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19 abril 2025
Ismael Ramírez
Ismael Ramírez
Especialista en Medicina Familiar. Maestro en Farmacología. Dr. en Investigación Psicológica

Pseudociencias médicas III. Homeopatía

1 marzo 2025
|
05:00
Actualizada
18:03

Sí estimado lector, la homeopatía es una pseudociencia. No sigue el método científico, no hay pruebas de que sus píldoras o soluciones tengan principios activos con efecto específico. Sus resultados clínicos son el resultado de “la respuesta al significado”, que explicamos y que antes era conocido como “efecto del placebo” (1).

Contaré algunos casos reales y haré una explicación concisa del origen y desarrollo de esta forma de “terapia alternativa-complementaria”. Hoy en día, ninguna persona sensata aconsejaría usar homeopatía como método anticonceptivo, o como sustituto de la insulina en diabetes tipo I, o para curar una apendicitis aguda franca, una litiasis de la vesícula biliar, o en lugar de la levotiroxina de las personas con hipotiroidismo.
Todos estos problemas eran bien conocidos en la época en que se inició la homeopatía; pero ni ésta ni la biomedicina sabían cómo resolverlos. La insulina, por ejemplo, se descubrió hasta principios de 1921.

El surgimiento de la homeopatía
La teoría de que “lo similar cura a lo similar” (homeo=similar, patía= enfermedad) es obra de Samuel Hahnemann (1755-1843). Este personaje se graduó de la escuela de medicina en 1779 en Erlangen, Alemania, en la época en que los tratamientos médicos eran básicamente purgantes, eméticos y sangrías (2). Cuando llegó a Europa la corteza del árbol peruano de la quina, llamado cinchona por los españoles, Hahnemann probó el polvo de esta corteza en sí mismo; le provocó fiebre. Así dedujo que el polvo de la quina debía servir para tratar “fiebres” porque tuvo este efecto en él. Un razonamiento sesgado porque desde un siglo antes (1633) jesuitas españoles habían comunicado que este remedio era usado por los indígenas peruanos para tratar el paludismo (malaria). En ciencia es aceptado que un solo caso no hace un conocimiento general, no puede generalizarse. No obstante, Hahnemann conceptualizó su principio de que los síntomas que causa una sustancia en personas sanas, curan las enfermedades que se manifiesten con los mismos síntomas. En 1795 creó su sistema al que llamó homeopatía y combatió a los homeópatas que hacían acuerdos con la medicina académica, a la que puso el nombre de “alopática” (allos= diferente) (2).
Hahnemann tomó la precaución de usar dosis extremadamente diluidas (3). Es de reconocerle que haya hecho caso al principio de “la dosis es lo que hace a algo venenoso” del extraordinario personaje Teofrasto Paracelso (1493-1541) fundador de la toxicología, el primero en resolver casos de sífilis tratándolos con ¡mercurio! Y lo hizo tres siglos antes de la época de Hahnemann (4). La homeopatía se fue al extremo más extremo de las diluciones de los medicamentos. Al acto de diluir progresivamente a los extractos de las fuentes naturales que se conocían en la época Hahnemann le llamó potenciación. También al acto de agitar sus soluciones les cambió el nombre a “sucusión”. E invocó un principio metafísico acerca de que sus procedimientos activaban una fuerza oculta que le daban el poder de curar a las diluciones extremas (3).

Diluir en procesos repetitivos
Hahnemann partió de extractos alcohólicos concentrados de sustancias naturales; tomaba dos gotas y los diluía en 98 gotas de licor, batía (“sucusionaba”) la mezcla; de ahí en adelante tomaba una gota de la solución que diluía a su vez en 99 gotas del licor. Así hasta por 30 ciclos. Esto deja un serio problema ¿Cómo verificar la calidad de los medicamentos homeopáticos cuando no es cuantificable su contenido, excepto de azúcar/alcohol?
Dada su confrontación con su propio grupo de convencidos acerca de que no dieran más que un medicamento, nada de polifarmacia homeopática, Hahnemann fue relegado en 1836 de las organizaciones homeopáticas, y murió pobre (3).

La revista Nature se desdijo en 1988
El 4 de junio de 1988 el inmunobiólogo Jaques Benveniste publicó en la prestigiosa revista Nature, que una dilución homeopática de anticuerpos producía cambios en los glóbulos blancos (un estudio en probeta). Pero, el editor de Nature John Maddox y expertos en fraudes científicos, echaron abajo la credibilidad de la publicación, se concluyó que fue una ilusión óptica del investigador (2. P.591).

En Australia se declara infundada la supuesta efectividad de la homeopatía
En 2015, El Consejo Nacional de Investigación Médica y de Salud del gobierno australiano publicó un resumen de una investigación de 57 revisiones científicas de estudios homeopáticos y concluyó que no había pruebas de su eficacia en enfermedades humanas, más allá del efecto placebo (respuesta a los significados) (5).

