La columna de la semana pasada “La conspiración del anonimato” está en conexión directa con el tema de hoy: “La compañía de la inversión mutua”. Esta es una metáfora extraída del mundo industrial y financiero. Mientras más dinero invierten los accionistas de una compañía bien planeada, es posible que con el paso del tiempo reúnan un capital mayor que el que han depositado a través del tiempo. La metáfora es ingenua hoy, dado que en 1960 no existían las criptomonedas y el capital financiero no escapaba vía internet en milisegundos de un rincón del globo a otro. No obstante, este concepto en la relación médico-paciente es vigente.
La compañía de la inversión mutua
Se trata de los acomodos y compromisos mutuos que hacen médico y paciente para construir una relación que logre efectos terapéuticos (1), se abona a la relación y se la cuida. Se reconoce por ambas partes que la relación tiene la finalidad de mejorar la salud del paciente pero, como en toda duradera relación humana, debe haber un equilibrio de esfuerzos y beneficios de las partes. Una relación desbalanceada se desgasta y romperá cuando ocurran estresores. Lo que subyace en la “inversión mutua” es que la relación se inicia y se mantiene por común acuerdo. Si alguien le impone un médico que no es de su agrado, es muy difícil que usted haga la inversión de confianza inicial necesaria para darle oportunidad a la relación. Si el médico es indiferente, le desanimará darle el beneficio de la duda. Por el contrario, si el médico es atento y entusiasta es posible que usted le confié sus problemas de salud, creencias, emociones y expectativas; incluso algún secreto.
En la medicina general la “compañía de la inversión mutua” es esencial; de ella dependen el consumo de fármacos, exámenes de laboratorio, interconsultas al hospital, aceptación de medidas preventivas, esfuerzo en los cambios de vida que requiere la enfermedad aguda y crónica… y más.
¿Qué hace que unos médicos sean más aceptados que otros para construir relaciones mutuamente satisfactorias y a largo plazo?
Desde luego, la pericia técnica es indispensable. La mayor parte de las personas no consultarán a un médico torpe e incompetente a menos que no tengan otra opción. Pero hay más factores, incluso el aspecto físico del médico es un componente en la construcción de confianza, sobre todo cuando la relación se inicia. Por ejemplo, es sabido que los pacientes no gustan de médicos con apariencia de autodescuido, que visten ropa sucia, gastada, y no son pulcros (2). De igual manera, a los pacientes no les gusta que los médicos mujeres u hombres, usen perfumes intensos, que se maquillan excesivamente, usan uñas largas, que usan aretes muy grandes o portan pulseras que hacen ruido cuando exploran a sus pacientes. Estos estudios provienen de épocas previas a los piercings y los tatuajes en zonas descubiertas de la piel (2).
La obesidad del médico es también relevante. Los pacientes obesos atienden mejor los consejos de un médico de figura delgada que el mismo consejo transmitido por un médico obeso. De hecho, los médicos obesos suelen evadir el tema de salud del sobrepeso y obesidad con sus pacientes (3).
¿Cómo se construye una relación basada en “la compañía de la inversión mutua”?
Este es uno de serios problemas a los que debería enfrentarse la educación médica y la investigación de la relación médico-paciente en México. Diversos educadores afirman que la educación biomédica es tan importante como la enseñanza para convertirse en un médico con personalidad, con poder terapéutico (4). Mis profesores en los años de 1970 lo expresaban en la frase “No solo hay que ser médico, sino parecerlo”. En este sentido, un médico general bien formado es técnicamente capaz de diagnosticar si alguien debe ser operado urgentemente por su dolor abdominal; o si puede esperar, y entender la ansiedad y tristeza que percibe en su paciente en ese momento. Es decir, tiene la sabiduría que reúne la pericia técnica más la capacidad ecuánime y compasiva. Un médico así, es capaz de percibir sus propios sentimientos y darse cuenta si siente compasión, rechazo, o severa molestia por su paciente, o saberse irritado por quien acompaña al enfermo. Al hacerse consciente de sus intensas emociones debe ser capaz de volver al plano objetivo y cumplir con el objetivo de diagnosticar si su paciente debe ser operado de inmediato o no. Debe dejar de lado sus percepciones prejuiciadas por la apariencia de la persona que atiende, su clase social, su orientación de género, su tono de voz… ese es un médico profesional.
