En entregas anteriores hemos dejado establecido que los estresores son cualquier cosa, evento, incluso recuerdo, o experiencia de la vida que permanece fuera de la conciencia y que ejerce una demanda de esfuerzo sobre el organismo (1). También explicamos que las emociones y sentimientos no son un lujo o cosa inútil, sino conocimiento tácito que tenemos, aún sin saber que lo tenemos, y que se aparece cuando es indispensable para la selección inmediata de contextos actuales (aversivos o atractivos); y que cuando estamos bien equilibrados psicológicamente reducen mucho las opciones que la razón lógica podrá escoger.
Dicho así, los estresores actúan moviendo conocimiento tácito (emociones/sentimientos) específicos de cada persona. Por eso lo que es estresor para alguien puede no serlo para otra persona. ¿Y cuál es la relación de estresores-emociones con el cáncer? Intentaré explicar lo que tiene apoyo científico de este complejo tema.
En primer lugar ¿Qué significa “cáncer”?
Para buena parte de la población la palabra “cáncer” significa algo asociado a la muerte y tremendos sufrimientos; en medicina eso sería cierto solamente para “el cáncer metastásico resistente a toda forma de tratamiento actual”, y tumores malignos intracraneales inoperables que no responden a la radioterapia. Con esto quiero decir que el resultado de una biopsia, como en mi caso, “un carcinoma basocelular” que me extirparon de mi mejilla en 1994 no es para alarmar a nadie. A pesar del atemorizante nombre, este conjunto de células malignas de la capa basal de la epidermis da metástasis en menos del 1% de los casos (2).
Entonces, “cáncer” para ciertos epidemiólogos es una palabra común que se usa en demasía; ellos proponen que la palabra “cáncer” (sus tipos principales carcinoma, y sarcoma) deberían reservarse para lesiones que tengan alta probabilidad de causar enfermedad clínica y acortar la vida (3). Los autores señalan como ejemplos el carcinoma intraductal in situ de la mama, y la neoplasia intraepitelial de alto grado (próstata) (4); lesiones que es muy probable que no acorten la vida de las personas, proponen que se les denomine: Lesiones Indolentes de Origen Epitelial (IDLE abreviado en inglés).
No obstante, estimado lector, le invito a preguntar en la escuela de medicina de su preferencia para ver cuándo se ha discutido este tema de indudable relevancia social. Y una vez más, preguntarnos: ¿Por qué no se forma a los médicos generales de alta capacidad que necesita la población y los sistemas de salud en México?
¿Qué podemos deducir hasta este momento de lo expuesto?
Primero, que la palabra “cáncer” no es sinónimo de cáncer en fase terminal. Segundo, que hay indudables evidencias de que nuestros cuerpos generan frecuentemente células anaplásicas (células caóticas que se reproducen por su cuenta de manera autónoma sin importar que desplazan a sus vecinas ordenadas). Pero, ahí entra el sistema inmune que detecta la anormalidad por medio de sus vigilantes que están en todas partes y hacen que éstas células displásicas sean contenidas en un sitio limitado o destruidas, incluso autodestruidas (una especie de suicidio llamado apoptosis celular) (4). Si esto es cierto, y dado que hemos demostrado en anteriores columnas que el sistema inmune es intensamente influido por las respuestas de estrés aguda y crónica, por la vía de las hormonas producidas en las glándulas suprarrenales (5), entonces podemos entender lo que sigue.
Respuesta de estrés, estados emocionales y células neoplásicas malignas
Los tumores malignos se hacen de cómplices del propio sistema inmune (células traicioneras que secretan sustancias que facilitan el crecimiento tumoral). Se les conoce como células TAM en inglés, que en español son macrófagos asociados al tumor. Estos macrófagos TAM proliferan cuando hay altos niveles de norepinefrina y cortisol. Y se ponen a producir enzimas (proteínas que actúan como herramientas especializadas) en este caso producen unas enzimas llamadas metaloproteasas que destruyen las barreras de tejidos que el organismo le había puesto alrededor al tumor. Adivinó usted, esto abre camino para diseminarse y llegar a la metástasis (siembras a distancia) del tumor maligno (4 p.97).
