Fue corta su vida y mucho más breve el periodo en el que fue huey tlatoani de la Gran Tenochtitlan. La guerra de conquista estaba en marcha pero la resistencia fue tenaz, consistente, decidida. Desde hace mucho tiempo, aunque no de manera generalizada, se identifica a Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica, como símbolo de dignidad y resistencia.
Poco se profundiza en este episodio de nuestra historia, mucho menos ahora que el foco se dirige hacia una no conquista de México Tenochtitlan por la colaboración de los pueblos vecinos con Hernán Cortés, no sólo los tlaxcaltecas.
Sin embargo, hay personajes de nuestra historia, particularmente la del México antiguo, que vale la pena no sólo rescatar y difundir sino tratar de indagar más sobre sus vidas. En el caso de Cuauhtémoc, que murió tan joven (se ha calculado que no llegó a los 30 años) que hay periodos que se desconocen casi por completo, como su infancia, a pesar de que era hijo de un tlatoani, Ahuízotl y de una heredera al trono de Tlatelolco, Tillacapantzin; o los años que estuvo preso por Cortés en Coyoacán, después de la tortura y antes de que el capitán español se lo llevara a la expedición de las Hibueras donde ordenó su ejecución.
Este último hecho, en el que varios historiadores coinciden que fue el 28 de febrero de 1525, motivó una conmemoración que no se había hecho antes en nuestro país: los funerales de Estado en conmemoración de los 500 años del asesinato del último tlatoani.
Vamos por partes. Se estima que Cuauhtémoc nació en 1496 y que cuando fue investido como tlatoani el 25 de noviembre de 1520 tenía 24 o 25 años. Se casó con Tecuichpo, hija de Moctezuma, viuda de Cuitláhuac, el penúltimo tlatoani que murió a causa de la viruela que trajeron al continente los españoles.
Ambos matrimonios con Tecuichpo tenían el propósito de proteger y conservar el linaje del imperio mexica (la historia de Tecuichpo es otra que se desconoce profundamente y, por lo que se sabe, es también digna de ser rescatada e investigada con mayor amplitud).
Desde que se convirtió en el huey tlatoani de los mexicas y de los tlatelolcas, empezó la resistencia contra los españoles que asediaron la ciudad, por un lado y, por otro, pretendieron en varias ocasiones, hacer un acuerdo de paz siempre y cuando los mexicas aceptaran al rey español como su monarca. Esto nunca sucedió, mientras del lado de los mexicas y del lado de los castellanos, se preparaban en la definición de estrategias de resistencia, asedio y guerra.
Cuauhtémoc, quien en esta coyuntura tomaba decisiones respaldadas por el consejo de ancianos, resistió hasta el último día. Fueron nueve meses en total, posibles sólo porque el último tlatoani logró sacar de la ciudad a las mujeres y niños así como a los ancianos; logró reunir agua y víveres porque se enteró de que la ciudad sería sitiada y cortados los canales por donde se obtenía agua potable.
Del lado de Cortés atacaron el último reducto con bergantines que fueron armados cerca del lago de Texcoco, hasta que el 13 de agosto de 1521 no fue posible aguantar más y, sin rendirse, Cuauhtémoc fue capturado. En el momento, el emperador mexica pidió que lo mataran en ese momento como una forma digna de hacerlo, con honor, pero no lo hicieron. Lo apresaron y lo torturaron durante varios días para que dijera dónde se escondía o almacenaba el oro. Cortés trató de lavarse las manos con respecto a esto, pero en realidad él lo hizo presionado por sus propios hombres inconformes con lo poco que les había tocado una vez que se repartieron el botín.
Me he dado cuenta de que, con frecuencia, se tiene la idea de que los mexicas se rindieron de inmediato y se sometieron a los españoles sin oponer resistencia. No fue así. El ejemplo máximo de resistencia es Cuauhtémoc, pero resulta que hubo rebeliones y resistencias de varios pueblos originarios, casi podría decirse de todos, con base en investigaciones del historiador Enrique Florescano, durante todo el virreinato.
Cuauhtémoc, con 28 o 29 años (hasta hoy se desconoce el día exacto de su nacimiento) fue obligado, junto con otros nobles de Tenochtitlan, a salir junto con Cortés a las Hibueras, hoy Honduras. Cortés, que tenía problemas en la Ciudad de México por las rivalidades con otros españoles y los vigilantes que le envió el rey, se lanzó a la expedición y se llevó a los líderes mexicas para que no urdieran algún levantamiento.
Paranoico como estaba, durante la travesía compleja en territorio selvático y peligroso, Cortés fue notificado de que Cuauhtémoc, preso y sin poder caminar, estaba organizando una conspiración. El juicio fue sumario y Cuauhtémoc, quien había pedido ser asesinado con una daga para morir con honor, fue colgado en algún lugar del hoy estado de Tabasco, lo mismo que Tetlepanquétzal, señor de Tacuba.
Este hecho, del que se acaban de cumplir 500 años, fue el que se conmemoró con solemnidad el viernes pasado en el Zócalo capitalino. Todos los oradores coincidieron en identificar a Cuauhtémoc, el último tlatoani, como símbolo de dignidad y resistencia. La Presidenta Claudia Sheinbaum dijo, en el cierre de su discurso, lo siguiente: “Para las mexicanas y los mexicanos, Cuauhtémoc representa a nuestras ancestras y ancestros que nos legaron con amor y valentía la defensa y resistencia cultural de nuestra nación frente a quien pretenda violar su soberanía; representa la dignidad de un pueblo libre y resistente. El día de hoy, pese a los múltiples intentos de aniquilamiento que hubo en toda la historia de México, su cultura y sus tradiciones engrandecen al México de hoy y del mañana. Por eso, que lo sepa el mundo, repetimos este poema anónimo mexica: En tanto permanezca el mundo, no acabará la fama y la gloria de México-Tenochtitlan”.
El rescate y difusión de la vida y la obra de personajes históricos de esta talla refuerzan la identidad por supuesto, pero se recupera la grandeza de los pueblos originarios cuyas noticias han sido minimizadas o enseñadas a cuentagotas, superficialmente. Recuperar esa grandeza implica reconocernos como pueblo, como nación y lo que se gana es dignidad y fortaleza.
En la ceremonia del viernes se leyó parte del testamento de Cuauhtémoc: “Nuestro sol se ha ocultado, nuestro sol se ha escondido y nos ha dejado en la más completa oscuridad… Sabemos que volverá a salir para alumbrarnos de nuevo, pero mientras permanezca allá en el Mictlán, debemos unirnos ocultando en nuestros corazones todo lo que amamos… De hoy en adelante, hasta que salga el Nuevo Sol, los padres y las madres serán los maestros y los guías que lleven de la mano a sus hijos mientras vivan, que las madres y los padres no olviden decir a sus hijos, lo que ha sido hasta hoy el Anáhuac”.