Dos casos reales que atendí personalmente
Caso 1: Durante 10 años en urgencias de Atención Primaria en el IMSS tuve diversos casos relacionados con la homeopatía, les platico dos. El primero fue un muchacho de 16 años con diabetes juvenil (tipo I) que llegó con deshidratación severa, acidosis metabólica y glucosa en sangre elevada. Un típico caso de cetoacidosis diabética; hacía unas semanas había abandonado sus inyecciones de insulina por indicaciones de un homeópata. Lo tratamos convencionalmente con hidratación vía venosa y pequeñas dosis de insulina rápida; al día siguiente estaba comiendo y fuera de peligro. La madre nos dice: “Yo le creí realmente a la doctora homeópata, porque es también doctora general”.
Caso 2: Una mujer de 44 años consulta en urgencias con fiebre, piel áspera (le decimos de lija), líneas de Pastia (puntos hemorrágicos en la cara anterior de los codos) y secreción purulenta en la faringe. La traté con una sola inyección de penicilina benzatínica. Volvió dos días después y ya estaba mejor; traía a sus dos hijos de 7 y 12 años con el mismo cuadro. Escarlatina típica. Los traté igual que a su mamá, y le pedí que buscara asignarse a la consulta de un médico familiar. Me preguntó la señora: ¿Por qué el homeópata no me pudo curar? ¿Por qué no me dijo que esto se llama escarlatina? El homeópata es también médico titulado, un cirujano que trabajaba privadamente y en una institución pública. Mis respuestas en ambos casos fueron similares, “esas preguntas son para su homeópata, lo que yo traté es algo conocido en la medicina hace siglos”.

La respuesta a los significados vale para todo tipo de terapia
La homeopatía y la biomedicina coinciden en la formación de sus respectivos estudiantes. Les enseñan que el resultado terapéutico proviene únicamente de los efectos específicos de los tratamientos que ambos utilizan. No mencionan el poder terapéutico o dañino que la personalidad del terapeuta podría tener. Ambos niegan el efecto de la respuesta a los significados. En otras palabras, la biomedicina y la homeopatía niegan la contribución de factores culturales y psicosociales en los fenómenos clínicos.
La gran diferencia entre la homeopatía y farmacología de la biomedicina, es que la farmacología ha logrado una efectividad muy superior para modificar los procesos fisiológicos del organismo, las bacterias y los virus. Lo mismo aplica para trastornos mentales severos. Las pseudociencias médicas por definición, carecen de las aportaciones de siglos de cuidadosos descubrimientos acerca de la salud y enfermedad biológica. Como dejé claro en columna previa, no todos los pseudocientíficos son charlatanes; pueden estar equivocados en sus teorías y aun así ayudar por medio de los significados positivos que transmiten a sus pacientes. La antropología médica aporta pruebas convincentes de que los factores psicosociales y culturales a los que se suman las pruebas de que los factores psicosociales y culturales tienen impactos biológicos demostrables objetivamente, como expliqué cuando hablé del error del concepto “efecto placebo” que debería ser enseñado como respuesta a los significados (1).
Los riesgos de las pseudociencias creo que son semejantes a los riesgos de consultar médicos incompetentes o fraudulentos: Tratar equivocadamente al paciente como en los ejemplos que relaté, explotarles económica o psicológicamente, medicar superficialmente síntomas y enfermedades que hablan de problemas mayores de fondo, biológicos o psicológicos, que se dejan proseguir por ignorancia, incompetencia, o por incomprensión del paciente/familia.
Ya tocará el turno de comentar la teoría de “La falla básica de Michael Balint”, que tiene su equivalente en el cuento que escuché cuando niño “La espina en el talón”. Mientras el talón supura, en lugar se sacar la espina profundamente enterrada, médico y paciente prefieren usar analgésicos y antibióticos porque sacar la espina duele y requiere mucho trabajo y conocimiento. Así, se pierden la pierna y la vida. Seguiremos platicando.

Referencias
1. https://quierotv.mx/2024/11/09/el-efecto-placebo-es-un-error-conceptual-no-corregido
2. Anónimo. (1993). Los inicios de la homeopatía. En L. Cortina, & R. Fenollosa, Crónica de la Medicina (págs. 258-259). Barcelona: Plaza & Janes.
3. Mez-Mangold, L. (1989). Samul Hahnemann. En L. Mez-Mangold, A history of drugs (págs. 143-148). Basle, Switzerland: Editions Roche.
4. https://www.bbc.com/mundo/noticias-44854542
5. https://www.nhmrc.gov.au/sites/default/files/images/nhmrc-statement-on-homeopathy.pdf

*Las opiniones y contenidos en este texto son responsabilidad total del autor y no de este medio de comunicación.
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