¿Vale la pena levantarte todos los días a las 4:00 de la mañana para ir a entrenar y hacerlo a doble sesión? ¿Vale la pena perderte de fiestas, comidas, viajes, reuniones? Realmente, ¿vale la pena perder todo eso por entrenar? Estar más de ocho horas quizás en el sol, practicando cada intento, repetirlo hasta que te salga como se ha trabajado. ¿Realmente vale la pena ser atleta de alto rendimiento, si sabes que el camino es difícil y que está lleno de obstáculos, incluso de decisiones que pueden afectar procesos? ¿Estás dispuesto a eso?
¿Realmente lo vale? Todos los días seguir con esa rutina; todos los días seguir esforzándote, sin importar la lluvia, el sol y el frío. ¿Lo vale? Es en serio.
Esos son los cuestionamientos que muchos quizás nos hacemos.
Pero no es lo que pensamos nosotros; es lo que piensa el deportista cada mañana. No dudo que habrá días cuando no quieran levantarse, pero sí creo firmemente que ese compromiso que tienen, lo hacen valer cada segundo de entrenamiento. Ellos lo han dicho: no es sacrificio, se llama compromiso, responsabilidad. No importa si lloran en el proceso, si llegan las lesiones, si sienten que no pueden.
La fuerza de ser lo que sueñan es más grande y clara y la hacen valer sacrificando incluso el tema económico. Sí, sí lo vale y su primera medalla lo representa; su primer nacional, su primer llamado a la selección, sus primeros compromisos internacionales. Claro que lo valen. Por eso, ese rostro cada que ganan una medalla es el rostro de saber que sin importar lo difícil que parezca, siempre volverán a decidir ser atletas de alto rendimiento.
Parece sacrificio, pero ser atleta de alto rendimiento es para todos ellos un estilo de vida.
Y sí, todo lo que viven, vale la pena.