Febrero será el mes más difícil para la presidenta Claudia Sheinbaum en lo que va de su mandato.
Difícil porque la presidenta de México acordó un plazo de 30 días para demostrar que van en serio las acciones para frenar el flujo de drogas vía México a Estados Unidos, y para reducir en lo más posible los cruces ilegales de personas hacia la Unión Americana a través de territorio nacional. En caso de no cumplir a satisfacción del gobierno de Donald Trump, la administración estadounidense impondrá aranceles de 25% a los productos mexicanos.
El reloj corre y los responsables de la seguridad en México están bajo la lupa. Tanto el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, como los titulares de la Defensa, el general Ricardo Trevilla, y de la Marina, el almirante Raymundo Pedro Morales, tendrán bajo sus hombros la responsabilidad primero, de evitar cualquier cruce ilegal de México a Estados Unidos, así como también de desmantelar las redes de producción y distribución de fentanilo, la droga sintética que se ha convertido en el azote de Estados Unidos.
Lo difícil para la presidenta será cumplir con la solicitud estadounidense sin romper el paradigma de la Cuarta Transformación de “Abrazos, no balazos”, impuesto por Andrés Manuel López Obrador desde 2018. Desde la Casa Blanca querrán ver una valla humana para impedir el paso de migrantes en la frontera, y además decenas de acciones policiales y militares contra los grupos del crimen organizado.
Sheinbaum está en una encrucijada, y debe responder pensando en los más de 126 millones de mexicanos para los que gobierna, dejando de lado influencias externas de personas cercanas a ella. No se trata de estar con Dios o con el diablo. Lo que se espera es que esté del lado de lo que conviene a la gente.
Por eso tiene Sheinbaum en febrero el mes más difícil.