La guerra comercial de Trump

Cuando llegó Donald Trump a la Casa Blanca abrió muchos frentes de batalla dentro y fuera de Estados Unidos. Varias voces señalamos que tantas trincheras montadas serían imposibles de atender. A 50 días de la llegada del republicano a la Oficina Oval nos damos cuenta, como seguramente lo mira él también, que no solo enfrenta mucha resistencia desde cada uno de los sitios de combate, sino que de manera particular cada una de las batallas libradas comienzan a mostrar muchos microfrentes que vienen a complicar la puesta en marcha de las políticas trumpianas, pero también las dinámicas sociales, económicas y políticas al interior de Estados Unidos.

Una de las trincheras abiertas es la económica y comercial. Las resistencias que está enfrentando el presidente vienen al menos de cinco escenarios, a saber: los mandatarios y mandatarias de países afectados por los nuevos aranceles; los dueños del dinero que pusieron muchos millones de dólares para la campaña republicana y han sufrido pérdidas millonarias en las bolsas de valores; los dueños de las armadoras de automóviles que resentirán la presión para mover sus fábricas a la Unión Americana; la población en general que mira cómo el costo de la vida no disminuye y con las políticas de Trump seguirá aumentando; finalmente, al interior de su mismo gabinete económico donde no todos están de acuerdo en lo hecho por el presidente en las primeras semanas de gobierno.

A querer o no, de cada frente abierto sale una hidra de mil cabezas que parece renovarse al ritmo de las ocurrencias de Donald Trump.
Los oídos sordos del republicano no escuchan los decires de gobernantes, potentados, sociedad civil y política, por el contrario, ignoran el griterío de los ciudadanos quienes han dejado de manifiesto su rechazo en las primeras encuestas sobre la aprobación de Donald Trump.

Así, el ejercicio demoscópico de Emerson College Polling de esta semana arroja que 47 por ciento de los votantes aprueba a Trump y 45 por ciento lo desaprueba. Esto representa una caída con respecto al 49 por ciento de aprobación y 41 por ciento de desaprobación registrados al comienzo del gobierno (La Opinión, 11 de marzo de 2025). Evidentemente, por lo pronto, esto no parece preocuparle a Trump.

Bajo la lógica de Trump el mundo debe pagar lo que le debe a Estados Unidos, además de cubrir una cuota por derecho de piso para poder vender sus productos en el vecino del Norte. Ya sean China, la Unión Europea, Canadá o México, todos pasarán por la caja registradora. Esto, sin importar el costo que tenga para sus ciudadanos y la posibilidad de generar una recesión económica en 2026.

Todo parece indicar que la apuesta de Trump es por una guerra comercial, sin darse cuenta de que en ese escenario todos perderemos, incluso él en las elecciones intermedias de su país y en su búsqueda de convertirse en el líder mundial que sueña.

Además, el republicano salió resentido. Ahora resulta que si los países le contestan con medidas similares a las puestas por él, la Casa Blanca apretará más las tuercas. Trump no acepta respuestas, solo sumisión. Estamos viendo la crónica anunciada de una mordedura de cola por parte de la serpiente.