¿Qué otra cosa era posible que dijera el fiscal Alejandro Gertz Manero? Si apenas fueron siete cortos días de labores por parte de la Fiscalía General de la República (FGR) en el Rancho Izaguirre de Teuchitlán, Jalisco. Hasta donde sabemos, hasta lo que esta violenta realidad de México nos ha hecho aprender, un trabajo pericial de fondo y revelador de cualquier evento con características de violencia cotidiana (por duro o banal que se lea) puede tardar semanas o meses, dependiendo la cantidad evidencia a procesar.
¿Cuánto cree usted que es necesario dedicarle a un sitio como el Izaguirre?, ¿cuántas evidencias se encuentran? Tan solo en prendas de vestir o demás objetos personales suman más de mil 300 indicios los enlistados. ¿Cuántas víctimas pueden cuantificarse en este sitio?, ¿específicamente qué ocurría ahí?
La apuesta respecto a que lo informado por el titular de la FGR resultara realmente revelador era bastante baja, es decir, lo único que podía salir a decir era lo que ya había advertido: lo inicial en la investigación iría en torno a las omisiones cometidas por la Fiscalía de Jalisco, ¿por qué no se realizaron los peritajes en su momento?, ¿por qué no hubo seguimiento, inspecciones exhaustivas o siquiera el aseguramiento del sitio en septiembre y octubre pasados, cuando por primera vez se investigó la zona?
Más aún, la respuesta que cinco horas después emitió en redes sociales el fiscal de Jalisco, Salvador González de los Santos, en la que reiteró lo ya dicho por el gobernador Pablo Lemus después de la reunión en Palacio Nacional: total apertura a trabajar en conjunto en la investigación de este hecho, es decir, los gobiernos federal y estatal buscando esclarecer o medianamente descubrir qué fue lo que ocurrió y desde cuándo ocurría.
Han pasado dos semanas de las transmisiones en vivo en el perfil de Facebook del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, en los que al momento revelaban el hallazgo de fragmentos de huesos, decenas de prendas de ropa ahí abandonadas como si fueran cualquier cosa, como si no tuvieran liga a un delito y dolorosas dudas de cientos de personas que hoy buscan a su familiar.
Lo que urge es seriedad en la investigación y un compromiso genuino con las víctimas, más allá de los cálculos políticos entre los distintos niveles de gobierno. Las víctimas como eje central, tanto las que siguen desaparecidas como en sus familiares, que llevan años sin respuestas; años sin saber qué pasó con aquel que un día salió diciendo que tenía una entrevista de trabajo y nunca regresó.