El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, participó a distancia en el Foro de Davos, el principal encuentro de la élite mundial del capital, con los jefes de Estado y representantes de los gobiernos de todo el mundo. En su mensaje, el que quizá sea el hombre más poderoso del planeta comentó que la relación con México va bien, y en cambio, la relación con Canadá es muy difícil.
Demos por hecho que al pronunciar esta frase, aunque quizá involuntariamente, Donald Trump le regresó la tranquilidad a muchos personajes que entraron en desasosiego máximo desde el pasado 20 de enero, cuando inició su segundo mandato presidencial.
En cuando menos una ironía que mientras la nueva administración trumpista pone en crisis a millones de personas que directa o indirectamente se benefician de la migración a los Estados Unidos (incluidos millones de estadounidenses), al mismo tiempo el presidente alimente ilusiones de quienes se conforman con algunas frases y una visión superficial de la realidad.
Vayamos por partes.
Primero, si Donald Trump declara ante los dueños del capital que la relación con México “va bien”, es porque no ha recibido directamente ningún rechazo por parte de las autoridades mexicanas a sus ofensas y pretensiones. Y además, no sabemos si en secreto, ya se aceptaron pretensiones no declaradas, después de haber advertido que a partir del 1 de febrero aplicará 25% de aranceles a todos los productos mexicanos.
La declaración de Trump en Davos tiene que ver estrictamente con temas de carácter económico. Sin embargo, es indispensable tener presente un panorama más amplio e incluir en la ecuación el elemento migratorio. Porque si la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, asegura que no se aceptará para México la condición de “tercer país seguro”, lo cual implica que todos los migrantes se queden en nuestro territorio, las condiciones reales –según los analistas especializados– es que en la práctica sí nos estamos convirtiendo en ese tercer país seguro.
No hay ningún cálculo real sobre cuántas personas serán expulsadas de Estados Unidos. Los economistas norteamericanos indican que mantener esa política provocará un alza en la inflación de Estados Unidos y estragos económicos, por lo que razonablemente debería buscarse otra solución al problema de la migración ilegal. Sin embargo, en el terreno político el presidente Trump está obligado a cumplir el compromiso de expulsar migrantes… o simular hacerlo con todos. Y para reforzar la imagen publicitaria, ya se envían tropas militares a la frontera con México, se lanzan operativos de búsqueda de migrantes que van a iglesias, hospitales y escuelas, y se instala nuevamente un discurso polarizante en toda la nación.
Pase lo que pase, el impacto económico se padecerá en México. La manera de aplacar el encontronazo es cediendo. Y Donald Trump tiene, primero, todo el tiempo disponible, y además, el control de la presión. Oponerse a su gestión dejaría más daños que ceder a sus pretensiones.
Por eso, siendo realistas, es que Trump habla de que la relación “va bien”.
Se viven tiempos en los que se requiere adaptarse y seguir.