Narcocorrido, ¿causa o efecto?

El artículo 6 de la Constitución mexicana garantiza el derecho a la libertad de expresión. La música, como cualquier manifestación cultural, está protegida por esta libertad. Sin embargo, esto no es absoluto: el mismo artículo establece límites cuando se trata de ataques a la moral, los derechos de terceros, la vida privada o cuando se incita a cometer delitos o perturbar el orden público.

¿En cuál de estos supuestos encuadran los narcocorridos para que pueda limitarse o extinguirse su reproducción? La respuesta, prácticamente evidente para muchos, es que se trata de un ataque a la moral, de la que creemos está socialmente consensuada en términos llanos de lo bueno y lo malo; lo válido y lo prohibido, la virtud y el pecado… ¿sí va por ahí la discusión?

Podría ser otra la arista, digamos el supuesto de que escuchar un narcocorrido nos llevará a cometer delitos que a su vez derivarán en la perturbación del orden público. Significa que todo aquel que vaya a un concierto de narcocorridos saldrá incitado, invitado, proclive a delinquir… ¿es por acá?

Lo que en realidad ocurre es que la existencia y éxito de este género no es otra cosa que el reflejo de la realidad en la que convivimos todos los días en México. Sí, me refiero a la muerte-asesinato muy presente en colonias de todo estrato social, a la desaparición cotidiana de jóvenes, a la impunidad que supera el 95% de los delitos denunciados, al “gandallismo” que termina por generar privilegios sin base alguna; pero también me refiero a que la forma de vida que vimos en generaciones anteriores a los que hoy rondan los 25 años es totalmente obsoleta.

La cultura del esfuerzo, esa de trabajar mucho para lograr estabilidad económica, es algo con lo que no se cuenta en la actualidad. No existe a partir de que los esquemas de contratación son con beneficios mínimos y sueldos castigados; no existe a partir de que la sola idea de adquirir vivienda propia es lejano y quizá inalcanzable; no existe a partir de la calidad de vida que conlleva el traslado de –si bien va– una hora de duración para llegar al trabajo. No existe, pues, el esfuerzo que certeramente será recompensado; así como no existen garantías para que un joven de 18 años pueda salir a buscar empleo y regrese a casa.

Los narcocorridos no son causa, son efecto. Hablar del folklore mexicano a partir de resaltar los bellos paisajes y la biodiversidad, no esconde que cada bella ciudad tiene hoy gran cantidad de fosas clandestinas y cédulas de búsqueda. México, para un amplio sector de la población, es una moneda al aire.