El nido vacío es algo que en algún momento sabemos llegará. Cuando tenemos hijos, ellos crecerán y tendrán que partir a realizarse y hacer sus vidas.
Pero lo vemos lejano, incluso en este momento solo de pensarlo se me apachurra el corazón.
Hace unos días operaron a mi mamá. Necesitaba estar en reposo por lo que hablamos entre mis hermanos para repartirnos tareas; sin embargo, pese a que todos estamos siempre pendientes de ella, desde que faltó mi papá hace dos años tratamos de cuidarla más y pasar más tiempo juntos. Pero cada uno de nosotros tiene ya su vida, sus hijos, su trabajo y múltiples ocupaciones que muchas veces nos complican los tiempos.
Creo que mi mamá después de todo, nunca se había sentido realmente sola hasta esta ocasión, donde cada uno buscamos estar, pero no fue suficiente para ella.
Qué difícil es dividirse en mil. Mi mamá, llorando, sintiéndose una carga para todos, y nosotros tratando de demostrarle lo importante que es para todos sin abandonar las otras ocupaciones de cada uno.
Así que me puse a pensar lo difícil que debe ser para ella lidiar con la soledad cuando tornó su vida completa a nosotros sus hijos y a mi papá, que en el mismo año que murió, mi hermano menor también se casó y se fue de casa.
Aprender a soltar es complicado; aprender a estar sola es complicado; pero es igual de complicado como hijo, sentir que nunca es suficiente.
Deberíamos como papás prepararnos también emocionalmente para cuando llegue el momento de que partan los hijos de casa y no sintamos un vacío tan inmenso y ellos puedan continuar sin sentir ningún tipo de culpa.
Hoy a mí me cuesta soltar a mi mamá. Tenemos una dependencia grandísima y después de la muerte de mi papá, siempre vivo con miedo de perderla a ella también.