Así que, el estrés crónico lo enfrentes con las emociones que lo enfrentes, desarrolla el proceso que he descrito. Recordemos que el organismo responde a los dis-tresores y a los eu-estresores de igual manera. Solo que estos últimos dejan un sentido positivo que también ya fue descrito en columnas previas.
Estados emocionales y cáncer
Debo insistir reiteradamente en que no separemos emociones/sentimientos de respuesta al estrés, porque son inseparables. Ahora señalo que cuando las personas que ya tienen cáncer tienen un pobre apoyo social, están deprimidas (os), su calidad de vida es muy reducida, se aumenta una sustancia que favorece la formación de capilares arteriales y venosos que le son indispensables al tumor que crece activamente. Si no se nutre vía estos nuevos vasos, el tumor sufriría necrosis (una forma de muerte celular diferente a la apoptosis). La fuerza de este conocimiento tiene sustento tanto en personas con cáncer como en animales de laboratorio (4).
Para aquellas personas con cierto tono malvado y que ya tienen cáncer y que podrían decir “yo deprimido jamás”, podría interesarles saber que la exposición crónica de adrenalina y noradrenalina ayudan a la sobrevivencia de las células malignas a través de elevar la resistencia a la muerte celular programada (apoptosis). El intermediario a favor de las células malignas es la enzima FAK, que en español significa “cinasa de adhesión focal” (4).
Por otro lado, el cortisol elevado crónicamente estimula la proliferación y sobrevivencia de células del cáncer de mama debido a que impide la expresión de genes que reparan el DNA dañado de las células malignas.
Cierre
Esta columna mostró algo que no se enseña en las escuelas de medicina: que la respuesta crónica de estrés se asocia a emociones y sentimientos que avisan del estado general del organismo como unidad mente-cuerpo y que anticipan trastornos que pudieran ocurrir en los individuos a largo plazo.
Se mostró que “cáncer” no debe significar enfermedad mortal en fase terminal; pero que cuando ya se tiene esta enfermedad, además de las terapias específicas, el equilibrio espiritual, la transformación positiva de las personas, ayuda en muchos sentidos. Y para esos personajes que niegan estar estresados a pesar de su persistente lucha por el poder, el dinero, la complicidad, el sometimiento de otros, la traición, lean el libro “Cuando el cuerpo dice no”. Se enterarán que el disfrute del dominio de otros (adrenalina pura y cortisol) es parte de la respuesta al estrés (6).
El libro de Gabor Maté también ayuda a comprender la inutilidad de clasificar a las familias según criterios demográficos que esconden las relaciones estresantes que muchas veces ocurren en su interior. Como se puede apreciar hasta esta columna número 16 de la serie de “La medicina cuestionada”, la educación médica está dirigida a tratar la enfermedad más que a promover la salud positiva (salutogénesis).
La lucha por una mejor salud depende de la sociedad misma, de igual manera que la justicia, la democracia, la equidad y los derechos humanos.
Notas y referencias
(1) https://quierotv.mx/2024/12/21/estresores-y-respuesta-de-estres-un-gran-ausente-en-la-educacion-medica
(2) https://www.aafp.org/pubs/afp/issues/2020/0915/p339.html
(3) Esserman LJ, Thompson IM. “Overdiagnosis and Overtreatment in Cancer. An Opportunity for Improvement.” JAMA August 28, 2013: 310;8:797-798.
(4) Corbeaux-Ascui, T., & Soza-Ried, C. (2017). Psiconeuro-inmuno-endocrinología y cáncer. En C. Rojas-Jara, & Y. Gutiérrez-Valdés, Psicooncología. Enfoques, avances, e investigación (p. 85-108). Maule, Chile: Universidad Católica del Maule.
(5) https://quierotv.mx/2024/12/21/estresores-y-respuesta-de-estres-un-gran-ausente-en-la-educacion-medica
(6) Maté, G. (2003). When the body says no. Exploring the stress-disease connection. Nashville. USA: Turner Publishing Company.