo financiero y militar estadounidense, la defensa del flanco oriental frente a Rusia queda debilitada. En cuanto a política interna, tras la derrota, el Partido Demócrata, enfrenta una crisis de liderazgo, de identidad y de relevo generacional. La base progresista estadunidense se mostró desencantada en la elecciones y ahora se preparar para enfrentar uno de los gabinetes más reaccionarios que ha visto Estados Unidos.
Gaza: un año de genocidio e impunidad
Si hay una tragedia humanitaria que ha marcado el 2024, es la ofensiva israelí en Gaza. Los informes de la ONU y organismos humanitarios hablan de una cifra de fallecidos que parece haber quedado congelada hace más de seis meses y que entonces si situó en 42 mil fallecidos, la mayoría mujeres y niños. Estimaciones como la de la prestigiosa revista The Lancet colocan la mortandad civil en más de 180 mil personas, además, de que conocemos bien el nivel de devastación de la infraestructura educativa, hospitalaria y residencial en Gaza. Más de 180 periodistas palestinos asesinados, niños que llegan a los hospitales con balas dirigidas a la cabeza, el cuello o el pecho producto de un intento sistemático, y por demás documentado, de destrucción del pueblo palestino por parte de Netanyahu, su gabinete y sus fuerzas militares.
La expansión militar israelí ha incluido incursiones en Siria y Líbano, generando tensiones con actores regionales como Irán. Mientras tanto, grandes potencias como Estados Unidos, Reino Unido o Alemania, han jugado un papel cómplice manteniendo su respaldo incondicional a Israel. El llamado Sur Global, en cambio, ha sido más vocal y contundente al denunciar las atroces acciones del Estado israelí. Sudáfrica, Irlanda, Brasil o Colombia, entre decenas de países han sido punta de lanza en la condena de las acciones de Netanyahu y sus generales y también han buscado enfrentar la incongruencia israelí-estadunidense ante los más altos tribunales del mundo.
Ucrania: incertidumbre y el avance de Putin
La guerra en Ucrania entró en su tercer año con resultados inciertos y un desgaste evidente tanto en el frente militar como en el apoyo internacional para el gobierno de Zelensky. La victoria de Trump anticipa una reducción significativa del respaldo económico y militar estadunidense, lo que dejaría a Kiev en una posición por demás vulnerable frente al ejército ruso.
Vladimir Putin, fortalecido en el plano doméstico y con menos presión internacional, ve en esta coyuntura una oportunidad para “congelar” las ganancias territoriales que ha logrado por la fuerza, además, de lograr mantener a Ucrania fuera de la OTAN. Ucrania, podría enfrentar un 2025 marcado por la desilusión y la falta de recursos.
Argentina: más pobreza, menos esperanza
Mientras en México vimos la renovación del triunfo electoral de Morena y la llegada de la primera mujer mandataria al ejecutivo, en América Latina, un país como Argentina cierra un año marcado por el deterioro económico y el aumento de la pobreza estructural. Los datos muestran que a estas fechas más del 50% de la población vive por debajo de la línea de pobreza, en un contexto de inflación desbordada y ajuste fiscal severo. Las políticas puestas en marcha por el economista de ultraderecha Javier Milei, han profundizado las desigualdades y continuado con la erosión del tejido social argentino, al tiempo que han dado para atrás con avances en materia de género y otros temas de política social.
El descontento popular es palpable en un país que lleva décadas buscando soluciones estructurales sin éxito. A nivel regional, la crisis argentina también ha tenido un impacto simbólico: la idea de una integración latinoamericana que incluya a la Argentina, se desvanece.
Europa: el ascenso de la ultraderecha
Las elecciones al Parlamento Europeo confirmaron el avance de partidos ultraderechistas en Alemania, Francia, Italia y España. Movimientos como Alternativa para Alemania (AfD) y Agrupación Nacional en Francia han capitalizado el descontento social, impulsando agendas antiinmigrantes, escépticas del cambio climático y restrictivas en materia de derechos civiles.
La fragmentación del continente y la crisis de los partidos tradicionales revelan una desconexión entre las élites políticas y una ciudadanía que ahora paga en buena medida el abandono de los estados de bienestar, a la que cada vez le preocupa más el aumento del costo de vida, la inseguridad laboral y la falta de respuestas efectivas ante las crisis de vivienda o energéticos, sólo por mencionar algunas.
Francia: la izquierda gana, pero Macron bloquea
En Europa, las elecciones legislativas en Francia dieron un giro inesperado con el triunfo de la coalición de izquierda. Sin embargo, la negativa del presidente Emmanuel Macron a nombrar un gobierno progresista reflejó las tensiones entre las élites políticas y el deseo de cambio expresado en las urnas.
Su bloqueo institucional de varios meses, generó frustración y puso en evidencia la falibilidad de un sistema mixto como el francés, en el que fue posible para Macron contravenir los deseos de los electores que votaron mayormente a las izquierdas, para nombrar un primer ministro de derechas en alianza con los ultras. Francia, tradicionalmente un motor del continente, ahora ha simbolizado parálisis, desgaste democrático y ambivalencia respecto al tema Israel-Palestina e Israel-Líbano.
Un mundo en transición
La reducción del apoyo occidental a Ucrania deja a Moscú en una posición ventajosa para hacerse del territorio que ocupa hasta la fecha, mientras que Pekín refuerza sus relaciones con Asia, África e incluso América Latina, proyectándose como una alternativa a un Occidente dividido. Ambos países han demostrado que el vacío de liderazgo global puede ser aprovechado con pragmatismo y paciencia, redefiniendo así el equilibrio de poder internacional.
El 2024 nos ha dejado un escenario internacional marcado no solo por el desgaste interno de varias democracias y el ascenso de fuerzas reaccionarias, sino también por una profunda crisis para el llamado orden internacional liberal. Este sistema, concebido tras la Segunda Guerra Mundial como un marco basado en reglas e instituciones, enfrenta ahora uno de sus momentos más críticos.
La incapacidad de organismos como la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional para hacer cumplir sus resoluciones frente a la brutal ofensiva israelí en Gaza y allende las fronteras ha evidenciado sus limitaciones. Mientras estas instituciones intentan reafirmar su autoridad con fallos históricos, la negativa de potencias como Estados Unidos y sus aliados a acatarlos pone en riesgo lo que queda de la legitimidad del orden internacional liberal. La impunidad en este caso no solo socava el derecho internacional, sino que abre la puerta a un sistema cada vez más fragmentado y desigual.
El 2024 ha sido un espejo de nuestras debilidades y desafíos. Más que nunca, el 2025 deberá responder si estamos frente al colapso definitivo de un orden que alguna vez prometió justicia y estabilidad global, pero que hoy parece incapaz de sostenerse. En su lugar, emerge un orden alternativo impulsado por Rusia, China y el Sur Global, uno que propone un reequilibrio de poder y una mayor pluralidad de voces, pero que también podría conducirnos hacia un sistema aún desconocido, con reglas y dinámicas que el mundo no ha experimentado hasta ahora.