Es indiscutible que hay herencias inconmensurables para quienes las reciben, herencias que estorban, incomodan y sobre todo, exhiben las incapacidades de quienes intentan manejarlas, pues no están hechos para semejantes compromisos… les voy a platicar una historia.
Había una vez un maravilloso equipo de futbol, amado por todos en la comarca, equipo campeón, ganador, protagonista, identificado con su gente. De pronto, llegó un día un afamado y poderoso empresario, deslumbrando a todos y repartiendo dinero. Así logró comprar al equipo.
El empresario no sabía nada de futbol y tras muchas equivocaciones intentando tener el mejor equipo del mundo, logró por fin darles un título y más o menos, tenerlo en la pelea del protagonismo; se equivocó y se equivocó y se volvió a equivocar, corrió a muchos entrenadores, directivos, jugadores, de todo. Pero eso sí, les dio un estadio muy bonito, el mejor quizá de la región. Los hizo ricos, les cambió la personalidad, los volvió elegantes, distinguidos, pero poco ganadores. Los años pasaron y el empresario enfermó y antes de morir, heredó el equipo a su hijo.
}El inteligente hijo prometió que seguiría el legado del padre: intentar hacer de este equipo el mejor del mundo. Sin embargo, el hijo sabía mucho menos que el padre y la herencia le empezó a cobrar su falta de conocimiento. A punta de billetazos, como su padre, creyó que contrataba a los mejores pero lo engañaron una, otra y otra vez, y el equipo cada vez fue peor. Perdió su grandeza, su fuerza, su lucha, pero sobre todo, perdió su identidad. Se quedó sin rumbo, sin un camino por donde seguir.
Hoy ese equipo sigue sin rumbo, sin presente, pero sobre todo, sin futuro. Fracasado, desilusionado, triste y enfermo, pues su dueño no conoce la cura y eso lo tiene asustado, aterrado, sin salir de su palacio, sin dar la cara a los miles de aficionados, sin dar explicaciones. Hoy esa herencia le ha quedado muy grande y no sabe qué hacer; algunos magos le aconsejan vender el equipo, deshacerse de él. Pero su orgullo es muy grande y no lo deja ver bien. Por un lado, recuerda la promesa a su padre y por el otro, las cuentas y números que no puede resolver.
Me gustaría decirles que colorín colorado, este cuento se ha… Pero no, todavía hay mucha historia, seguro, qué contar.