Técnicamente capaz, al tiempo que ecuánime y compasivo a pesar del contexto muchas veces muy negativo en el que trabaja. Es el tipo de médico, médica, con quien la mayor parte de los pacientes construye una compañía de inversión mutua.
No estamos formando a ese profesional de manera sistemática, ni siquiera se tiene claro su perfil en México. Los escasos médicos profesionales ecuánimes y compasivos se están formando por su cuenta y muchas veces a contracorriente en la subcultura médica adversa. Suelen ser sujetos autorreflexivos desde su infancia que resistieron la deformación a sus capacidades compasivas y ecuánimes durante la escuela de medicina y su paso por hospitales.
¿Y la fatiga, el cansancio?
Desde luego que nadie está construido en acero y concreto, todos nos fatigamos. La fatiga abate la capacidad empática, sí. Pero, volvemos al inicio. Quien tiene escasa empatía se le agota en la primera hora de trabajo rutinario. Quién ha sido formado sensiblemente y ha fortalecido su ecuanimidad compasiva soporta más trabajar en medio del sufrimiento del otro. Porque recibe recompensas afectivas de sus pacientes, especialmente aquellos que le conocen, con quienes ha construido “compañías de inversión mutua”.
Estos médicos reciben recompensas afectivas como las siguientes: “Hoy lo veo muy cansado doc le iba a platicar unas cosas, pero ya será otro día…”.
El sufrimiento sólo puede ser aliviado por la compasión genuina, no la lastima y menos la indiferencia. La empatía ayuda, pero muchos pacientes con enfermedades graves prefieren la compasión (5). El agradecimiento sincero y sentir que se hizo lo que estaba en nuestras manos, produce satisfacción compasiva (6). Así las cosas, la “inversión mutua” es benéfica en la relación médico-paciente.
Cierro
La compañía de la inversión mutua nos recuerda que los humanos somos seres relacionales, y se construye sobre la confianza mutua, técnica y humana. Es el corazón de la medicina general. Resolver sin antibióticos el caso del niño de 6 años con fiebre, poner la sonda urinaria al marido que se obstruyó de la orina, acomodar en casa el hombro luxado. Guardar el secreto de que la hija mayor es hermana completa de los demás hijos… cada buen médico general tiene este tipo de historias.
La “compañía de la inversión mutua” puede ahorrar costos materiales y sufrimiento, pero ni la escuela de medicina la enseña, ni las instituciones de salud la promueven. Es un error asumir que “sacar la consulta diaria” es equivalente a ejercer la medicina general a plena capacidad.
Referencias
1. Balint, M. (2000. 2a. Ed. 1963). The doctor his patient and the illness. Edinburgh: Churchill Livingstone.
2. Rakel, R. E. (1993). Using consultants. En R. E. Rakel, Essentials of family practice (págs. 143-151). Philadelphia: W.B. Saunders.
3. Freeman, T. R. (2016). McWhinney’s textbook of family medicine. New York: Oxford University Press.
4. Monrouxe, L. V. (2010). Identity, identification, and medical education: why should we care? Medical Education., 40-48.
5. Sinclair, S., Beamer, K., Hack, T. F., McClement, S., Bouchal, S. R., Chochinov, H. M., & Hagen, N. A. (2017). Sympathy, empathy, and compassion: a grounded theory study of palliative care patients’ understandings, experiences, and preferences. Palliative Medicine, 31(5), 437-447.
6. Gleichgerrcht, E., & Decety, J. (2014). The relationship between different facets of empathy, pain perception and compassion fatigue among physicians. Frontiers in Behavioral Neuroscience, 8(243), 1-8. doi: 10.3389/fnbeh.2014.00243.