Mucho se ha hablado de que México está controlado en al menos el 65% de su territorio
por los cárteles de la droga, lo cual no suena descabellado si nos damos cuenta cómo los criminales quitan y ponen mandos de seguridad pública en los municipios y en algunas entidades federativas, así como ha salido a la luz pública cómo han pagado campañas completas para presidentes municipales, gobernadores e incluso algunos expresidentes de la república.
Ante todo eso, nos preguntamos: ¿Estamos gobernados por el crimen organizado?
Según Donald Trump y Marco Rubio sí lo estamos. Por eso han declarado como organizaciones terroristas a los cárteles y han empezado operaciones con aviones tripulados y no tripulados a cargo de la CIA para contraatacar a los grupos de la delincuencia organizada, y ¿qué ha hecho el gobierno de Claudia Sheinbaum? Arroparse en el discurso de la soberanía nacional; hacer alusión al himno nacional (como si tuviéramos la capacidad armamentista para hacer frente al país más poderoso del mundo) y defender a los criminales aduciendo la máxima de no intervención por parte de nación extranjera alguna. Pero eso no funciona para un país como Estados Unidos, el cual tiene una legislación supranacional que le permite combatir a los grupos terroristas en otras naciones, lo cual no está lejos de pasar en nuestro país.
Ahora bien, lejos de utilizar discursos anticorrupción haciendo referencia a la nula intención de favorecer a los grupos de la delincuencia organizada, tenemos que en México sucede todo lo contrario: se eliminan los contrapesos desapareciendo instituciones públicas, así como acumulando el poder, incluso aliándose en ocasiones con el crimen organizado, retrocediendo en transparencia y justicia debilitando al Poder Judicial, al ITEI y demás órganos autónomos, así como militarizando la seguridad para controlar desde el centro la misma, todo esto a favor de los intereses de grupo de quienes detentan el poder.