El Papa Francisco, recién fallecido apenas el pasado 21 de abril, ya era una de las personalidades más conocidas alrededor del mundo y es normal que, como parte de la liturgia establecida para los funerales del Pontífice de la Iglesia Católica, miles de creyentes lleguen al Vaticano para despedirlo. Sin embargo, un fenómeno sorprendente mientras su cuerpo está expuesto, revela algunos de los rasgos sociales más negativos de la actualidad: muchos de los católicos ¡se toman selfies con el cuerpo papal en su ataúd!
Los religiosos que vigilan celosamente el orden y la ceremonialidad, le piden a los files que esperan más de cinco horas para llegar cerca del cadáver papal que no se acerquen con teléfonos celulares y que observen el respeto mínimo para la ocasión. Pero ni las reglas, ni la veneración por el Papa Francisco, ni la sacralidad del acto, evitan que muchas personas –seguramente católicos practicantes– se revelen y se tomen la foto bizarra que después comparten en redes sociales.
Este tipo de prácticas absurdas y sin fundamento no son exclusivas de los creyentes católicos. Se trata de un fenómeno que se repite en todo el mundo, sean o no religiosos los que presentan ese hábito extraño: compartir con el mundo todo lo que hacen.
Han sido noticia en los últimos años, los creadores de contenido en redes sociales que al intentar una selfie imposible, sufren accidentes, hacen ridículos monumentales o pierden la vida en escenas descabelladas.
¿Cuál será el impulso de quienes comparten una selfie con el cadáver del Papa? ¿Pretenden enterar al mundo de su presencia en la Basílica de San Pedro en un momento histórico como éste? ¿Quieren hacer notorios posando con un hombre muerto que en vida fue uno de los líderes religiosos más importantes del planeta?
Evidentemente, una fotografía de ese momento no tiene ninguna relación con la devoción religiosa o con la simple admiración que se pueda tener por la persona, en este caso el fallecido Francisco. Está fuera de toda práctica decorosa o mínimamente decente. Dirían las abuelas que “un buen cristiano” no se toma una foto con el cadáver papal.
Pero sucede.
Es una prueba de los despropósitos y extremos a los que está llegando el ser humano con el abuso de la tecnología de comunicación. Hace dos décadas, cuando el internet se convirtió en un bien de acceso general, se decía que el mundo se había hecho pequeño gracias a esta comunicación inmediata. También ha empequeñecido los valores elementales de las personas.