En los últimos días han comenzado a circular videos, mensajes y hasta campañas en redes sociales que llaman abiertamente a no votar en la próxima elección del Poder Judicial Federal del 1 de junio. Bajo la lógica de que esta reforma es “una imposición de la 4T”, hay quienes prefieren descalificar el proceso antes que participar en él. Pero más allá de filias o fobias políticas, creo que es momento de detenernos y pensar con serenidad y sentido cívico: ¿realmente ayuda en algo no votar?
Y lo digo claro: no se trata de apoyar al gobierno ni a ningún partido, se trata de ejercer un derecho y asumir una responsabilidad ciudadana. Votar es participar. Y en esta ocasión, además, estamos ante un hecho sin precedentes: por primera vez podremos elegir directamente a quienes podrían ocupar los cargos de jueces, magistrados y ministros.
¿La reforma es perfecta? Seguramente no. ¿Hubo mejores maneras de replantear el Poder Judicial? Quizás sí. Pero eso no significa que debamos quedarnos cruzados de brazos viendo cómo se decide por nosotros. No votar es renunciar a opinar, es dejarle la cancha libre a otros y, peor aún, es legitimar la apatía.
Hoy, el Instituto Nacional Electoral (INE) ha puesto a disposición de todas y todos los ciudadanos los perfiles, trayectorias y propuestas de quienes aspiran a convertirse en personas juzgadoras. No es cierto que no podamos conocer quiénes son, ni qué han hecho. La información está ahí, al alcance de todos. Lo que se requiere es voluntad para informarse antes de emitir un juicio o una crítica.
Porque opinar sin informarse no es opinión: es prejuicio disfrazado de argumento.
Es cierto que este proceso ha despertado resistencias, especialmente en sectores acostumbrados a que la justicia sea decidida entre pocos, en espacios cerrados, sin preguntas incómodas ni rendición de cuentas. Pero la elección ha obligado a muchos aspirantes —jueces en funciones, magistrados, abogados, académicos— a salir de su burbuja (o, para decirlo con más claridad: de su caparazón técnico-jurídico) y explicarle al pueblo a qué cargo aspiran, qué funciones tiene un juez o una ministra, por qué es relevante que quienes imparten justicia entiendan y se conecten con la sociedad.
Y sí, hay campañas que dejan mucho que desear, pero también hay otras que son dignas de reconocimiento. Hay perfiles valiosos, propuestas claras, personas preparadas que han puesto su experiencia sobre la mesa, confiando en que la ciudadanía sabrá reconocer su trayectoria.
Entonces, ¿por qué sí votar este 1 de junio?
Porque votar es participar, y participar es hacerse cargo de lo que nos toca.
Porque la justicia no es ajena, nos atraviesa todos los días: en los trámites, en los abusos de autoridad, en las decisiones de un juez o una jueza que pueden cambiar la vida de una persona o de una comunidad.
Porque si hay algo que no nos gusta del sistema, la peor manera de cambiarlo es renunciar a usar las herramientas que tenemos para transformarlo.
No votar es ceder el espacio. Votar, en cambio, es tomar la palabra.
Y si el sistema aún tiene fallas —que sí las tiene— la mejor forma de exigir que mejore es siendo parte de él, no dándole la espalda. Por eso, este 1 de junio, yo sí voy a votar. No porque me hayan convencido todos los candidatos, sino porque creo en la importancia de elegir, informarme y decidir por mí mismo, y no dejar que otros lo hagan por mí.