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Héctor Ruiz López
Héctor Ruiz López
Profesor Investigador de la UdeG y analista Doctor en Estado de Derecho y Gobernanza Global, Maestro en Política y Gestión Pública, y en Derecho Constitucional.

La elección que se viene

17 febrero 2025
|
05:00
Actualizada
20:37

Una de las críticas más recurrentes hacia las sociedades es la falta de involucramiento en los asuntos públicos. A menudo, reaccionamos sólo cuando un problema nos afecta de manera directa o cuando la crisis se vuelve inevitable. Somos sociedades reactivas más que proactivas, y esta característica no es exclusiva del ámbito político: también ocurre en la salud, en la economía y en nuestra vida cotidiana. Esperamos a que algo falle para atenderlo, en lugar de prevenir.

Hasta cierto punto, es comprensible que muchas personas no se involucren en la vida pública. Sus preocupaciones giran en torno a su trabajo, su familia, sus proyectos personales. Además, los problemas sociales no suelen manifestarse con un impacto inmediato, sino de manera gradual, casi imperceptible, hasta que un día nos damos cuenta de que lo que antes parecía un tema ajeno se ha convertido en una crisis que nos afecta a todos.

Platicando con un sociólogo sobre este fenómeno, me decía: “Hace falta más empatía, más sororidad, más solidaridad en las sociedades”. No es que estas cualidades no existan, pero a veces es necesario un gran acontecimiento que sacuda conciencias y despierte ese sentido de comunidad y responsabilidad compartida. Lo vimos en el terremoto del 85; en el huracán que devastó Acapulco; en las explosiones del 22 de abril en Guadalajara. En momentos de crisis, los mexicanos hemos demostrado una capacidad extraordinaria de unión, dejando de lado diferencias sociales, políticas o ideológicas.

Apelando a ese mismo espíritu de reflexión, México está por vivir un hecho inédito, un proceso que nos guste o no, va a suceder: la elección de jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial Federal. No hay precedente de un proceso similar en la historia de nuestro país, ni en el mundo. Se trata de un cambio que desafía lo establecido, que genera incertidumbre y que, sin duda, traerá consigo críticas y cuestionamientos.

Esta elección enfrenta múltiples desafíos. Algunos surgen de la complejidad y novedad del proceso, de la falta de información clara sobre cómo se desarrollará y qué impacto tendrá. Otros provienen de la oposición, que ha descalificado la reforma en su totalidad, promoviendo la idea de que el proceso carece de legitimidad. Es una reacción similar a lo que ocurrió con la revocación de mandato impulsada por Andrés Manuel López Obrador, donde la baja participación fue, en parte, resultado de la falta de promoción y del desinterés deliberado de ciertos sectores políticos.

A esto se suma la indiferencia de una parte importante de la sociedad, que no percibe la elección del Poder Judicial como un tema que afecte su vida de manera inmediata. Y ahí está el verdadero problema. Durante décadas, el Poder Judicial ha operado con un manto de discreción, alejado del escrutinio público. Para muchos, sus decisiones parecían no tener impacto directo en su día a día, cuando en realidad, de ellas depende la aplicación de la justicia en todos los ámbitos de la vida nacional.

Si algo positivo ha traído este proceso es que hoy se habla del Poder Judicial. Se discute, se debate, se cuestiona. Antes de esta reforma, pocas veces el ciudadano común dedicaba tiempo a reflexionar sobre cómo se designaban jueces y ministros, sobre qué criterios se utilizaban y qué intereses estaban detrás. Ahora, el tema ha salido de los círculos especializados y ha llegado a conversaciones en la academia, en los medios e incluso en reuniones familiares.
He tenido la oportunidad de participar en algunas de estas discusiones y puedo decir que han sido enriquecedoras. He escuchado posturas con las que no coincidía y, sin embargo, algunas me han llevado a replantear mi punto de vista. Porque de eso se trata la democracia: de discutir con apertura, de argumentar con razón y de involucrarnos en los temas que, tarde o temprano, nos afectarán a todos.

Como sociedad, debemos asumir un papel más activo en esta elección, porque sus consecuencias no se verán solo en el corto plazo. Lo que decidamos hoy definirá el rumbo de la justicia en México por generaciones. Y, como bien sabemos, la justicia es el pilar sobre el cual se sostiene cualquier democracia.

*Las opiniones y contenidos en este texto son responsabilidad total del autor y no de este medio de comunicación.
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