En la sociedad contemporánea “estrés” es una palabra de uso general; abundan los blogs y videos sobre ésta. Sin embargo, el tema no constituye una materia formal en el currículo médico, aunque se le menciona dispersa en las páginas de libros de fisiología, fisiopatología, farmacología y clínica. El creador de los conceptos estrés y estresores fue Hans Selye (1); en esta columna cito uno de sus muchos libros que publicó en 1956; usé una edición renovada de 1984 (1).
¿Qué descubrió Selye?
Selye estaba buscando hormonas producidas por los ovarios y para ello aplicaba extractos de esas glándulas a ratas. Por casualidad encontró que los extractos por más puros que fueran producían lesiones en tres diferentes órganos: úlceras del estómago, crecimiento de las glándulas suprarrenales y abatimiento de las células del sistema inmune. Para su sorpresa, el experimento dio los mismos resultados si exponía a las ratas a infecciones graves, hemorragia severa, dosis altas de adrenalina, insulina, rayos X, traumatismo mecánico, dolor, ejercicio muscular forzado, o su contrario impidiendo el movimiento, frío o calor intensos… no había límites. Al conjunto de lesiones les llamó síndrome de adaptación general. Pero, ¿Cómo nombrar la respuesta del organismo que daba esas lesiones? Escogió “stress” que en ingeniería, en inglés, se refiere a los efectos de una fuerza que se enfrenta a una resistencia. Después denominó “estresores” a los múltiples agentes que causaban la respuesta de estrés. En español mexicano, estrés (se puede escribir stress también) significa: “Estado tenso de quien se encuentra bajo una presión física y mental excesiva que pone en riesgo su salud” (2).
Definición científica de estrés según Selye
“El estrés es una respuesta inespecífica del cuerpo ante cualquier demanda”. Ocurre a nivel de cada tejido y también a nivel de todo el organismo. Hay dos grandes formas de respuesta de estrés. El que nos deriva alguna forma de satisfacción personal, psicosocial, fisiológica (el sexo, la comida, el alcohol, los logros profesionales, el agradecimiento, la fiesta, la buena música, un buen masaje, etcétera), a esta forma de demanda hacia el cuerpo Selye le llama euestrés. Y en el extremo opuesto está la enorme gama de demandas que son desagradables y nos hacen sufrir (distrés); por ejemplo, dolor de cualquier tipo, decepción, exigencias escolares o laborales, injusticia, hambre, salarios bajos, pobreza, temores espirituales, culpa, jornadas extenuantes, desprecio, humillación, discriminación social de todo tipo, ver sufrir a otros, deudas… haga su lista.
La respuesta fisiológica al estrés y al distrés es la misma
La respuesta adaptativa a los estresores dispara dos grandes grupos de hormonas: Las antiinflamatorias (adrenocorticótropa abreviado ACTH y los glucocorticoides cortisona, cortisol). Las otras hormonas son proinflamatorias, (desoxi-corticosterona abreviado DOCA, aldosterona que regula el sodio y potasio del organismo). Selye notó también el efecto inflamatorio de la hormona del crecimiento. Otras diversas hormonas que intervienen en la respuesta al estrés son la adrenalina, las hormonas tiroideas, la propia insulina y el glucagón. También en la respuesta al estrés participa el sistema autónomo desde diversos núcleos cerebrales del sistema simpático que lleva señales hacía la médula suprarrenal, corazón, pulmones, intestinos… y en sentido contrario viajan señales por el Nervio Vago desde las vísceras del cuerpo hacia los sitios cerebrales que dispararon la alarma para reducirla.
