El mundo se desmorona y el cineasta sudcoreano Bong Joon-ho lo sabe. Su flamante opus, titulado Mickey 17, se erige como una comedia negra y tanatológica de ciencia ficción que habla más sobre el mundo presente que sobre el futuro.
El filme nos recuerda que la mejor ciencia ficción es —y siempre será— la que funciona como espejo cósmico, pues nos permite observarnos en porvenires probables, posibles o imaginados; y al mismo tiempo, a través de su universo inventado, nos ayuda a reflexionar sobre quiénes somos y en lo que se ha convertido la sociedad del ahora.
El mundo se está yendo al garete, así que Mickey Barnes (Pattinson) se suma a la tripulación de una nave espacial que tiene como objetivo colonizar algún planeta donde el ser humano pueda prosperar. El problema es que Mickey —por pura torpeza— se ha ofrecido para un trabajo ingrato: morir por la raza humana. Cada vez que muere, la consciencia de Mickey es transferida a un cuerpo idéntico al suyo, producto de una máquina que “imprime” seres humanos. Ahora, su vida (y sus cuerpos) están al servicio de la agenda de un extravagante y atolondrado político.
Este lujoso largometraje (se filmó con unos $120 millones de dólares) reflexiona sobre los venenos de la tiranía y los desplantes del tirano, sobre la condición circense de la política actual, sobre la pequeñez humana en contraposición con el mundo natural, sobre las muchas voces internas que nos hacen desdoblarnos a lo largo de la vida hasta que, con suerte, logramos convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.
Es, también, una pieza sobre el territorio bangsiano por el cual transitamos a ciegas en esta era que nos tocó vivir. A cada paso, la muerte nos rodea.
Empero y a pesar de ser una película sumamente —sanamente— política, Mickey 17 no olvida el espectáculo ni el entretenimiento. El director de Parásitos utiliza la musculatura del cine de Hollywood para hacer llegar su mensaje, lo que nos lleva a disfrutar, también, de una cinta comercial, divertida y estridente, un espectáculo de cabo a rabo.
Huelga decir que la pieza está llena de aciertos estéticos: la cinefotografía es del ya icónico Darius Khondji (Bardo, Amour) y el diseño de producción es de Fiona Crombie (La favorita, Cruella). En la parte visual, no tiene desperdicio.
En lo interpretativo, no hay sorpresas: Robert Pattinson vuelve a dar muestra de su enorme registro actoral, interpretando múltiples versiones de un mismo personaje. Es un camaleón y, que no quepa duda, es uno de los mejores del oficio histriónico en el aquí y el ahora. En tanto, Mark Ruffalo y Toni Collette cumplen más allá del deber al darle vida a la pareja despótica de la trama.
¿Recomendada? Recomendadísima. ¿Entretenida? Entretenidísima. Bong Joon-ho entrega en Mickey 17 una sólida comedia social, ambiental y humanista, un relato que nos dice que hay mucha vida más allá del capital y, sobre todo, gracias a lo que individuo y comunidad aportan al tejido social.