Hay momentos en la vida pública en los que las decisiones ciudadanas parecen rutinarias. Votar, opinar, exigir. Pero no siempre es así. Hay ocasiones especiales, raras, donde el peso de nuestra participación puede cambiar mucho más de lo que creemos.
Elegir importa. Elegir quién nos representa, quién toma decisiones que afectan nuestras vidas, quién imparte justicia. Y no me refiero únicamente a elecciones políticas tradicionales, sino a todos los procesos donde los ciudadanos tenemos voz, aunque no siempre seamos plenamente conscientes de ello.
A veces pareciera que la distancia entre el ciudadano y las instituciones es tan grande que nada cambia. Pero es en esos momentos cuando más debemos recordar que, si renunciamos a elegir, otros eligen por nosotros. No participar no nos vuelve neutrales, sino invisibles.
Vivimos tiempos de transformación. Tiempos donde se abren procesos inéditos, donde, por primera vez en nuestra historia —para bien o para mal, el tiempo lo dirá—, tenemos la oportunidad de participar en ámbitos que antes estaban reservados a unos cuantos. Tiempos donde podemos exigir, sí, pero también construir.
Puede que el camino no sea perfecto. Ningún cambio profundo lo es. Habrá errores, resistencias, incertidumbres. Pero nada justifica el abandono, el desinterés o la apatía. La democracia, la justicia y la participación no son regalos caídos del cielo: son conquistas que se consolidan cuando decidimos ejercerlas, incluso en contextos difíciles, incluso cuando el resultado no está garantizado. Porque lo que verdaderamente fortalece a una sociedad no es la perfección de sus procesos, sino la fuerza y la convicción de sus ciudadanos.
No es momento de indiferencia, ni de apatía elegante. Es momento de involucrarse, de informarse, de decidir con criterio. No todos los días tenemos la oportunidad de incidir en estructuras tan relevantes como la que define la impartición de justicia. Y cuando se tiene, por más imperfecto que sea el proceso, vale más participar que quedarse al margen criticando desde la comodidad de la distancia.
El INE ha puesto a disposición de la ciudadanía un micrositio donde se puede consultar la trayectoria —formación profesional y experiencia— de quienes aspiran a convertirse en personas juzgadoras (https://candidaturaspoderjudicial.ine.mx/). Además, ante lo novedoso y quizás complejo del modelo de elección y de las boletas electorales, el Instituto también habilitó la plataforma “Conócelos, Practica y Ubica” (https://ine.mx/conoceles-practica-y-ubica/), donde los votantes podrán conocer, de forma previa al día de la elección, cómo serán las boletas, quiénes son los candidatos que aparecerán en ellas y, sobre todo, cómo ejercer su voto de manera correcta. Es decir, la ciudadanía puede practicar anticipadamente cómo votar el próximo 1 de junio.
La historia no la escriben los que se abstienen. La historia la construyen los que se atreven a elegir, los que entienden que cada voto, cada decisión informada, es una semilla que algún día germinará. Tal vez no veamos de inmediato los frutos. Tal vez haya que seguir insistiendo. Pero solo quienes siembran tienen derecho a soñar con la cosecha. Y hoy, más que nunca, sembrar esperanza es un acto de responsabilidad y de fe en el futuro.