El 5 de marzo fue el Día Internacional de Abstinencia Digital, jornada en la que la iniciativa es crear conciencia del tiempo que pasamos o “gastamos” pegados en una pantalla, ya sea de un celular, tableta o computadora.
Esto me hizo reflexionar sobre la ansiedad que esta práctica nos genera; quise hacer un experimento sencillo en casa, empezando por comer sin estar acompañados de la televisión. Fue una locura: los niños no paraban de pedir que la prendiera. Dos de ellos ni comieron, el otro comió y platicó un poco de su día con su papá y conmigo.
Les dije que habían cortado el internet. Estaban los tres niños con una ansiedad tremenda sin saber qué hacer, era insostenible. “Mamá, estoy aburrido”. “No sé qué hacer, no sé a qué jugar”. Teniendo las habitaciones repletas de juguetes, nos pusimos a jugar un juego de mesa y estuvo divertido, pero debo aceptar que yo también me sentía desesperada; quería ver recetas, chismes y diversos contenidos que suelo estar consumiendo en redes.
Llegada la noche, me puse a pensar en lo esencial y necesario que se ha vuelto para nuestro estilo de vida el uso cotidiano de las redes, el internet y las tecnologías.
Vivimos y sentimos tal lo que es: el síndrome de abstinencia. Casi como lo vive alguien que deja de tomar, fumar o drogarse, y es muy rara la sensación. A decir verdad, sentía como lo dicen en término coloquial “sin calzones”. Me sentía como que algo me faltaba; emocionalmente me sentía frustrada.
Pero por otro lado, disfrutamos más de cosas simples en familia, como una plática amena, comer conscientes de la acción que estamos realizando o jugar un juego de mesa y ponernos a dibujar.
Es difícil hoy encontrar el equilibrio entre los espacios que necesitamos realmente. El uso de los dispositivos y el consumo de la tecnología se nos ha vuelto un vicio.
La vida moderna nos invita a la practicidad y a la inmediatez, y de alguna manera fomenta a la vez, la falta de empatía, la disminución de socialización y el poco o nulo manejo y control de la frustración y la tolerancia.
Es decir, nos conecta a otras realidades, pero a la vez nos desconecta de la nuestra; nos permite futurizar y nos está robando nuestro presente.