Explicado de manera simple, la mente-cuerpo está informada en tiempo real de lo que ocurre en nuestro alrededor y dentro del cuerpo para mantener el equilibrio o tono funcional adecuado a cada circunstancia que la vida demanda. Por ejemplo, si hay que correr para tomar el autobús, o un peligro inminente, la respuesta de estrés agudo se activa. Desde el cerebro la ACTH hace que las suprarrenales produzcan las hormonas que mencionamos, el azúcar se sube porque es combustible indispensable cuando “metemos el acelerador”. Pasa el estrés agudo y todo vuelve al estado fisiológico que teníamos antes. La respuesta al estrés agudo es diferente en un bebé, un niño mayor, un joven adulto, un anciano. Participan en el tipo de respuesta la herencia genética, la estructura bio-psicológica que desarrollamos en la infancia, la alimentación actual, la experiencia previa con determinados estresores, etcétera.
La respuesta crónica de estrés
La respuesta aguda al estrés tiene detallados medios para controlarse a sí misma; el cortisol elevado por ejemplo, ejerce un freno sobre los centros cerebrales que desencadenan las hormonas centrales que elevan su producción. Esto funciona muy bien en el estrés agudo, pero se trastorna en el estrés crónico. Cuando los estresores se vuelven crónicos la hormona ACTH hace que las cortezas suprarrenales aumenten de tamaño y función. El resultado es la elevación crónica de cortisol. El cortisol elevado suprime al sistema inmune cuyas células defensivas, anticuerpos y otras sustancias inflamatorias son la primera defensa contra bacterias y virus. Después de periodos de intenso trabajo (demanda general) de pronto caemos en cama con fiebre por una infección viral.
Ante el exceso crónico de cortisol diversas células del sistema inmune dejan de responder a él, lo resisten, ya no lo dejan entrar fácilmente a su interior. Los resultados pueden ser el desequilibrio de la producción de células defensivas o la producción de anticuerpos, las primeras son fundamentales para combatir bacterias y los segundos para combatir virus. Un desarreglo crónico desbalancea este delicado equilibrio.
¿La respuesta crónica de estrés qué puede causar?
Los trabajos de Selye abrieron una panorámica gigantesca de la unidad de la mente con los sistemas endocrino-inmune. Hoy se sabe que LOS LEUCOCITOS DEL SSISTEMA INMUNE PRODUCEN ACTH y TSH (hormona estimulante del tiroides) además de endorfinas (analgésicos internos) cuando hay una infección. Esta idea era considerada imposible en biomedicina; no obstante, la ACTH de los leucocitos es idéntica a la ACTH que se produce en la hipófisis cerebral (3). Lo que habla del organismo autogenerativo que somos y que explicamos en una columna previa (4), no somos máquinas biológicas, sino organismos vivos autogenerativos y sociales con enormes capacidades de equilibrio dirigido a preservar la vida individual. Para dar una idea del conocimiento existente, pero que no se integra en una unidad teórica útil para la práctica general de la medicina, diré que la ACTH además del cortisol y aldosterona mencionadas, produce en ambos sexos las hormonas masculinas androstenediona y dehidroepiandrosterona (5). Con estos datos, le preparo estimado lector para entender porqué la respuesta al estrés crónico puede causar trastornos físicos y psicológicos de todo tipo, y comprendemos que la frontera entre enfermedad psicológica y enfermedad física (orgánica) es porosa, borrosa y podría ser un continuo a través del tiempo. Al menos no hay duda de que la respuesta crónica de estrés acelera el envejecimiento (1).
Notas y referencias
1. Selye, H. (1984). The stress of life. New York: McGraw-Hill.
2. Lara, L. F. (2024). Diccionario del español de México. México, México: El Colegio de México, A.C. p. 864.
3. Dreher, H. (2003). Mind-body unit. A new vision for mind-body science and medicine. Baltimore and London: The Johns Hopkins University Press.
4. https://quierotv.mx/2024/10/19/mecanico-de-maquinas-humanas
5. Schimmer, B. P., & Parker, K. L. (2001). Adrenocorticotropic hormone; adrenocortical steroids and their synthetic analogs. Inhibitores of the synthesis and actions of adrenocortical hormones. En J. G. Hardman, & L. E. Limbird, Goodman & Gilmans’s. The Pharmacological Basis of Therapeutics (págs. 1649-1677). New York: McGraw-Hill.