El miércoles 18 de diciembre se celebró el Día Internacional del Migrante. Esta fecha fue proclamada en el año 2000 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, marcando el aniversario de la adopción de la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migrantes y de sus Familiares de 1990.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), actualmente existen más de 281 millones de personas viviendo fuera de sus países de origen. Cuando comencé a estudiar el fenómeno migratorio en 2006, esa población rondaba los 250 millones de personas. En casi dieciocho años muchos países no han logrado garantizarles a sus habitantes el derecho a no migrar. Esa y no otra, es la razón fundamental de que el flujo migratorio no solo no se detenga, sino que cada año aumente. Pero no solo debemos referirnos a la migración internacional, ya que la cantidad de migrantes locales dentro de sus fronteras nacionales es mucho mayor, solo en China se cuentan 350 millones de personas en esa situación.
El derecho a no migrar se materializa en falta de empleo, en variadas restricciones para acceder a la salud, educación y recreo, a la multiplicidad de los conflictos armados y políticos, así como a crisis ambientales y la búsqueda de la reunificación familiar.
La numeralia en México desborda la capacidad de entendimiento y atención del fenómeno. Entre enero y agosto de este año, 925 mil personas fueron reportadas en situación de tránsito, según el Instituto Nacional de Migración (INM). De septiembre a la fecha se han formado 12 caravanas con alrededor de 10 mil personas en Chiapas, Oaxaca y Veracruz. A no dudar, las caravanas migrantes son un fenómeno que llegó para quedarse como la manera más segura de moverse. Aunque las rutas y las condiciones cambian todo el tiempo el flujo migratorio se mantiene.
El impacto económico de los migrantes mexicanos en Estados Unidos se contabiliza en miles de millones de dólares. No solo son los recursos que generan allende nuestra frontera que ya superan los 600 mil millones de dólares anuales, sino la carretada de billetes verdes que envían cada año a nuestro país. El año pasado la dolariza remesera generada por los paisanos sumó 63 mil 313 millones de dólares, casi el doble de la inversión extranjera directa (36 mil 58 millones), y de enero a agosto de este año ya han enviado 43 mil 27 millones de dólares, lo que se significa como un récord máximo histórico.
No debe ser solo el 18 de diciembre que recordemos los aportes de los migrantes en sus países de origen y en las naciones de arribo, sino todo el año es necesario sensibilizar a la población civil y al gobierno de los aportes de las personas migrantes. Es momento que los migrantes no solo aporten, sino que importen en las sociedades de arribo a las cuales les brindan su trabajo, conocimiento y generosidad.
Para ello, no existe mejor fórmula que la de poner en marcha políticas públicas que los reconozcan y que eviten su criminalización y discriminación constante. Así, y no de otra manera, las personas migrantes podrán encontrar un lugar en dónde desarrollarse.